La capitulación de Trump en el caso Epstein revela una inusual debilidad

La saga de los archivos de Jeffrey Epstein está lejos de terminar, incluso después de que el presidente de EE.UU., Donald Trump, repentinamente se retractara el domingo por la noche y dijera a los republicanos que votaran a favor de su publicación.

Pero independientemente de cómo termine todo, el drama en torno a los archivos ha perforado el aura de invencibilidad de Trump dentro del movimiento MAGA como pocas cosas, si es que alguna, lo han hecho antes. Y ha resultado ser un enorme error político no forzado por parte de Trump.

El hombre, que durante una década ha dominado a su base y le ha dicho en qué debe interesarse, ha retrocedido cuando esa base decidió que sus prioridades no coincidían con las suyas propias.

Ese es un momento político notable, y poco afortunado para Trump, especialmente en este momento.

La gran noticia de la noche del domingo fue que Trump pareció ceder después de meses de luchar contra un esfuerzo en la Cámara de Representantes para forzar la publicación de todos los archivos de Epstein por parte del Departamento de Justicia. Se esperaba que un número significativo de republicanos se apartara de la oposición de Trump a publicar los archivos en la votación de esta semana.

“Los republicanos de la Cámara [de Representantes] deben votar para publicar los archivos de Epstein, porque no tenemos nada que ocultar”, publicó Trump en redes sociales, “y es hora de dejar atrás esta farsa demócrata perpetrada por lunáticos de la extrema izquierda con el fin de desviar la atención del gran éxito del Partido Republicano, incluida nuestra reciente victoria sobre el ‘cierre’ demócrata”.

Lo primero que hay que señalar es que esto no es el final del asunto.

Por un lado, Trump suele cambiar de opinión. Por otro, el proyecto aún tendría que ser aprobado por el Senado —donde el líder de la mayoría, John Thune, se mostró indeciso el lunes— y firmado por Trump, aunque ahora es difícil ver cómo el presidente y los republicanos del Senado podrían resistirse a esas cosas. Y por último, las investigaciones que Trump ordenó la semana pasada sobre adversarios políticos vinculados a Epstein aparentemente podrían dar al Departamento de Justicia un pretexto para no publicar todos los archivos.

Pero incluso a los propios aliados del presidente les resultaría difícil no ver esa jugada, dado que el propio Departamento de Justicia de Trump dijo en julio que no había “evidencia que pudiera dar base a una investigación contra terceros no acusados”.

Aun así, el giro de Trump es un momento políticamente significativo, porque sugiere que está tirando la toalla en algo por lo que ha luchado durante meses.

Aunque presentó su nueva postura como alineada con sus comentarios anteriores sobre el tema, claramente es una capitulación.

Trump y el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, lucharon con uñas y dientes contra la petición de desenclavamiento que en última instancia forzó esta votación. La semana pasada, Trump amenazó a los republicanos que se sumaron a ella, llamándolos “estúpidos” y acusándolos de jugar a favor de los demócratas. Los archivos de Epstein fueron el tema central de la reciente ruptura entre Trump y la representante Marjorie Taylor Greene, de Georgia. Y es posible que estuviera a punto de ver a 100 o más republicanos desobedeciéndolo sobre este tema en la Cámara Baja, según estimaciones de los últimos días.

Es probable que Trump finja que esto no fue un rechazo personal hacia él. Pero lo fue. Y es algo verdaderamente notable.

En la última década, ha moldeado un Partido Republicano que giraba principalmente en torno a una cosa: Trump. Lo que él decía, se hacía. No importaba si la idea contradecía décadas de ortodoxia conservadora. No importaba lo que los legisladores republicanos hubieran defendido previamente. No importaba si Trump parecía improvisar sobre la marcha o incluso infringir la ley en el proceso. No importaba si basaba la política en una serie de invenciones. La fe ciega que obtuvo de su base fue inmensa.

Rara vez los republicanos del Congreso han votado en contra de la postura de Trump; cuando lo han hecho, casi siempre ha sido en temas de política exterior.

Pero la saga de los archivos de Epstein ha demostrado que la disposición de la base a tolerar a Trump tiene sus límites, o al menos, los tiene cuando la base se siente lo suficientemente fuerte y cuando el capital político del presidente comienza a decaer.

Eso es lo que resulta especialmente poco auspicioso para el presidente en este momento. No es solo su retirada, sino también las circunstancias y el momento en que ocurre.

Trump no ha sido acusado de ningún delito en relación con Epstein, y no hubo ninguna prueba concluyente en los miles de documentos publicados la semana pasada por el patrimonio de Epstein. Pero no hay duda de que las revelaciones —sobre lo que Trump sabía sobre el delincuente sexual convicto y cuándo lo supo— han sido políticamente perjudiciales para él. Entre ellas se incluyen correos electrónicos en los que Epstein dijo que Trump “sabía sobre las chicas” que Ghislaine Maxwell reclutaba de Mar-a-Lago, y que Trump pasó horas con la víctima de Epstein, Virginia Giuffre, en la casa de Epstein.

A pesar de que esto parece mal para Trump, muchos republicanos en el Congreso aparentemente decidieron que publicar los archivos completos del Departamento de Justicia simplemente no era algo contra lo que pudieran votar. A diferencia de muchas otras cosas, no podían ignorar lo que su base ha estado exigiendo durante mucho tiempo en servicio a la agenda de Trump.

Y quizá lo más importante respecto a la capitulación de Trump, políticamente hablando, es el momento. Es una señal de debilidad en un muy mal momento.

El contexto de todo esto es la aparente fractura de la base MAGA.

Esa base discute hasta qué punto debe erradicar el creciente racismo y antisemitismo en sus filas. Algunos sectores expresan incomodidad con cuán verdaderamente “EE.UU. primero” son algunos aspectos de la agenda de Trump, cosas como rescatar a Argentina y amenazar con ir a la guerra con Venezuela. Otros están preocupados por lo estrecha que ha sido la relación de Trump con las grandes tecnológicas.

Y el episodio con Greene ha sido un dolor de cabeza mayor para Trump de lo que tal vez cualquiera anticipó. Esto se debe en gran parte a que, a diferencia de los muchos republicanos moderados que lo desafiaron anteriormente, la republicana de Georgia está enfrentándose a él en vez de simplemente objetar y desaparecer tímidamente. Además, lo hace desde una posición de credibilidad con la base.

El fin de semana vimos a varios influyentes destacados del mundo MAGA y afines comenzar a distanciarse de la agenda de Trump en las redes sociales.

De alguna manera, Greene parece estar otorgando a porciones de la base MAGA la estructura de permiso para objetar con más fuerza a cosas que antes les incomodaban en silencio.

Y, quizás no por coincidencia, esto también ocurre en un momento en el que el capital político de Trump está en uno de sus puntos más bajos.

Las derrotas republicanas en los procesos electorales de este mes reforzaron el inminente estatus de presidente saliente de Trump y cristalizaron los problemas muy reales del Partido Republicano en un mundo político post-Trump, dado que el partido casi siempre pierde cuando él no está en la boleta.

Dado todo eso, no debería sorprender que algunos republicanos estén tratando de averiguar cómo se ve el próximo capítulo y quizás pasar la página en ciertos aspectos respecto a Trump. Y tal vez sobre ningún tema es más fácil distanciarse de Trump que sobre los archivos de Epstein; encuestas recientes mostraron que los estadounidenses desaprueban la gestión de su administración sobre los archivos por un margen de 3 a 1 y que el 77 % quiere que todos los archivos sean publicados.

Como muestran estas cifras, Trump puso a los republicanos en el Congreso en una posición imposible al pedirles que siguieran su línea. Pero sigue siendo importante que tantos de ellos, por una vez, realmente lo hayan forzado a actuar.

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