Así se capturó la extraordinaria fotografía nombrada «La caída de Ícaro»

Después de seis intentos, Andrew McCarthy logró capturar esta fotografía, a la que tituló “La caída de Ícaro”.

De pie en el lecho seco de lago más grande de Arizona, Wilcox Playa, el astrofotógrafo Andrew McCarthy se mantuvo firme mientras trenes de carga retumbaban cerca, amenazando con arruinar la toma que le tomó meses preparar. El público alrededor de McCarthy observaba una mañana del mes pasado en tenso silencio mientras él intentaba, sin éxito, capturar la imagen perfecta durante seis pasadas de un avión.

Muy arriba, su amigo Gabriel C. Brown estaba sentado al borde de su asiento en el avión, esperando la señal para saltar. “Originalmente, dijimos: si fallamos en el primer intento, puedo aterrizar, volver a empacar, subir y probar de nuevo”, dijo Brown.

Sin embargo, según Brown, el piloto anunció que solo estaría disponible esa mañana.
Con solo una oportunidad más para hacerlo bien antes de que el sol subiera demasiado, McCarthy hizo la cuenta regresiva mientras el avión ascendía a la posición correcta.

Con ese margen de tiempo limitado, Brown le dijo a McCarthy: “No me digas que salte a menos que estés absolutamente seguro”.

Llegó el momento y McCarthy contó: “¡Tres, dos, uno, ya!”

Mientras Brown caía, le preguntó a McCarthy por el auricular conectado a su iPhone: “¿La conseguiste?”

Por fin, McCarthy la capturó: una silueta solitaria congelada frente al rostro texturizado del sol. “Fue perfecto”, dijo McCarthy sobre el intento exitoso.

“Supimos de inmediato que habíamos conseguido algo realmente especial”.

De niño, la habitación de McCarthy estaba cubierta de planetas fosforescentes y llena de juguetes espaciales. A los siete años, salía al patio trasero con su padre y un telescopio, para observar Saturno y Júpiter. Estaba cautivado, recordó, aunque en ese momento no comprendía del todo lo que veía.

Años después, cuando McCarthy se describía como “un adulto con un aburrido trabajo de oficina” y “US$ 500 para gastar”, decidió comprar otro telescopio. Luego miró al cielo y se sintió abrumado por “esa sensación de que yo era muy, muy, muy pequeño, pero también, como, muy significativo”, dijo. “Pensé: wow, soy parte del universo y tengo la conciencia suficiente para apreciar su belleza, y aquí estoy presenciándolo. Así que quise compartir ese momento con la gente”.

Ansioso por capturar y compartir esa maravilla, presionó un viejo iPhone contra el ocular del telescopio y tomó una foto borrosa. Insatisfecho, improvisó adaptadores para conectar una cámara al telescopio.

Las fotos no eran muy buenas, dijo, pero tomarlas le calmaba la inquietud. “Pensé: quiero hacer esto aún más”.

Así que dio un salto de fe y decidió dedicarse a ello profesionalmente, con la misión de ayudar a otros a compartir su asombro: la sensación de ser pequeño pero conectado a algo inmenso.

Durante los siguientes seis años, los proyectos de McCarthy se volvieron más complejos.
Después de fotografiar un cohete cruzando el sol, comenzó a buscar un nuevo desafío.

No fue hasta su primera experiencia de paracaidismo que McCarthy decidió su siguiente proyecto y se asoció con Brown, un entusiasta paracaidista, para dar vida a una nueva idea.

“Se me ocurrió la idea porque acabábamos de terminar un salto en paracaídas. Dijimos: ¿y si alguien salta de un avión frente al sol?”, contó McCarthy.

Parecía casi imposible. Para lograr la toma perfecta, el sol debía estar bajo, el saltador alto y McCarthy posicionado exactamente donde sus trayectorias se alinearan.

Cuando el piloto llevó el avión a la posición perfecta entre el sol y la cámara, los telescopios actuaron como espejos y enviaron un destello brillante de luz solar, indicando al piloto que estaban alineados.

Para McCarthy, el nombre no se trata de una tragedia, sino del poder de la naturaleza en comparación con nuestra propia pequeñez. El sol, explicó, es un ejemplo perfecto de una fuerza que no podemos controlar. No importa lo que hagamos, sigue brillando.

La leyenda de Ícaro cuenta la historia de un joven que escapó de la prisión junto a su padre, Dédalo, volando con alas hechas de plumas y cera. Antes de partir, Dédalo advirtió a su hijo que no volara demasiado alto, donde el calor del sol podría derretir la cera, ni demasiado bajo, donde el rocío del mar mojaría las alas haciéndolas demasiado pesadas para volar.

Ícaro, embriagado por el poder de volar, ignoró la advertencia y subió más alto, hasta que el sol ablandó la cera y lo hizo caer al mar. El mito se ha convertido en un símbolo tanto de la ambición humana como de nuestros límites. La foto, dice Brown, es un “testimonio del logro humano, pero también de la soberbia humana”.

Pero el arte no solo está definido por quienes lo crean. “Prefiero ver qué piensa la gente cuando la mira”, dijo McCarthy.

Connor Matherne, otro astrofotógrafo que trabajó en un proyecto anterior con McCarthy, vio la imagen publicada y supo: “Lo ha hecho de nuevo. Esta es otra foto espectacular, realmente supera los límites”. El trabajo de McCarthy es visto como un referente para los astrofotógrafos, inspirando a otros a intentar lo que parece imposible, añadió.

Sin embargo, McCarthy dijo que gran parte de la discusión en línea sobre su foto cuestionaba su autenticidad, un desafío que muchos astrofotógrafos enfrentan con el auge de la IA y las herramientas de edición avanzadas.

Anticipándose al escepticismo del público, McCarthy grabó imágenes detrás de cámaras mientras se preparaba y capturaba la toma. También hizo públicos los detalles de su trabajo de postproducción usando apilamiento de imágenes: alineando y combinando miles de fotogramas para afinar los detalles del sol y reducir el ruido.

“Puede ser frustrante dedicar 40 horas a una foto solo para que la gente la descarte como falsa”, señaló Matherne. Pero para Matherne y McCarthy, la alegría proviene de capturar y compartir momentos reales que revelan la belleza oculta del universo.

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