Rafie Ollah Shouhed, un ciudadano estadounidense de 79 años, respira profundo y se toca con las manos el costado izquierdo de su cuerpo, justo en la zona de sus costillas. Varias de ellas quedaron fracturadas durante un operativo de agentes de inmigración en su local de lavado de autos en Los Ángeles, ocurrido el pasado 9 de septiembre.
Luego de la redada de la Patrulla Fronteriza en su negocio, en la que lo arrestaron a él y a cinco de sus empleados, Shouhed denunció el uso de la fuerza y agresividad por parte de los agentes de inmigración, algo que se vio también en otros operativos en los últimos meses en Estados Unidos.
“No podía respirar”, cuenta Rafie a CNN sobre el accionar de los agentes que lo redujeron. Y todavía le cuesta.
La jornada en Valley, el lavadero de autos de Shouhed, empezaba como cualquier otra en el barrio de Van Nuys. Ese martes apenas habían pasado las 11 de la mañana, él caminaba alrededor del lugar asegurándose de que todo funcionara con normalidad, cuando al menos dos vehículos llegaron repentinamente y agentes de inmigración comenzaron con un operativo intimidante.
El Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. dijo a CNN en un comunicado que la Patrulla Fronteriza llevó a cabo un operativo migratorio selectivo en Van Nuys, California, en el que arrestaron a cinco personas de Guatemala y México “que infringieron las leyes migratorias de nuestro país, incluyendo uno que fue expulsado del país dos veces en 2015”.
Sobre Rafie Shouhed, la información oficial señala que “el propietario de Valley Car Wash, ciudadano estadounidense, obstaculizó el operativo y fue arrestado por agredir y obstaculizar el paso de un agente federal”. Rafie niega haber intentado impedir la operación.
En videos de cámara de seguridad a los que accedió CNN se ve cómo Rafie cae al suelo en dos oportunidades. En el primer caso, las imágenes muestran a un agente enmascarado mientras corre por el interior del edificio y al hombre que corre hacia él. El agente lo toca y Rafie cae al suelo.
Luego, Shouhed se pone de pie, sale del local y ve que un agente había agarrado a uno de sus empleados, según la denuncia.
Las imágenes de vigilancia muestran a Shouhed acercándose al agente que detenía a su empleado, extendiendo la mano y aparentemente tocándolo. Otro agente agarra a Shouhed por el brazo y el cuello, mientras un tercer agente corre por el estacionamiento y tira a Shouhed al suelo.
“Yo consulté si había algo que podía hacer, cuál era el problema, por qué estaban aquí, porque ni siquiera me hablaban”, dice el comerciante. Uno de ellos le respondió. “Me dijo que ‘no se jode con inmigracion’ y tres de ellos se tiraron encima mío”.
Luego lo esposaron y se lo llevaron junto a cinco trabajadores del local. “No me dijeron absolutamente nada, lo único que escuché de ellos fue ‘con immigració no te metas’”.
Rafie nació en Teherán, Irán. Obtuvo su ciudadanía estadounidense en 1980. Aunque lleva más de cuatro décadas en Estados Unidos, donde tiene una familia numerosa, su acento sigue casi intacto.
“Éste es un gran país, amo este país, ha sido muy bueno para todos y para mí también. La actitud que tuvieron estas personas y lo que hicieron no está bien y no es justo. Por supuesto que hay personas malas, pero nadie debería ser tratado de esta forma. Después de todo somos todos seres humanos”, asegura.
A Rafie también lo llevaron a un centro de detención, donde estuvo esposado. Allí los agentes federales confirmaron que era ciudadano estadounidense y fue liberado 12 horas después.
“No lo están acusando de ningún delito”, aseguró V. James D’ Simone, abogado de Shouhed.
El defensor presentó una demanda federal de US$ 50 millones por agravio, en la que responsabiliza a los agentes federales de agresión, lesiones, infligir angustia emocional e indiferencia deliberada ante una condición médica grave de Shouhed. Esta conducta, dice el abogado, violó sus derechos civiles y constitucionales.
El Departamento de Seguridad Nacional no ha hecho comentarios sobre la demanda legal.
Rafie dice que como consecuencia del operativo le quedaron moretones en sus brazos, una lastimadura en su codo y que al menos cuatro de sus costillas se han fracturado. Tiene además problemas del corazón y tres stents, cuenta.
Shouhed inhala por varios segundos y explica que le cuesta mucho respirar, una secuela del daño en sus costillas. “Créame, no he respirado profundo en tres semanas”, asegura.
Tampoco puede conciliar el sueño por las noches: duerme sentado, apenas apoyado en una silla reclinable. Si se acuesta, dice que el dolor en la espalda se hace insoportable.
El abogado de Shouhed señala que le preocupa el accionar de los agentes federales porque, al igual que en el caso de su cliente, en muchos otros “utilizan el uso de la fuerza en primera instancia, la intimidación física y la agresión”. Dice que si su defendido hubiese caído al suelo de otra forma, las consecuencias podrían haber sido incluso peores.
“Estoy realmente perturbado”, dice el dueño del lavadero Valley.
Asegura que después de ese operativo ya no es la misma persona. “Lo que yo pasé no se lo deseo ni a ninguno de mis enemigos. Me tiraron al suelo, estaban rompiéndome los huesos, les pedía ‘por favor, ayúdenme’”.
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