Mapa de calor: Quiénes son los aliados, rivales y enemigos de Trump en América Latina

La segunda presidencia de Donald Trump en Estados Unidos está reconfigurando el mapa político de América Latina. En un escenario marcado por la expansión económica y diplomática de China, que en las últimas dos décadas multiplicó por más de veinte su comercio con la región, el mandatario republicano parece definir aliados y detractores más por afinidad ideológica que por una lógica de cooperación entre estados.

Con mecanismos coercitivos como la guerra arancelaria, la ofensiva migratoria y el despliegue militar en el Caribe, la política exterior del republicano se volvió más confrontativa que durante su primer mandato, potenciando los vínculos uno a uno y manteniendo a los líderes latinoamericanos en constante alerta.

La región, además, atraviesa una crisis de multilateralismo que propicia el bilateralismo impulsado por Trump. La cumbre de la CELAC-UE en Colombia realizada este fin de semana, a la que asistieron solo nueve jefes de Estado y de Gobierno, de 60 invitados —33 latinoamericanos y 27 europeos—, deja expuesta la dificultad actual para construir alianzas que hagan frente al desafío que plantea la vuelta del republicano a la Casa Blanca.

Con un calendario electoral intenso, con elecciones en Ecuador, Bolivia, Chile, Honduras y Argentina (en este caso de medio término), y en 2026 en Brasil, Colombia, Perú, Costa Rica y Nicaragua, la figura de Trump se transformó en una carta de peso en las campañas domésticas de los países que eligen nuevos presidentes o autoridades.

Sin embargo, analistas consultados por CNN coinciden en que es difícil trazar una estrategia definida. “El MAGA (Make America Great Again) se mueve por impulsos”, explica a CNN Mónica Hirst, doctora en Estudios Estratégicos y profesora en el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. En un momento de crisis del regionalismo y de preferencia creciente por el bilateralismo, “cada vínculo es único, cada relación se negocia de manera directa, sin marcos colectivos”. Y así, concluye Hirst, “de impulso en impulso se va construyendo una nueva realidad que tiene que ver con un nuevo orden global internacional”.

Javier Milei (Argentina) – El presidente argentino es el aliado ideológico por excelencia de la región, un claro exponente de los líderes de extrema derecha en el mundo y con una lealtad explícita hacia Trump. Su propio ministro de Economía, Luis Caputo, dijo que probablemente Milei “era su fan número uno”. Y Trump no solo lo correspondió con elogios -llegó a llamarlo su “presidente favorito”-, sino que también lo apoyó de manera inédita durante la campaña de medio término en Argentina, que resultó en un triunfo rotundo del mandatario sudamericano.

Presionado por los mercados y la escasez de divisas, luego de una derrota contundente en la provincia de Buenos Aires -el distrito con mayor peso electoral del país-, Milei fue recibido en la Casa Blanca semanas antes de la elección nacional. El resultado: fue beneficiado por un rescate inédito y la intervención directa del Tesoro de EE.UU. en el mercado argentino comprando moneda local.

“Lo amo porque él ama a Trump -había dicho Trump sobre Milei meses atrás-, amo a todo el que me ama”. Esa frase podría fundamentar el origen de la afinidad, pero, además, Milei funciona como una carta ejemplificadora de lo que EE.UU. está dispuesto a hacer con los países que se alíen con la administración americana. El contrapunto son las exigencias que ahora pesan sobre Argentina: tanto Trump como funcionarios de su Gobierno dejaron en claro su intención de limitar la presencia de China -uno de los principales socios comerciales de Argentina y con quien tiene un acuerdo de swap- al sur del Continente.

Nayib Bukele (El Salvador) – El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, con su política de mano dura contra el crimen organizado y su estética de presidente antistablishment también se posiciona como un aliado ideológico de Trump. Aunque, durante la campaña, el republicano lo criticó por supuestamente “exportar criminales” a Estados Unidos, la relación se recompuso rápidamente: Bukele fue invitado a la investidura del republicano y luego, se convirtió en el primer mandatario latinoamericano en ser recibido oficialmente en el Salón Oval. A cambio, fortaleció su rol como socio clave en la agenda migratoria al aceptar deportados en su gigantesco Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), consagrándolo como un socio estratégico de Washington.

Daniel Noboa (Ecuador) – Daniel Noboa, presidente de Ecuador, es un aliado clave de la Casa Blanca en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico. Actualmente, presionado por los ataques de Estados Unidos a lanchas con presuntos cargamentos de droga en aguas del Pacífico y el Caribe, busca eliminar la prohibición constitucional para establecer bases militares extranjeras en el país y permitir así instalaciones de Homeland Security. Días atrás, la Secretaria de Seguridad estadounidense Kristi Noem realizó una visita para analizar posibles ubicaciones.

Noboa invirtió dinero para concretar sus ganas de ser un líder cercano a Washington desde la campaña presidencial, a comienzos de año: Contrató una empresa de cabildeo y asesoría para acercarse a la administración Trump. Y su deseo se cumplió: antes del balotaje en el que se consagró ganador frente a la candidata correísta Luisa González, Noboa viajó a Mar-a-Lago y fue recibido por el republicano en un encuentro privado que se interpretó como un claro gesto de respaldo político.

Desde entonces, la relación bilateral se mantiene activa con acuerdos para combatir organizaciones criminales transnacionales e intercambio de información. Recientemente, EE.UU. nombró a las bandas ecuatorianas Los Lobos y Los Choneros como organizaciones terroristas extranjeras, algo que fue celebrado por Noboa como “un apoyo” de norteamérica para “recuperar el país”.

Santiago Peña (Paraguay) – El presidente de Paraguay es otro de los aliados incondicionales de Donald Trump. Consolidó una agenda de cooperación con Washington mediante acuerdos como el de “tercer país seguro” que permite trasladar a Paraguay solicitudes de asilo pedidas en Estados Unidos, convenios de defensa y coordinación regional -como la cumbre de jefes de fuerzas aéreas americanas (CONJEFAMER 2025)- y respaldó la agenda de control migratorio promovida desde la Casa Blanca. Fue el único mandatario sudamericano invitado a la Cumbre de la Paz en Egipto, tras haberse mostrado junto al republicano en una recepción en la ONU que le valió su primera foto internacional con él. En octubre, Estados Unidos levantó las sanciones al expresidente Horacio Cartes, en un gesto interpretado como parte del fortalecimiento del vínculo bilateral bajo la administración Peña.

Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) – Lula Da Silva, el presidente de Brasil, es uno de los líderes históricos de la izquierda latinoamericana. Si bien sostiene una política exterior pragmática y supo construir vínculos a un lado y otro del arco ideológico global, defiende banderas contrarias a las de Trump. De hecho, se posicionó frente al republicano desde antes de que volviera a Washington. En una entrevista con la televisión francesa TF1, apoyó a la candidata demócrata, Kamala Harris, y cuestionó la calidad democrática del ahora mandatario estadounidense. “Vimos lo que hizo al final de su mandato -dijo en referencia al ataque al Capitolio- Estados Unidos se presentaba al mundo como un modelo de democracia y ese modelo se derrumbó”.

Y en ese tono fue el vínculo durante los primeros meses. Trump impuso aranceles del 50% a productos brasileños como presión para que se ponga fin al juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro -quien finalmente fue condenado por intento de golpe de Estado- y Da Silva le respondió que “no fue elegido para ser emperador del mundo”.

Pero, cuando parecía que la escalada entre ambos estaba llegando a un punto de no retorno, luego de cruzarse en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Trump bajó el tono: “Le caí bien, él me cayó bien”, dijo en su discurso.

Así comenzó el deshielo, que continuó con una conversación telefónica entre ambos y, finalmente, un encuentro bilateral en Malasia. Ahora, las negociaciones parecieran encaminarse: “Discutimos de manera franca y constructiva la agenda comercial y económica”, escribió Lula en X. “Nuestros equipos se reunirán para avanzar en la búsqueda de soluciones”. Así, el presidente de Brasil demostró que, para sentarse a negociar con Trump, no necesariamente el camino es la adulación.

Claudia Sheinbaum (México) – El vínculo entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump está atravesado por dos datos ineludibles: México y Estados Unidos comparten más de 3.000 kilómetros de frontera y cerca del 80% de las exportaciones mexicanas dependen del mercado estadounidense. En ese marco de fuerte interdependencia, la presidenta de México busca un equilibrio entre mantener la “cabeza fría” -como ha repetido en más de una oportunidad en sus conferencias matutinas- y reaccionar con firmeza cuando considera que la soberanía de su país está en juego. Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump apostó a tensar la relación: renombró el Golfo de México como “Golfo de Estados Unidos” y presionó con imponer aranceles si no se frenaba el flujo de drogas y migrantes indocumentados. Aunque algunas de esas medidas siguen vigentes, Sheinbaum logró poner en pausa los aranceles más altos y lleva adelante una estrategia que combina cooperación fronteriza con extradiciones históricas -más de 50 narcotraficantes entre enero y agosto de este año-, mientras defiende la soberanía: no aceptó que EE.UU. enviara soldados al país bajo pretexto de combatir al narcotráfico. México navega así entre su dependencia comercial y las exigencias crecientes en materia de migración y seguridad, mientras Trump vuelve a usar el comercio como herramienta de presión política. En ese tablero, Sheinbaum intenta sostener la autoridad interna sin caer en un enfrentamiento abierto con el mandatario estadounidense.

Nicolás Maduro (Venezuela) – No era de esperarse un vínculo próspero entre Nicolás Maduro y Donald Trump. Desde la campaña estadounidense, el republicano calificó de “dictador” al venezolano, continuando con su política de “máxima presión” que mantuvo en el primer mandato. En 2019, Trump aplicó sanciones al petróleo venezolano y desconoció el triunfo de Maduro en las cuestionadas elecciones de entonces. Ahora, en el arranque de su segundo mandato, nombró a Marco Rubio como secretario de Estado -quien acusó a Venezuela de ser “una organización de narcotráfico”- y declaró al Tren de Aragua, una organización criminal nacida en Venezuela, como grupo terrorista. Aunque también hubo gestos pragmáticos, como el envío del emisario Richard Grenell y la licencia a Chevron tras un intercambio de prisioneros, la enemistad terminó por dominar la relación.

Trump autorizó operaciones de la CIA dentro de Venezuela, desplegó tropas y buques de guerra en el Caribe y acusó a Maduro de ser “uno de los narcotraficantes más grandes del mundo y una amenaza para la seguridad nacional”, mientras el mandatario venezolano rechazó las acusaciones y denunció “golpes de Estado orquestados” desde Washington. Con decenas de muertes en ataques estadounidenses a presuntas narcolanchas y una retórica cada vez más hostil, funcionarios del gobierno de Trump dijeron a CNN que el aumento de la presión tiene, además, la intención de forzar la caída de Maduro. Mientras Maduro ensaya un mensaje en inglés de “no a la guerra, si a la paz”, el gobierno de Trump ofrece una recompensa de US$ 50 millones por información que conduzca a su arresto.

Gustavo Petro (Colombia) – Entre acusaciones mutuas de “monstruo”, “narcotraficante”, “hampón”, el vínculo (o la inexistencia del mismo) entre Trump y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, parece irreconciliable. Desde la vuelta del republicano a la Casa Blanca, el colombiano se mostró dispuesto a anteponer su ideología a la diplomacia. Aunque en algunas oportunidades terminó dando marcha atrás sobre sus propios pasos, como cuando Trump amenazó con imponer duros aranceles luego de que el colombiano se opusiera abiertamente a recibir vuelos de deportados, en las generales de la relación, primó la enemistad.

En plena ciudad de Nueva York, durante el viaje de Petro a la Asamblea de la ONU, el colombiano pidió al ejército de EE.UU. que desobedezca al propio Trump, lo que le costó la cancelación de su visa personal, algo a lo que él le restó importancia. Pero no siempre las represalias de su accionar recaen sobre sí mismo: también tienen consecuencias sobre el interés nacional.

Petro, que se prepara para unas elecciones presidenciales en 2026, podría apostar a que el sentimiento nacionalista y un enemigo externo le ayude con su electorado. Pero, en medio de la disputa con Trump, su país es castigado.

Actualmente, el colombiano es la voz más crítica del continente por las acciones militares en el Caribe y el Pacífico, lo que le valió que el republicano lo acuse de “no hacer nada para detener” la producción de drogas en su país y, bajo ese pretexto, Trump anunció que pondrá fin a todos los pagos y subsidios de Estados Unidos a Colombia, lo que implica un quiebre tras décadas de cooperación en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico.

Daniel Ortega (Nicaragua) – Daniel Ortega, el presidente de Nicaragua, figura en la lista de los líderes antagónicos Donald Trump en la región, desde el primer mandato del republicano.

Recientemente, Washington designó al país como “un actor clave en el tránsito de drogas hacia Estados Unidos”, según una resolución emitida por el Departamento de Estado que encabeza Marco Rubio. La medida coincide con las operaciones militares en el Caribe venezolano.

No hay manera de que Ortega no se encuentre en la página del álbum de los enemigos: tiene un discurso abiertamente antiestadounidense y cercanía con Caracas, La Habana y Beijing, convirtiéndose en uno de los principales adversarios ideológicos de la Casa Blanca en América Latina.

Miguel Díaz Canel (Cuba) – El peso de Florida en la política exterior latinoamericana del Gobierno de Donald Trump, con Marco Rubio como uno de sus máximos representantes, no es bueno para Cuba y su presidente, Miguel Díaz-Canel. El secretario de Estado de EE.UU., hijo de exiliados cubanos, es un rotundo adversario del Gobierno comunista en la isla. Y, aunque la relación de Trump y Díaz-Canel tampoco gozó de buena salud en el primer mandato del republicano, esta nueva administración multiplicó las tensiones.

Desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, Washington restableció sanciones económicas, endureció el embargo, reincorporó a Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo y amplió las restricciones migratorias y de visado, en una ofensiva que Rubio justifica como parte de su campaña contra el “trabajo forzado” y la “represión del régimen”.

Mientras que en una entrevista reciente con The Associated Press, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, dijo que Rubio sostiene “una agenda personal” contra la isla.

Gabriel Boric (Chile) – Al presidente de Chile, Gabriel Boric le quedan pocos días como mandatario de su país. Y Washington celebra su salida. En una reciente conferencia de prensa, el Vicesecretario de Estado de los Estados Unidos, Cristopher Landau, dijo que esperan mejorar la relación bilateral ante un posible cambio de color político, de cara a las elecciones presidenciales del próximo domingo.

En estos meses, desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, Boric, adversario ideológico del republicano, mantuvo la rivalidad sin enfrentamientos abiertos.

En los primeros compases de su mandato, cuando la guerra arancelaria sacudía al mundo, amenazado por la posibilidad de aranceles del 50% al cobre, calificó de irracionales las medidas y advirtió que no iba a rendir “pleitesías” ni a rogar que su país quedara exento. Chile, principal exportador de cobre a Estados Unidos -envió en 2024 alrededor de US$ 6.000 millones en ese metal-, finalmente logró evitar los nuevos tributos sin mayores tensiones.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en septiembre pasado, cuestionó a quienes niegan el cambio climático, aunque, a tono con el perfil bajo, prefirió no mencionar nombres propios.

Yamandú Orsi (Uruguay) – El presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, es otro de los mandatarios de la región que elige pasar desapercibido ante Washington. Si bien sus orígenes políticos lo ubican en las antípodas del republicano -su mentor, Pepe Mujica, llegó a calificar el triunfo del republicano como un “desastre de la democracia”-, Orsi se posicionó conciliador en reacción a los aranceles que Donald Trump impuso a su país, el 10% de arancel base, y dispuesto a dialogar. Sin embargo, su posicionamiento ideológico es claro y opuesto a Washington: en la ONU pidió la suspensión de operaciones militares en Gaza y más tarde suscribió a un comunicado de algunos países miembros de CELAC expresando “profunda preocupación” por el despliegue militar “extra-regional en la región”, en relación a la presencia estadounidense en el Caribe.

José Raúl Mulino (Panamá) – El canal de Panamá es central en la identidad nacional de ese país y representa el 23% de los ingresos anuales, según un estudio de IDV Invest.

Por eso, las presiones que Donald Trump ejerció sobre el presidente José Raúl Mulino desde la campaña en Estados Unidos, amenazando con retomar su posesión, marcaron el pulso de ese vínculo. Según el republicano, el paso interoceánico estaba bajo control secreto de China, acusación que tanto Beijing como el gobierno panameño rechazaron.

Pero esas presiones pusieron a Mulino en la disyuntiva de defender la soberanía local sin romper la relación con Washington, su principal socio comercial y mayor fuente de Inversión Extranjera Directa, según datos del Ministerio de Comercio e Industrias de Panamá.

Para Trump, el canal es un punto neurálgico de su disputa geopolítica con China y, aunque Mulino intenta mostrarse pragmático y dice que “la tensión entre Norteamérica y China es un asunto bilateral que no debe involucrar a Panamá”, en estos meses se consolidó como un socio de la Casa Blanca: avaló la venta de los puertos de Balboa y Cristóbal -hasta ahora operados por la empresa hongkonesa CK Hutchison- a un consorcio estadounidense liderado por BlackRock y decidió no renovar el acuerdo de cooperación económica con Beijing sobre la Nueva Ruta de la Seda firmado en 2017.

Rodrigo Paz (Bolivia) – La llegada del nuevo presidente de Bolivia, que asumió el poder este sábado, marca un quiebre con la política exterior de los últimos 20 años casi ininterrumpidos de Gobierno del Movimiento al Socialismo en ese país. El giro representa el fin del alineamiento con Cuba, Nicaragua y Venezuela -en la región-, pero también de Irán, y un acercamiento nítido hacia Washington.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, lo había dicho antes de que se definiera el balotaje que consagró a Rodrigo Paz como presidente electo de Bolivia: los entonces dos candidatos, Paz y Jorge “Tuto” Quiroga, representaban “una oportunidad transformadora”, respecto al vínculo con EE.UU. Y así fue. Durante su discurso de victoria, Paz reveló que recibió una llamada del gobierno estadounidense “a nombre del presidente Donald Trump”, expresando respaldo político y cooperación futura, especialmente en materia de energía e hidrocarburos. Bolivia es uno de los tres países que, junto con Chile y Argentina, conforman el triángulo del litio.

En X, Rubio calificó la elección como un “momento histórico” y dijo que EE. UU. está dispuesto a colaborar en seguridad regional, inversión bilateral y combate al narcotráfico. Se prevé una cooperación bilateral renovada en el combate al narcotráfico, aunque sin el regreso formal de la DEA, expulsada en 2009.

La llegada de Paz al poder en Bolivia, sin dudas, se contabiliza como una figurita más en álbum de aliados de Trump en la región.

Rodrigo Chaves (Costa Rica) – El presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, no solo comparte el nombre con el mandatario electo de Bolivia sino también la lista de países mencionados por Rubio como aliados. En su visita a San José, el secretario de Estado calificó a Costa Rica como “un modelo para lo que queremos ver en otros países de la región” y elogió la decisión del gobierno de excluir de sus licitaciones 5G a empresas vinculadas a China, gesto que fue bien recibido en Washington. Durante la rueda de prensa conjunta, Rubio se comprometió a fortalecer la cooperación en ciberseguridad, telecomunicaciones y lucha contra el narcotráfico, al reconocer que el país enfrenta más de 110 millones de ciberataques al año. Chaves, por su parte, destacó que Costa Rica mantiene conversaciones con Estados Unidos sobre comercio, inversión y migración, y afirmó que su gobierno “está del lado correcto” al consolidar su alineamiento con Washington tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Bernardo Arévalo (Guatemala) – Bernardo Arévalo, el presidente de Guatemala, se calificó a sí mismo como “uno de los socios de confianza” de Estados Unidos y tuvo gestos en ese sentido. Aunque se distanció de las declaraciones de la republicana Kristi Noem, quien tras su visita a Guatemala afirmó que se había alcanzado un acuerdo de “tercer país seguro” -algo que el propio Arévalo desmintió-, el mandatario mantiene una cooperación activa en materia migratoria. Bajo su gobierno, Guatemala aceptó aumentar en un 40 % el número de vuelos de deportación procedentes de EE.UU., incluyendo no solo ciudadanos guatemaltecos sino también migrantes de otras nacionalidades. Además, accedió a recibir menores de edad deportados desde territorio estadounidense, una medida que refuerza los compromisos bilaterales pero también expone al país a los riesgos económicos y sociales asociados a las políticas migratorias más duras de Washington, en un contexto donde las remesas representan cerca del 20 % del PIB.

Xiomara Castro (Honduras) – Aunque el vínculo entre la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó con cierta tensión, luego de que Castro advirtiera que podría cerrar las bases militares estadounidenses en respuesta a las deportaciones masivas, el conflicto se desactivó rápidamente.

Como primer gesto de distensión, Castro acordó con Washington suspender hasta enero de 2026 la denuncia del tratado bilateral de extradición y refrendar su vigencia. En agosto del año anterior, su gobierno había iniciado el proceso para dar por terminado el acuerdo, alegando “injerencia”, pero finalmente la mandataria confirmó en su cuenta de X el entendimiento para mantenerlo en pie.

Honduras también formó parte de la gira latinoamericana de la Secretaria de Seguridad estadounidense, Kristi Noem. Tras ese encuentro, el canciller hondureño, Javier Su Boto, aseguró que “Trump considera a Honduras un país amigo” y que ambos gobiernos acordaron “seguir colaborando mutuamente en temas de seguridad migratoria, fronteriza y en la lucha contra el narcotráfico”. Noem, por su parte, destacó que se alcanzaron nuevos acuerdos para que Honduras reciba solicitantes de asilo.

Con información de Germán Padinger y Gonzalo Zegarra

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