¿Es esta la mejor fotografía para impulsar la lucha contra el cambio climático? Piénsalo dos veces

Para muchos de nosotros es un acto reflejo. Nos preguntan qué imagen asociamos con el cambio climático y, pese a la andanada de eventos extremos alimentados por el calentamiento global, seguimos respondiendo lo mismo que cuando éramos niños: osos polares víctimas del deshielo. Sin embargo, esta referencia ha caído en desuso en los últimos años y no es casualidad.

Los osos polares comenzaron a ser vinculados públicamente al cambio climático sobre todo desde comienzos de siglo, tal como explica este estudio publicado por la Royal Geographical Society, si bien en los 90 ya se estaban desarrollando las investigaciones sobre el impacto del calentamiento global en su supervivencia.

Numerosos hitos ayudaron a construir la asociación rápidamente: una portada famosa del TIME en el 2000 con la foto de un oso polar y el titular: “Colapso ártico: este oso polar está en peligro, y tú también”. Los disfraces de osos polares en protestas por el clima. Una escena icónica del documental de Al Gore “An Inconvenient Truth” que muestra una animación de un oso polar nadando hasta un témpano de hielo, al que intenta subir pero se parte una y otra vez, mientras el exvicepresidente y activista contra el cambio climático habla sobre el peligro que enfrentan estos animales. Las poderosas fotografías de los osos polares en National Geographic y, cada vez más, en medios a lo largo y ancho del planeta.

Así, los osos polares se convirtieron en una representación del cambio climático poderosa que, no obstante, también quedó en medio de los debates políticos sobre la crisis, debates que hoy vuelven a encenderse pese a la abundante evidencia científica sobre cómo la contaminación por combustibles fósiles ha provocado el actual calentamiento global.

Durante años, los osos polares fueron “buenos embajadores” para las historias de cambio climático, escribe Lauren Armstrong de la organización británica Climate Outreach, dedicada a promover el involucramiento del público con la temática. Sin embargo, investigaciones de su organización han demostrado que el público puede llegar a recibir con fatiga e incluso cinismo las imágenes “típicas” y “usadas en exceso” para ilustrar las historias de cambio climático, entre ellas la de estos imponentes mamíferos.

Al exceso de uso se le suma otra dificultad: la lejanía. “Para muchos, los osos polares también representan una historia lejana con la que pocas personas pueden identificarse, y en la que hay muy poca ‘posibilidad’ y capacidad de acción. Esto no motiva a la gente a involucrarse”, dice al respecto Alastair Johnstone, editor de Climate Outreach.

Así lo explica la Dra. Kate Manzo, investigadora en imágenes sobre clima de la Universidad de Auckland citada por la organización no gubernamental Climate Access: “Las imágenes “hacen que (el cambio climático) parezca lejano en el tiempo y el espacio, y son paradójicas en el sentido de que aumentan la sensación de importancia del problema en las personas y al mismo tiempo las hacen sentir menos capaces de hacer algo al respecto”.

Desde “No me afecta” a “Eso es demasiado lejos” e incluso por momentos “Que se encarguen los amantes de los animales”, las reacciones pueden ser contraproducentes cuando la imagen que acompaña a la historia —que es tan importante como las palabras mismas— no es la adecuada, dice Climate Access (en especial en una época donde no es necesario viajar al Ártico para toparse de frente con los efectos del cambio climático: allí están en forma de incendios más voraces y sequías más prolongadas, entre otros fenómenos, que se cobran vidas, destruyen viviendas, obligan a comunidades a migrar).

Al sobreuso y la lejanía se le suma otro factor: el problema de centrarse en un único símbolo, por más bonito y tierno que pueda ser. “Es algo a lo que los niños se apegan, o es un animal icónico en cierto modo. Pero creo que necesitamos muchísimos símbolos, no solo uno”, explicaba al respecto Kari Marie Norgaard, profesora de Sociología y Estudios Ambientales de la Universidad de Oregon, en una entrevista publicada tiempo atrás por la cadena pública CBC de Canadá, que por su cercanía al Ártico ha vivido esta historia con más cercanía que buena parte del planeta. “Cualquier tipo de símbolo que apunte a la acción colectiva… sería más útil”, reflexionaba.

Con el paso de los años, también surgieron debates en torno a cuán amenazada está realmente la especie, aunque tal como explica este reporte de Carbon Brief, el consenso en la academia es claro: a medida que se derrite el hielo ártico, a los osos polares les resulta más difícil cazar, emparejarse y mantener a sus crías, por lo que un mayor derretimiento conducirá a un declive de las poblaciones.

Estos factores, entre otros, hicieron que gradualmente organizaciones y medios comenzaran a distanciarse de los retratos de los osos polares para ilustrar la urgencia de la lucha contra el cambio climático.

Si no son los osos polares, ¿entonces qué?

Entre las propuestas que plantea Climate Outreach con base en sus investigaciones destacan dos: mostrar a personas reales —con los impactos reales que tiene el cambio climático en sus comunidades—, y enfocarse en las soluciones que son las que pueden movilizar a la audiencia.

Con base en estos dos principios, las posibilidades se multiplican: desde cómo Pakistán está protagonizando una de las revoluciones de energía solar más rápida del mundo a cómo el uso del tradicional sistema de milpa maya en México ayuda a combatir la crisis climática al tiempo que preserva la biodiversidad. Desde el trabajo de un grupo encabezado por jóvenes indígenas en Bolivia para salvar el lago Uru Uru, que está sufriendo los efectos de la crisis climática y la contaminación, a la historia de una mujer que lleva más de 40 años luchando incansablemente para darle a la vegetación del norte de Chile, donde están algunas de las tierras más áridas del mundo, una mejor oportunidad de sobrevivir.

Y así ad infinitum.

Una pregunta subyace al debate: por qué nos importan tanto las imágenes.

La Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia estudió recientemente las imágenes que aparecen en Google a quienes buscan el término “cambio climático” en decenas de países y concluyó, en primera instancia, que las imágenes reflejan el sentimiento general de la población: en los países donde existe una mayor preocupación por este fenómeno producto de la acción de los humanos, las imágenes tienden a ser más emotivas. Hasta allí, nada que sorprenda.

Pero hay más que eso: el estudio constató que a quienes se les muestran imágenes evocadoras, con mayor carga emocional, terminan mostrando más preocupación por el cambio climático, más apoyo a las políticas para su combate y más probabilidad de actuar a favor del medio ambiente que quienes ven imágenes menos emotivas. Y esto sucede con independencia de sus ideologías políticas. El estudio sugiere que “los algoritmos de búsqueda en internet podrían influir en las opiniones sobre el cambio climático, no solo reflejarlas”.

Las imágenes efectivamente influyen en nuestra acción. Su elección, por tanto, es mucho más que estética.

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