Se avecina un otoño amargo en la política estadounidense a medida que el presidente Donald Trump ejerce un poder sin control que a menudo pone a prueba la Constitución, mientras los demócratas luchan por ganar terreno con unos votantes que exigen respuestas.
Trump parece un presidente apresurado, amenaza con enviar tropas de la Guardia Nacional a más ciudades gobernadas por los demócratas, acelera las deportaciones masivas y asesta nuevos golpes contra la burocracia, que la semana pasada llevaron a una purga de los principales científicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
En el extranjero, Trump exige el Premio Nobel de la Paz, a pesar de no haber logrado poner fin a dos conflictos sangrientos en Ucrania y Gaza. Sus guerras comerciales han destrozado la reputación de Estados Unidos como bastión de la estabilidad económica y han empujado a India a los brazos de la superpotencia China.
Pero su aluvión de aranceles se ve repentinamente vulnerable después de que un tribunal de apelaciones dictaminara este viernes que es ilegal.
Nada es demasiado pequeño para la atención de Trump. Está obsesionado con su proyecto de redecorar la Casa Blanca tras pavimentar el legendario Jardín de Rosas y revelar los planes para un salón de baile multimillonario en una remodelación del Ala Este.
Y sus furiosas publicaciones nocturnas en redes sociales demuestran que está decidido a involucrarse en todos los aspectos de la vida política, cultural y nacional, mientras usa su poder para acosar e investigar a sus adversarios políticos.
Pero los demócratas finalmente están dando señales de vida tras ocho meses de asedio por parte de Trump.
El gobernador de California, Gavin Newsom, ha recurrido a una mordaz burla de los exabruptos del presidente y se ha elevado por encima de sus posibles rivales en la nominación demócrata de 2028.
En Illinois, otro gobernador demócrata, J.B. Pritzker, está acaparando la atención y ha advertido a Trump que mantenga a las tropas federales fuera de Chicago ante la promesa del mandatario de empreder una ofensiva contra la delincuencia y la inmigración en la urbe.
Sin embargo, el asunto tiene matices políticos. Trump apuesta a que sus tácticas de línea dura obligarán a los demócratas a resistirse, lo que le permitirá argumentar que son indulgentes con la delincuencia.
Se avecina otra crisis en Washington, con el Gobierno a punto de cerrar a finales de mes si el Congreso no aprueba un proyecto de ley de gastos.
Los líderes demócratas, el senador Chuck Schumer y el representante Hakeem Jeffries, exigieron la semana pasada su cooperación en una carta dirigida a sus homólogos republicanos y piden medidas ante la “creciente crisis sanitaria”, que atribuyen al ambicioso proyecto de ley de Trump.
Pero un funcionario de la Casa Blanca advirtió que Trump no aceptará nada más que la capitulación, y le dijo a CNN: “El presidente no se dejará restringir”.
Los demócratas se enfrentan a una trampa. Si no se enfrentan a Trump, desmoralizarán a los votantes que necesitan para ganar las elecciones intermedias del próximo año.
Pero carecen de influencia en Washington, dominado por el Partido Republicano, como fue evidente cuando se mostraron firmes y luego cedieron en un duelo de gastos en marzo.
Si utilizan las maniobras de dilación en el Senado para bloquear los planes de gasto de Trump, el presidente los culpará de las consecuencias económicas del cierre de un Gobierno que llevan meses intentando salvar de la bola de demolición MAGA.
Trump pasó el final del verano desafiando la extraña peculiaridad histórica que a menudo ha asestado a los presidentes serios golpes políticos en agosto.
Permaneció en Washington y redobló sus esfuerzos por acaparar el poder, federalizando la fuerza policial de la capital y enviando tropas de la Guardia Nacional a las calles a pesar del descenso de la delincuencia.
Intentó destruir la independencia de la Reserva Federal con recortes en las tasas de interés que, según los expertos, podrían desatar la inflación.
Despidió a la directora de la agencia que publica los datos oficiales de empleo tras un decepcionante informe de julio. Y acusó falsamente al expresidente Barack Obama de traición.
“No soy un dictador “, declaró Trump en una reunión televisada del Gabinete la semana pasada. Pero luego añadió: “Tengo derecho a hacer lo que quiera. Soy el presidente de Estados Unidos”. Su declaración delató su ignorancia constitucional, pero encapsuló su presidencia y su mentalidad.
Pero Trump puede ser incapaz de desactivar el drama más amenazante que rodea su presidencia: el de la negativa de su administración a publicar archivos relacionados con el presunto traficante sexual Jeffrey Epstein.
En un uso alarmante del Departamento de Justicia para beneficiar los objetivos políticos de Trump, el secretario de Justicia adjunto, Todd Blanche, visitó a Ghislaine Maxwell, cómplice encarcelada del difunto financiero caído en desgracia.
El Departamento de Justicia publicó una transcripción en la que Maxwell dice que Trump no había hecho nada malo a pesar de su amistad pasada con Epstein. Maxwell fue trasladada a una prisión mucho más cómoda, lo que llevó a los críticos de Trump a advertir sobre un quid pro quo corrupto.
El regreso del Congreso volverá a poner la saga en el punto de mira.
Una investigación de la Comisión de Supervisión de la Cámara de Representantes podría profundizar las inusuales divisiones en la base republicana de Trump.
El representante demócrata Ro Khanna y el representante republicano Thomas Massie planean una conferencia de prensa este miércoles con 10 de las víctimas de Epstein, mientras los congresistas exigen transparencia a la Casa Blanca y al presidente de la Cámara, Mike Johnson.
Khanna predijo un evento explosivo en las escaleras del Capitolio. “Contarán su historia y le dirán claramente al público estadounidense que quieren la publicación de los archivos de Epstein para cerrar completamente este asunto”, declaró el domingo en el programa “Meet the Press” de la NBC.
La saga de Epstein, aunque escabrosa, parece poco probable que sea decisiva en las elecciones intermedias del próximo año. La representante demócrata Debbie Dingell declaró este lunes a Audie Cornish de CNN que los votantes están desesperados por obtener ayuda.
“La gente está preocupada por los costos… Les preocupan los aranceles”, dijo Dingell. “Quieren que nos defendamos. Creo que algunos se están desanimando. No saben qué hacer. No les gustan muchas cosas que están viendo y no quieren que nos demos por vencidos”.
Trump ya busca socavar las esperanzas de los demócratas de recuperar la Cámara de Representantes.
Su llamado a los republicanos de Texas para que inicien una inusual iniciativa de redistribución de distritos a mitad de ciclo podría generar cinco nuevos escaños republicanos.
Newsom respondió lanzando su propia operación para encontrar cinco nuevos escaños demócratas en California, cuyo destino se someterá a votación en noviembre. Pero otros estados republicanos podrían atender el llamado de Trump.
El presidente también planea un decreto para prohibir el voto por correo y exigir la identificación del votante en todas partes. Carece de autoridad constitucional para hacerlo, pero esto parece un intento ominoso de desacreditar las elecciones de 2026 si el Partido Republicano pierde, similar a la conducta que lo llevó a un segundo juicio político después de las elecciones de 2020.
Los demócratas se enfrentan a un mapa desfavorable para el Senado el próximo año. Pero tuvieron un atisbo de esperanza la semana pasada tras conocerse que la senadora republicana de Iowa, Joni Ernst, planea anunciar que no se presentará a un tercer mandato, según informaron dos fuentes a CNN.
El estado sigue siendo una posibilidad remota para los demócratas, pero si logran dar la sorpresa y capturar los escaños republicanos en Maine y Carolina del Norte —manteniendo todos sus escaños actuales—, podrían alcanzar una división 50-50 en el Senado.
Aun así, el escaño adicional que necesitarían para anular el voto decisivo del vicepresidente J.D. Vance parece estar fuera de su alcance, ya que las batallas más fáciles de ganar están en Ohio y Texas, estados profundamente republicanos.
Sin embargo, los demócratas esperan recuperar la gobernación de Virginia en noviembre gracias a la exrepresentante Abigail Spanberger. También apuestan por la victoria de la representante Mikie Sherrill en Nueva Jersey en otra contienda por la gobernación en 2025, lo que dará a los votantes la oportunidad de opinar sobre la segunda presidencia de Trump.
Las ambiciones de Trump abarcan todo el mundo. Su cumbre con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en agosto satisfizo su afición por los grandes escenarios políticos, pero no logró poner fin a la guerra en Ucrania.
Putin ha intensificado los ataques contra civiles y está obstaculizando las peticiones de Trump para que se reúna con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Alayna Treene, de CNN, informó este viernes que Trump se está frustrando. Sus opciones podrían ser imponer finalmente las graves consecuencias con las que a menudo ha amenazado a Rusia o retirarse por completo.
La intransigencia de Putin es una vergüenza para Trump. Pero él es la única fuerza que podría unir a Ucrania, sus aliados europeos y a Rusia en torno a un eventual acuerdo de paz.
La actitud imperiosa de Trump está alterando los nervios más cerca de casa tras el despliegue de barcos y submarinos estadounidenses frente a Venezuela.
Crece la especulación sobre si usará la fuerza para intentar derrocar al presidente Nicolás Maduro, a quien el Gobierno ha tildado de importante narcotraficante a pesar de no aportar pruebas, o sobre posibles ataques contra objetivos de los cárteles en otras partes de la región.
Trump enfrenta un adversario más duro en China, que ha desafiado su guerra arancelaria en parte porque controla el acceso a una gran porción del suministro mundial de elementos de tierras raras necesarios para impulsar productos tecnológicos y militares estadounidenses.
Trump ha indicado que podría visitar Beijing antes de fin de año. El presidente de China, Xi Jinping, envió un mensaje claro este fin de semana: pretende llenar el vacío dejado por la retirada de Estados Unidos del liderazgo global en una cumbre celebrada este fin de semana, en la que participaron los líderes de India y Rusia.
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