Donald Trump tuitea y Gustavo Petro responde a la par: ambos apelan a la retórica de sus orillas políticas para gobernar y aprovechar la enemistad para justificar sus acciones y motivar a sus bases de seguidores. Pero las consecuencias de la disputa serían costosas, sobre todo para Colombia.
Trump anunció el fin de la ayuda y anticipó la imposición de nuevos aranceles a Colombia (en su posteo puso Columbia) acusando a Petro de permitir la producción masiva de cocaína y de ser un “líder del narcotráfico ilegal”. Petro respondió llamando a Trump “grosero e ignorante” y habló de la defensa de la soberanía colombiana, mientras su Gobierno denunció una “amenaza directa” de Washington y advirtió que acudirá a instancias internacionales.
El quiebre puede marcar un giro drástico en la relación bilateral. Gustavo Petro llamó a consultas a su embajador en Washington, Daniel García-Peña. Y llega en un momento crucial para Colombia, donde ya empezó la campaña electoral para elegir presidente en 2026: toda la disputa Trump vs. Petro es seguida y usada tanto por los seguidores del Gobierno colombiano como sus opositores.
Estados Unidos es el mayor financiador de la seguridad en Colombia y, después del anuncio de descertificación de septiembre —en el que EE.UU. reprendía las acciones de Colombia en la lucha contra el narcotráfico, pero mantenía la asistencia—, que Trump confirme que corta el financiamiento lleva al peor escenario que los expertos apuntaban. Trump pasó de un anuncio simbólico a la acción.
Desde el “Plan Colombia” en 2000, EE.UU. ha brindado asistencia económica y militar significativa, incluyendo recursos para erradicación de cultivos ilícitos y fumigaciones con glifosato. Con la llegada de Gustavo Petro al poder en 2022, Colombia cambió su enfoque hacia la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos y la suspensión de fumigaciones aéreas, aunque los resultados siguen siendo limitados: la producción de cocaína aumentó un 10 % entre 2022 y 2023, y el país es el principal productor mundial.
Los fondos para cooperación son de cerca de US$ 450 millones anuales, aunque Trump no ha especificado qué rubros cortará. El impacto, además de las afectaciones en seguridad en las zonas de producción de coca en Colombia y en última instancia en los consumidores de droga en EE.UU. también se vería en comercio e inversión.
Si hay nuevos aranceles, el impacto en el comercio sería sustancial a su vez. Estados Unidos es el mayor socio comercial de Colombia, el 30% de las exportaciones colombianas son a ese país, según la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex) de Colombia. Petróleo, café, flores, oro, frutas y manufacturas son los principales negocios que dependen de las compras estadounidenses. Un aumento de aranceles encarecería productos clave y afectaría a trabajadores y consumidores.
Además, EE.UU. es el mayor inversor extranjero en Colombia, con flujos de inversión directa que superan los US$ 1.300 millones. Cualquier obstáculo para esas inversiones por motivos comerciales y políticos tendría un perjuicio severo en Colombia.
Tanto Trump como Petro conciben la política como el enfrentamiento de adversarios.
Trump llegó a la presidencia en 2016 con la retórica de que los inmigrantes eran enemigos de EE.UU. —que dejó de ser “great” por eso— y en política exterior todo lo que no se alinea con su visión de derecha es enemigo. Petro lo es, mientras que por ejemplo Javier Milei en Argentina es —como lo llamó Juan Carlos López— un nuevo BFF, que recibe un salvavidas multimillonario en un contexto en que el país sudamericano va a elecciones.
En su campaña contra el narcotráfico, ya con siete ataques contra embarcaciones presuntamente que transportaban drogas en el Caribe, Trump busca cerrarle el cerco a Nicolás Maduro, y afectar a Petro —que si bien se ha distanciado de Maduro recientemente, ha sido un crítico de las acciones estadounidenses y ha dado respaldos al Gobierno de Venezuela en el contexto regional— lo que puede considerarse como un paso coherente en esa campaña internacional.
No le faltan argumentos a Trump: después de todo, internamente a Petro sus opositores lo acusan de darles prebendas a líderes criminales en el contexto de la llamada “paz total”, la política del Gobierno para negociar con todos los actores del conflicto, incluyendo narcotraficantes.
Pero eso es justamente el juego de Petro —a quien EE.UU. Le revocó la visa hace unas semanas—: necesita a su vez un adversario para reivindicar su lucha, la retórica antiimperialista hace parte fundamental de su ideología, un contradictor de los poderes establecidos, un presidente que dice que no lo dejan gobernar, un líder que habla de “amenazas” a su política del “paz”.
Esa dinámica se hizo evidente desde la tensión por el vuelo de deportados a principio de año que llevó a una serie de cruces, amenazas de aranceles e interrupciones en servicios diplomáticos.
La derecha en Colombia ya usa el anuncio de Trump como eje de campaña, como caballito de batalla. El expresidente y líder opositor Álvaro Uribe tuiteó en inglés que el crecimiento del narcotráfico en Colombia, agravado por los acuerdos de paz recientes y la impunidad, está destruyendo al país y amenaza la democracia, por lo que es urgente un nuevo gobierno que revierta esta situación y reconstruya la relación con Estados Unidos. Y los precandidatos Vicky Dávila, Abelardo de la Espriella, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Mauricio Cárdenas se pronunciaron dándole la razón a Trump y criticando a Petro.
Eso es combustible para el discurso de Petro. El precandidato de izquierda Iván Cepeda dice que el presidente de Colombia es “un mandatario digno, que no se arrodilla y que exige que EE.UU. asuma su responsabilidad en el problema del narcotráfico”. Petro busca continuidad de su proyecto político —que llegó al poder en 2022 apalancado con acuerdos con sectores tradicionales, pero con el discurso de la izquierda— y busca apelar a sus bases para darle justificación a esa retórica. Y, en ese sentido, Trump le entrega el terreno para cosechar votos indignados con el sentimiento anti-Trump.
En Brasil, Lula aparentemente ha podido capitalizar sus enfrentamientos con Trump en medio de amenazas arancelarias, la situación de Jair Bolsonaro a mediados de año y el proceso de “deshielo” reciente. Como reporta CNN Brasil, Lula ha salido fortalecido en encuestas recientes tras organizar su encuentro con Trump. En Canadá, el primer ministro Mark Carney llegó casi sorpresivamente al poder apalancado con la unión de los ciudadanos contra los deseos (o declaraciones populistas) de Trump de anexar como estado a Canadá. Carney se benefició de ese contexto y mantuvo en el Gobierno al Partido Liberal, en contraste con el líder de la oposición conservadora, Pierre Poilievre, quien perdió terreno cuando los aranceles de Trump a los productos canadienses y las amenazas a su soberanía transformaron la contienda electoral en una especie de referéndum contra el presidente estadounidense.
Así como ha criticado las acciones bélicas de Trump en el Caribe, tras el fin de la asistencia Petro puede seguir denunciando el intervencionismo estadounidense y la defensa de la soberanía, y también lo usará el candidato de su coalición de caballito de batalla de cara a la elección presidencial.
En días pasados, Trump detalló su decisión de autorizar operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela, lo que generó debate sobre una posible estrategia de cambio de régimen contra el régimen de Maduro. El domingo, Trump avivó las especulaciones sobre nuevas acciones militares estadounidenses, advirtiendo que si Petro no “cerraba estos campos de exterminio” donde se producen drogas, Estados Unidos se los cerraría “y no de forma amable”.
En el discurso antiintervencionista, Petro podría alinearse así más con Maduro y fomentar un ímpetu regional contra las acciones de Estados Unidos. ¿Es un efecto colateral de lo que está haciendo Trump? Así como en Argentina, el presidente de EE.UU. busca que un Gobierno “amigo” llegue al poder en Colombia en 2026, pero mientras tanto Petro y Maduro podrían acercarse.
Y Colombia, sin financiamiento y comercio estadounidense, podría recurrir a China: ya en mayo el Gobierno de Petro firmó un acuerdo de intención con China sobre la Ruta de la Seda en medio de guerra arancelaria de Trump. Con estas decisiones, EE.UU. podría estar llevando a Colombia a mirar más a China para asistencia y comercio.
En tanto, dos presidentes que hacen anuncios por X y se responden mutuamente en redes sociales han llevado una relación bilateral a términos de tensión y distanciamiento históricos. Y, si bien les puede convenir para alimentar su juego político (a ellos y a sus opositores), a los ciudadanos de a pie, principalmente en Colombia, esta disputa podría serles muy perjudicial: más allá de la lucha antidrogas, los millones de dólares del principal socio comercial del país suramericano son cruciales.
En X la confrontación seguirá. ¿Aguantará la economía de Colombia?
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