Lo que dejaron las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial 2026

La Copa del Mundo de Canadá, Estados Unidos y México está cada vez más cerca y sus latidos ya comienzan a hacerse sentir. Sudamérica ya entregó de momento a sus seis representantes -a la espera de lo que pase con Bolivia en el repechaje- que, a grandes rasgos, no arrojaron mayores sorpresas.

El campeón del mundo, Argentina, ratificó su supremacía. Brasil lució extraviado y escapó a tiempo de su laberinto. Ecuador reafirmó su poderío y mira con ojos de tigre a quien se le plante. Colombia está de vuelta con jerarquía y carácter. Uruguay dispone de un nuevo GPS futbolístico para recuperar la gloria perdida. Paraguay resurge cual ave fénix, aventando cenizas, sin complejos a la vista. Bolivia no se dio por vencida ni aún vencida. Venezuela transitó un sueño que terminó en pesadilla. Mientras que Perú y Chile representan el dolor de ya no ser.

El rey del planeta fútbol no se empalaga con las mieles del éxito. El director técnico, Lionel Scaloni, sabe que ratificar es más difícil que llegar.

De cara al Mundial del año próximo, conservó su estructura en forma, estilo y procederes. Tuvo fidelidad con los actores que lo llevaron a la gloria, pero bajo la línea de tener compromiso, trabajo y humildad. Brindó más minutos a jugadores que vienen en el segundo pelotón y convocó a otros que asoman como recambio. El gen competitivo siguió y fue el mejor equipo de las eliminatorias.

Ganó 12 de los 18 partidos, fue el más goleador (31) y el segundó que menos goles recibió (10). Fue casi inexpugnable como local (solo perdió un juego) y mostró algo de vulnerabilidad en condición de visitante, perdiendo tres de nueve compromisos.

Llegará al Mundial con todos los ojos queriendo robarle el cetro, pero este equipo de élite va por una nueva corona.

Históricamente, las selecciones del Pacífico (como Ecuador) miraban hacia arriba para ver a sus pares del Atlántico (Argentina, Brasil y Uruguay). Eso ya es pasado.

El Tri viene solidificando su estructura de equipo serio, sólido y competitivo. A la buena cadencia de su fútbol le ha entregado disciplina táctica y rigor físico. Ahora juega sin complejos.

Nuevas joyas como Moisés Caicedo o Piero Hincapié (entre otros), le han dado estatus de buen equipo y estas eliminatorias fueron la confirmación de que tiene materia prima.

El equipo de Beccacece fue el que menos perdió (dos partidos), y si bien es cierto que solo marcó 14 goles, recibió apenas cinco, dando cuenta de ser equipo con escasas fisuras. Nuevos talentos como Kendry Páez dan cuenta de que quizás todavía no llegó a su techo.

Está invitado a soñar.

La selección de Néstor Lorenzo tiene jugadores de enorme prestancia y a eso le ha sumado mucho carácter y hambre de gloria. Tuvo pasajes de gran jerarquía en las eliminatorias y un largo invicto (982 días). Además, el brillo futbolístico ilusionó a su gente.

En la Copa América de 2024 jugó un fútbol de alto voltaje, derribando al “cuco” de ese momento, Uruguay, en semifinales, y solo cayó ante una imperial Argentina. Tras ello vino un badén futbolístico, pero en la recta final de la competencia recuperó la memoria y terminó sólida y con buen porte.
Lo que resta saber es si este fútbol, que por momentos depende demasiado de James Rodriguez, es suficiente para ser competitivo en el Mundial. El fútbol actual, voraz, intrépido y dinámico, lo pondrá a prueba el año próximo.

El llamado a Marcelo Bielsa para comandar los destinos de la bicampeona mundial fue un audaz y fuerte cambio de timón en la Celeste. Su fútbol, tradicionalmente más conservador, estático y de “garra”, tuvo un fuerte sacudón. El rosarino no le quitó su estirpe, pero sí le dio otra dinámica y autodeterminación.

Los triunfos consecutivos ante Brasil (luego de 22 años) y Argentina (en la Bombonera) fueron los momentos más relucientes de Uruguay.

El escándalo ante Colombia (pelea de jugadores e hinchas colombianos) en la semifinal que perdió en la Copa América la aturdió, y perdió su norte junto a varios jugadores expulsados. Recuperar la memoria le llevó un tiempo, pero volvió a su senda para finalizar en el cuarto lugar de la tabla.

Es un equipo serio, competitivo y con intérpretes de alto fuste. Bielsa “convence”, dice la mayoría de los jugadores que lo tuvieron. Uruguay está en eso, convencida.

Desde la partida de Tite (eyectado del cargo tras la eliminación en cuartos de final de Qatar 2022), Brasil ha caminado con el paso cambiado. Con Ancelotti son cuatro los entrenadores que tuvo en la eliminatoria. A saber: Ramon Menezes (2023), Fernando Diniz (2023-2024) y Dorival Junior (2024-2025), hasta la llegada del ex DT del Real Madrid.

La Canarinha terminó quinta en las eliminatorias, con una imagen descolorida, difusa y fantasmal. El extravío comenzó en los escritorios y tuvo su consecución en el campo de juego. Perdió seis partidos y solo conquistó el 51% de los puntos, lo cual es un diagnóstico de su presente.

Ha sido una selección sin brújula futbolística, sin un norte para lograr su propósito. Solo la descomunal jerarquía de sus intérpretes la sacó del naufragio.

Subestimar a tremendo poderío de jugadores y cuerpo técnico sería un suicidio. Eso sí, tiene mucho trabajo por hacer si quiere recuperar la gloria. La consagración en Corea-Japón 2002 está lejos para la selección más laureada del fútbol.

El periplo en la competencia de la Albirroja fue de menos a más. Tuvo tres técnicos: comenzó con Guillermo Barros Schelotto (2021-2023), continuó con Daniel Garnero (2023-2024) y concluyó con Gustavo Alfaro.

Estuvo sin rumbo, sin fútbol y sin creer en sí misma, transitando largo rato por fuera de los puestos de clasificación al Mundial.

La llegada de Alfaro fue un cambio copernicano. El ex DT de Boca Juniors apostó a una mezcla de fortaleza mental y física e invitó a creer. Se volvió una selección fuerte, con un temible carácter resiliente y buen fútbol. Solo perdió cuatro partidos y se transformó en un equipo temible de local, donde ganó seis de nueve encuentros, perdiendo solo uno.

Sin figurar en el radar y “silbando bajito”, Paraguay quiere aterrizar con fuerza y plantar bandera en Norteamérica.

La Verde tuvo tres técnicos en la reciente eliminatoria. Comenzó con Gustavo Costas (2022-2023), continuó con Antonio Carlos Zago (2023-2024) y concluyó con Oscar Villegas.

Bolivia transitó un penoso andar en gran parte de la competencia, pero la llegada de Villegas le dio otra cara al equipo. La ordenó priorizando lo defensivo y apostando a transiciones rápidas para lastimar en los contraataques. Ese ‘salvoconducto’ le dio un triunfo épico ante Chile en condición de visitante. Esos tres puntos fueron el pasaporte para invitarla a soñar.

Su estocada final fue ganarle a Brasil en la última fecha. Ahora sueña con que su séptimo puesto se transforme en un puente para llegar al cuarto mundial de su historia. Va al repechaje.

La Federación Venezolana de Fútbol apostó por un gran proyecto futbolístico que tuvo a José Néstor Pekerman como máximo responsable. El experimentado entrenador se bajó del barco por desavenencias con la conducción de la federación y quien quedó a cargo fue Fernando “Bocha” Batista (parte del riñón de Pekerman).

El joven DT le dio en sus primeros pasos una fisonomía de equipo moderno en cuanto a sus pretensiones: buena estructura, dinámica y sin complejos. Su andar fue de más a menos. Su frescura y fortaleza lo hicieron fuerte de local en sus primeros juegos, pero de visitante nunca encontró su norte.

En la Copa América 2024 amagó con dar un gran golpe, pero este se lo autoinfligió en el final. No ganó ningún partido de visitante. En la ‘última bola’ de la competencia perdió los papeles y su invicto de local, cayendo estrepitosamente de un acantilado.

Doloroso fracaso de la Vinotinto.

La selección incaica también atravesó un camino accidentado de técnicos. Comenzó con Juan Reynoso (2022-2023), prosiguió con Jorge Fossati (2024), y el tránsito final lo dio con Oscar Ibáñez. En ninguna de estas secuencias logró emerger con algún potencial futbolístico.

Ya no dispone de jugadores de jerarquía, como lo hizo de cara al Mundial de Rusia 2018. Para el Mundial de Qatar 2022, Perú ya no tuvo la misma frescura ni brillo, pero se ganó el boleto a un repechaje que perdió ante Australia.

Sin sustancia en sus intérpretes, Perú vivió en esta última eliminatoria un naufragio futbolístico. Solo ganó dos partidos, empató seis y perdió 10. Conservó sus chances matemáticas hasta el final, pero el fútbol le había dicho adiós mucho antes.

Allá lejos y en el tiempo quedaron las dos Copa América que ganó ante Argentina (Chile 2015 y Estados Unidos 2016).

Esos admirables equipos estaban integrados por Arturo Vidal, Jorge Valdivia, Gary Medel, Claudio Bravo y Alexis Sánchez, solo por mencionar algunos. Esa realidad ya no está y el recambio no llegó.

Tres técnicos pasaron y ninguno le encontró la horma a un plantel con buenos jugadores, pero al cual la presión, las malas decisiones dirigenciales y las malas prestaciones desde el cuerpo técnico no lograron encauzar.

Eduardo Berizzo (2022-2023), Nicolás Córdoba (2023) y Ricardo Gareca no encontraron nunca el rumbo. La derrota con Bolivia de local fue el principio del final. Fracaso estrepitoso de la Roja. Duro trabajo por delante.

The-CNN-Wire
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