La violencia desenfrenada, la falta de oportunidades de estudio y trabajo, están generando una enorme ola de personas huyendo hacia Estados Unidos. Solo de Honduras, 100 mil niños y jóvenes han viajado solos hasta esta frontera y los 100 mil han sido retornados.
Este jueves por la mañana, Keily y su bebé, originarios de El Salvador, fueron los primeros en abordar un camioncito que no tiene asientos en su interior, sino una sala de estimulación temprana.
Mientras esperan en esta frontera por asilo político en Estados Unidos, madres migrantes dedican sus mañanas a cantar y jugar con sus hijos a bordo del bebé bus.
«Bonito, porque allá en mi pueblo nunca iba a aprender este tipo de cosas, y venir acá y aprenderlas se me hace muy padre», dijo Vanessa Hernández, originaria de Guerrero.
El “Bebé Bus Centro32” es un programa del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, (UNICEF, por sus siglas en inglés) con el que se busca la estimulación temprana de bebés migrantes de meses de nacidos a los tres años de edad.
El proyecto inició en junio del 2021 con un objetivo de alcanzar 70 niños por mes, pero hoy en día atienden 100 niños migrantes por mes.
«Fomentamos un apego seguro y formas como alternativas o fugas a esta crianza violenta que viene de herencias familiares,» comentó Emely Arroyo, Asistente Educativa.
El proyecto inició en junio del 2021; el objetivo era alcanzar a 70 niños por mes, pero hoy en día atienden 100 por mes. El proyecto ha impactado en la crianza positiva en por lo menos 200 niños que se encuentran en cinco albergues en esta frontera.
El Bebé Bus cuenta con área de juegos, área de naturaleza, rampa y sala de lectura. En el exterior cuenta con paneles solares para aire acondicionado o calefactor.
Una vez terminada la clase del día, también se apoya a las madres con artículos de higiene para sus bebés. «Traemos panales, bañitos entrenadores para los niños y wipes y kit de higiene personal, shampoo y cepillo de dientes”, dijo Liliana Ontiveros, Asistente Educativa.
Para estas madres migrantes, cantar y jugar dos horas con sus hijos, también les ha ayudado a quitarse el miedo y el estrés del que vienen huyendo de sus lugares de origen.»Ya pasamos lo más difícil, ya con estar acá adentro ya estamos bien», agregó Keily.