El primer ministro británico, Keir Starmer, se vio obligado este miércoles a abordar los reportes que apuntan a que sus rivales dentro del Partido Laborista conspiran para reemplazarlo como líder, apenas dos semanas antes del anuncio del presupuesto gubernamental, que podría empeorar aún más su ya pésima popularidad.
Varios medios de comunicación británicos citaron a aliados de Starmer a última hora del martes, quienes afirmaron que su puesto podría estar en peligro de forma inminente y señalaron a Wes Streeting, secretario de Salud, como un aspirante cuya “ambición” se veía con “particular sospecha”. Esos mismos aliados informaron que Starmer combatiría cualquier cuestionamiento a su liderazgo.
Streeting desestimó los rumores, a los que calificó como “tonterías contraproducentes”, y dijo a los medios británicos que “no concebía ninguna circunstancia” en la que le haría eso al primer ministro. Acusó a los responsables de las filtraciones —las afirmaciones difundidas a la prensa— de intentar debilitarlo gravemente.
Para la tarde del miércoles, lo que podría haber quedado como un simple rumor político se había convertido en una crisis en toda regla. Acusado por la líder conservadora Kemi Badenoch de propiciar un ambiente tóxico en Downing Street, Starmer se vio obligado a abordar las informaciones que apuntaban a que sus aliados estaban filtrando información negativa sobre altos cargos de su Gobierno.
Starmer declaró ante el Parlamento que no había autorizado dichas filtraciones contra sus colegas. “Los nombré para sus cargos porque son las personas más capacitadas para desempeñarlos”, afirmó. “Cualquier ataque contra cualquier miembro de mi gabinete es completamente inaceptable”.
Esta última crisis que azota al Gobierno se produce antes del anuncio del presupuesto el 26 de noviembre, fecha en la que se espera que el Partido Laborista, para paliar el déficit fiscal, incumpla una promesa electoral clave: aumentar el porcentaje del impuesto sobre la renta por primera vez en medio siglo.
La ministra de Hacienda, Rachel Reeves, ha indicado que tanto las subidas de impuestos como los recortes de gastos serán posibles cuando presente sus planes para el próximo año, con el objetivo de reducir la deuda pública. Esto probablemente provocará nuevos ataques de Nigel Farage, cuyo partido Reform UK, de corte antiinmigrante, viene liderando por meses las encuestas nacionales frente al Partido Laborista.
La popularidad de Starmer se desplomó poco después de la aplastante victoria laborista en las elecciones generales de julio de 2024. YouGov, una empresa de sondeos, afirmó este mes que solo el 17 % de los británicos aprueba la gestión de Starmer como primer ministro, mientras que el 73 % la desaprueba.
La decisión de los aliados de Starmer de filtrar información en contra de Streeting, el ministro encargado de reformar el debilitado Servicio Nacional de Salud británico, desconcertó y tomó por sorpresa a muchos políticos del Partido Laborista y ha generado dudas sobre el control que ejerce el primer ministro sobre su Gobierno en Downing Street.
“La gente está perpleja”, declaró a CNN un diputado laborista, bajo condición de anonimato. “Nadie entiende de dónde viene esta información”.
Los parlamentarios también están desconcertados por el momento en que se filtró la información. Tras un primer año de mandato inestable que convirtió a Starmer en uno de los primeros ministros británicos más impopulares de la historia, los diputados laboristas habían indicado previamente que no lo enfrentarían a una contienda seria por el liderazgo hasta después de las elecciones locales de mayo de 2026, dando así tiempo a su Gobierno para revertir su caída en las encuestas.
Sin embargo, la reunión informativa del martes por la noche planteó la posibilidad de que Starmer enfrente un cuestionamiento por el liderazgo tras la presentación del presupuesto.
A pesar de que Streeting negó estar buscando disputar el liderazgo del Partido Laborista, el martes se creó una página web con el lema “Wes para Líder”. CNN solicitó comentarios a la oficina de Streeting.
Los rumores de un cuestionamiento al liderazgo surgieron por última vez en septiembre, cuando Andy Burnham —exdiputado y actual alcalde del Gran Manchester— lanzó un intento audaz —aunque fallido— de desafiar el enfoque de Starmer en vísperas del congreso anual del Partido Laborista. Sin embargo, derrocar a un líder laborista es difícil, ya que cualquier aspirante necesitaría el apoyo del 20 % de los miembros parlamentarios del partido, lo que significa que 80 legisladores tendrían que ponerse de acuerdo sobre un candidato alternativo.
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