«Ya construí una nueva vida»: la diáspora venezolana no pierde la esperanza, pero regresar al país se ve cada vez más lejos

Desde hace seis años, cuando salió de Venezuela y llegó a Miami, este venezolano de 51 años dice que todos los días piensa en su país. El exilio profundizó su amor por su patria y su voz transmite los sentimientos más diversos: desde la alegría al recordar su casa, la tristeza por lo que dejó atrás y también la ilusión de que el país en el que creció vuelva a ser “pujante”.

“Soy un enamorado de Venezuela a ultranza”, dice a CNN. Es instructor y da clases en esa ciudad de Florida. Pide no dar su nombre ni más detalles sobre su actividad laboral por temor a represalias.

Como él, cerca de 8 millones de venezolanos dejaron su país en los últimos años por la crisis económica y la inestabilidad política, y hoy, desde otros países de Latinoamérica o en Estados Unidos, ven lejana la posibilidad de regresar a su tierra natal.

Algunos de ellos, entrevistados por CNN, dijeron incluso que, aunque el Gobierno del presidente Nicolás Maduro ya no estuviese en el poder, tampoco pensarían en dejar los países en los que se exiliaron. Hablan del reto de una reconstrucción social que, creen, llevaría años.

No es nada sencillo reconstruir una vida. “Mi familia está arraigada ya en este, mi nuevo país”, dice Susana, que vive en California. Alrededor de 1,1 millones de venezolanos viven en Estados Unidos, según cifras de 2024 de la Oficina del Censo.

El Gobierno de EE.UU. ha tomado medidas para poner fin al Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) o revertir la extensión de esas protecciones para Venezuela, entre otros países. Aunque los especialistas señalan que cada caso es particular, muchos venezolanos con ese beneficio podrían quedar en riesgo de ser deportados.

Algunos dicen que volver a Venezuela sería como pasar por una nueva migración, algo que ya afectó su tranquilidad una vez y no quieren revivir.

“Para regresar a Venezuela tendría que suceder algo muy grande. Un cambio no solo de gobierno, sino de mentalidad”, dice Gustavo Páez, gerente de una empresa de cuidado de la salud. Llegó a California en 2016 con su esposa y sus dos hijos.

A más de 9.000 kilómetros de distancia, una joven venezolana coincide con esa idea. Joandre está en Buenos Aires desde agosto de 2016, cuando tenía 21 años. Como ella, varios entrevistados han pedido no ser plenamente identificados por temor a represalias.

“Yo ya construí una nueva vida en este país, gracias a Dios y gracias a Argentina y los argentinos”, dice. Pero cuando piensa en un futuro lejano, Venezuela vuelve a ella: “Me imagino vivir mi vejez en Venezuela”.

Tiene su propio negocio en la capital de Argentina y gran parte de su familia también vive allí. Desde que salió de Venezuela, hace más de nueve años, no ha regresado. Dice que, en el día a día, no está al pendiente de lo que pasa en su país y, aunque le afecta y le duele, explica que es para mantener “la cabeza fría” y seguir adelante.

En los últimos meses, la tensión entre Venezuela y Estados Unidos ha escalado de forma constante.

El Gobierno del presidente Donald Trump mantiene una campaña de presión en el Caribe con el despliegue de buques militares, ataques a presuntas embarcaciones con drogas en las que murieron decenas de personas y la designación del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como integrante de una organización terrorista extranjera. Trump dejó clara su intención de presionar a Maduro y su Gobierno y afirma estar trabajando para reducir el flujo ilegal de inmigrantes y drogas. La posibilidad de un cambio de régimen es un efecto secundario de esta campaña.

“Vivimos con mucha ansiedad, pendientes del teléfono por lo que va a pasar, preguntándoles a nuestras familias qué pasa allí. En el fondo de mi corazón siento que algo va a cambiar en mi país”, dice a CNN Vanessa Pennacchio, peluquera que vive en Quito.

Los venezolanos que hablaron con CNN ven con preocupación lo que sucede en el país y muchos de ellos tienen a alguien de su familia que aún está en Venezuela, pero también creen que ni siquiera un cambio de régimen sería suficiente.

“Más que un cambio de régimen (hace falta), un cambio en la mentalidad del venezolano de a pie, que será uno de los grandes males dejados por esta etapa oscura de nuestra historia, la ideologización”, dice Susana desde California.

Al igual que ella, otros vislumbran un largo camino hacia la posibilidad de regresar. “Hoy no pienso en el regreso ni siquiera con un cambio en el mediano plazo”, agrega Alejandro Méndez, que desde hace 10 años vive en Colombia. “Hay gente más optimista que yo, que cree que todo podría volver a ser como antes. Pero no sé si sea tan fácil recuperar al país desde lo moral, lo económico y lo institucional”, agrega Méndez, padre de tres hijos.

En su nuevo hogar, Méndez encontró la posibilidad de profesionalizarse en marketing digital, algo que antes no había logrado en Venezuela, dice. Sus hijos ya están arraigados en ese país, otro factor decisivo para proyectar un futuro en Colombia, donde viven 2,8 millones de venezolanos, según datos de Migración Colombia.

María Eugenia Fuenmayor, en Colombia, cuenta que dejó Venezuela hace poco más de un año y medio porque ya no tenía oportunidades de trabajo. Sigue de cerca lo que pasa entre Estados Unidos y su país, pero no cree que eso desencadene un cambio que beneficie al pueblo venezolano. “La principal dificultad es que en Venezuela no se vislumbra una transición fácil”, dice.

Fuenmayor, consultora empresarial, cree que si el mandatario venezolano deja de gobernar el país eventualmente, lo que siga será igualmente complejo. “La era posMaduro será también larga y complicada. Hay muchos intereses en juego y la oposición está fragmentada”, dice. Apoya a María Corina Machado, principal dirigente de la oposición, pero opina que se necesita mucho más que su liderazgo para construir.

Yesika Baker llegó a Nueva Orleans hace 25 años por su trabajo en una cadena hotelera y luego se mudó a Los Ángeles, donde es comerciante en el sector de la gastronomía.

La posibilidad de regresar a Venezuela siempre es una pregunta que se hace, dice. “Yo ya tengo mi vida aquí, pero me gustaría ir”. Quiere que su hijo de 18 años conozca el país.

Añade que sí evaluaría volver si viese cambios en el Gobierno. “Que sea la Venezuela de antes, de 30 años atrás. Próspera”, dice mientras sonríe. En su recuerdo de esos años, ve una Venezuela “contenta”.

En estos relatos de venezolanos también hay desilusión y desconfianza: la inestabilidad política y la escasa credibilidad en las instituciones aparecen una y otra vez. Los anuncios del Consejo Nacional Electoral que dieron como ganador al oficialismo en las elecciones presidenciales de 2024, rechazados por la oposición y la comunidad internacional, generaron protestas en las calles en las que hubo al menos 25 muertos y miles de detenciones, según un informe de Amnistía Internacional.

En esos comicios, las autoridades electorales proclamaron ganador a Maduro sin publicar los resultados detallados.

“Siento que a los venezolanos se nos ha mentido tanto por tanto tiempo que ya no sabemos ni quién es oposición ni quién es el oficialismo”, dice Joandre en Buenos Aires. “Sería muy difícil confiar en alguien”.

Cruzando el Río de la Plata, Zoe Ojeda lleva una vida tranquila en Montevideo desde hace 10 años. Desde que salió de Venezuela decidió no regresar. No está dispuesta a afrontarlo, dice esta mujer de 39 años, menos ahora que es madre de dos niños pequeños. “Creemos que volver sería otra migración, que tiene un costo alto de paz mental y tranquilidad”.

Marlene Rodríguez también vive en la capital de Uruguay, donde trabaja en una empresa de logística. Habla de un “saneamiento” necesario para quienes viven en Venezuela y quienes quieran regresar, aunque ella dice no tener expectativas de volver. Dice que quien lidere cambios en Venezuela deberá “inspirar y llenar de esperanza a un pueblo que está golpeado y deprimido”.

“Hay cosas que en veinte años calaron mucho y generaron un deterioro a nivel social y eso solo se verá, a mi parecer, en décadas”, dice a CNN.

Ojeda coincide y agrega que ese proceso de cambio “seguro tendrá reveses” en el tiempo. Ella imagina un cambio apuntalado por líderes que presenten propuestas serias, sostenibles y reales para evitar caer en la repetición de soluciones “poco serias, sin profundidad”.

Nacido en Caracas, Alfonso Márquez dejó el país en 1990. En su forma de hablar inglés se registran las marcas de su acento, pero son casi imperceptibles. Cuando llegó a Los Ángeles, hace 35 años, se sentía “un unicornio” porque casi no se encontraba con otros venezolanos que vivieran allí, dice.

Con los años eso cambió. Asegura que no regresaría a Venezuela y tampoco cree en la posibilidad de un cambio de Gobierno. “No confío en ellos”, dice al referirse tanto al oficialismo como a la oposición.

Márquez habla con CNN en la puerta de un restaurante de comida venezolana, donde fue a almorzar con sus hijos. Cuenta que les habla sobre el país y sus tradiciones. “Venezuela es un hermoso lugar, pero para nosotros es muy difícil regresar y soportar la situación”.

Mientras tanto, a la distancia también se reconstruye la pertenencia, y hay quienes han encontrado la forma de sentirse en casa lejos de casa al ser parte de una comunidad venezolana. Sostienen un vínculo con sus tradiciones, como contaron a CNN niños de familias venezolanas de entre 6 y 12 años que viven en Argentina, donde siguen comiendo sus comidas típicas y aprenden a bailar sus danzas tradicionales, como el joropo.

En Doral, una ciudad de Florida, hay otro ejemplo de comunidad venezolana. Allí viven alrededor de 27.000 venezolanos, que representan cerca del 40 % de los habitantes. “Para nosotros, los venezolanos, es algo increíble aquí. Vas al mercado y todo el mundo está hablando español. Vas a comer algo y consigues tequeños, arepas, que es nuestra comida”, explicó a CNN Ana Cristina Barreto, agente de bienes raíces y venezolana, que llegó a Doral en 2015 con su familia.

La esperanza de que la diáspora venezolana regrese al país en el futuro sigue latente para muchos. Desde Miami, el instructor venezolano se aferra a eso. “Mucha gente joven me imagino que no vivió la Venezuela buena, productiva, que era pujante”, dice. “Venezuela es un país próspero, hay que reconstruirlo desde cero”.

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