“¡Bienvenida la Navidad a nuestro Helicoide!”. El mensaje de la Policía Nacional Bolivariana en las redes sociales acompaña un video en el que se ve el edificio capitalino iluminado con luces de varios colores. Segundos después, estallan los fuegos artificiales. La paradoja es doble. Por un lado, sobre el Helicoide, la temida sede del servicio de inteligencia del Gobierno, pesan varias denuncias por detenciones arbitrarias y violaciones de derechos humanos, que el Gobierno niega. Y, por otra parte, el adelanto de la Navidad, ya un clásico venezolano, esta vez es aún más polémico, en un contexto económico extremo y en medio de la creciente tensión con Estados Unidos.
Ya los fuegos artificiales y la tradicional iluminación del árbol de Navidad habían comenzado en la Plaza Bolívar, en el corazón de Caracas, muy cerca de las sedes de los poderes públicos del país. Estas mismas instituciones, desde hace ocho semanas, han hecho reiterados llamados a la paz, aunque sus líderes aseguran estar preparados para tomar las armas si fuera necesario.
No es la primera vez que el presidente Nicolás Maduro adelanta oficialmente el inicio de las fiestas decembrinas. En 2013, año en que asumió el poder, anticipó la Navidad para “levantar el ánimo” de la población tras la muerte del presidente Hugo Chávez. Repitió la medida en 2019 y luego en 2020, en plena pandemia y su consecuente crisis económica. Lo hizo también en 2022 y, finalmente, el año pasado, en medio de un contexto de tensión por las elecciones que se habían celebrado en julio, en las que Maduro retuvo el poder entre denuncias de fraude a nivel local e internacional, que él niega.
Además de las decoraciones, las comidas y los festejos, el adelanto de la festividad suele venir acompañado de algunas medidas de incentivo económico, como anticipo de aguinaldos o reparto de paquetes de alimentos.
Pero, esta vez, el ánimo navideño se desarrolla en un contexto político marcado por un discurso bélico creciente entre Estados Unidos y Venezuela, luego del despliegue de ocho buques de guerra y un submarino, que Washington asegura fueron enviados para combatir el narcotráfico, una acción que Caracas califica de amenaza a la paz del país.
Estados Unidos dice que hasta ahora ha destruido en el Caribe cuatro lanchas que presuntamente transportaban drogas.
Este año, el contraste entre la realidad y el imaginario de Maduro es más palpable. Por un lado, se escuchan las gaitas, música venezolana típica de la temporada, y ya están a la venta el pan de jamón y la hallaca, platos emblemáticos de la época. Por otro lado, algunos seguidores de Maduro marcharon este martes hasta la sede de las Naciones Unidas en Caracas con consignas como “No somos un narcoestado”. Mientras tanto, algunos ciudadanos se han inscrito en la milicia bolivariana, un cuerpo civil con entrenamiento militar que incluye el manejo de armas, mientras otros, cansados de la “revolución bolivariana”, ven en la coyuntura la oportunidad de un cambio político.
Para Maduro, el adelanto de la Navidad busca “vacunar al pueblo con el espíritu del Niño Jesús contra los tambores de odio, violencia y guerra del imperialismo norteamericano”. “Vacunados estamos”, afirmó durante un acto oficial en una comuna, y sentenció: “En Venezuela habrá paz, soberanía y felicidad”.
Varios sectores políticos consideran esta celebración anticipada como una provocación en medio de la actual tensión política. Mientras, la mayoría de la población continúa enfocada en sus tareas cotidianas, sin que el espíritu festivo impuesto haya permeado con fuerza.
Entre los comercios, coexisten vitrinas decoradas con motivos navideños y de Halloween. Los negocios incorporan tímidamente adornos y luces, presionados por la posibilidad de ser multados en caso de que no lo hagan, tal como ha ocurrido en años anteriores. Al mismo tiempo, tienen la esperanza de reactivar sus ventas en un momento en el que el consumo está contraído debido a la continua pérdida del poder adquisitivo del bolívar frente al dólar.
Los constantes cambios en la tasa oficial obligan a imprimir varias veces al día los carteles con la tasa de cambio, dificultando aún más las compras y la celebración para muchas familias. Para estos venezolanos, que luchan por acceder a los recursos mínimos de supervivencia, es como no estar invitados a la fiesta. El salario mínimo equivale a unos $US 0,69 y el salario promedio a unos US$ 1,32.
El director de la encuestadora Delphos, Félix Seijas, dijo a CNN que el llamado a adelantar la Navidad no difiere de años anteriores y que es un recurso para crear un clima de tranquilidad. Según Seijas, la Navidad es muy importante para los venezolanos, quienes suelen empezar a celebrar un poco antes que en otros países. A su juicio, el Gobierno utiliza esta estrategia de forma recurrente para distraer la atención.
Las principales instituciones públicas de las ciudades se sumaron al llamado, en algunos casos incluso antes del primero de octubre. La medida también sirvió para mitigar las tensiones de los empleados públicos, quienes son constantemente convocados a movilizaciones en apoyo a Maduro y para rechazar las acciones de Estados Unidos en el Caribe. Estos trabajadores han sido llamados a registrarse en la milicia, de forma a veces forzada, tal como han denunciado algunos. Las acusaciones han sido desestimadas por las autoridades, que aseguran que la participación es voluntaria.
Las luces y los adornos festivos comienzan a llenar las calles, proyectando una imagen de calma que contrasta con la amenaza latente de un conflicto externo en el mar, apenas percibido por la población.
Seijas describe esta paradoja social con una frase: “No es lo mismo llamar al demonio que verlo llegar”. Los venezolanos reconocen la posibilidad de un ataque militar, pero muchos aún lo sienten como un riesgo lejano y difuso, con consecuencias difíciles de dimensionar.
“Jamás hemos vivido algo así en Venezuela”, señala Seijas refiriéndose al despliegue naval y subrayando que la gente en general mantiene sus rutinas y no ha modificado su vida cotidiana ante una crisis que, por ahora, sigue siendo tema de conversación más que una realidad palpable.
Este nuevo adelanto navideño intenta introducir una sensación de calma en un país que enfrenta la inquietante dualidad de convivir con la cotidianidad, mientras la sombra de la creciente tensión entre Washington y Caracas navega como una amenaza tangible en el horizonte.
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