¿Puede el ciclismo afectar negativamente tu vida sexual? La experiencia y opinión de un especialista

El Dr. Jamin Brahmbhatt es urólogo y cirujano robótico en Orlando Health y profesor adjunto en la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida Central.

Durante la pandemia, hice lo que muchas otras personas: compré una bicicleta fija. Me uní a las clases grupales, superé la resistencia y pedaleé para mejorar mi salud. Después de unas semanas, comencé a notar algo inesperado: una presión sutil e intermitente cerca de la próstata que persistía durante todo el día.

Como urólogo, saber lo que esas sensaciones a veces pueden indicar solo me generó más ansiedad.

¿La bicicleta estaba irritando algo importante? ¿Era el comienzo de un dolor crónico de próstata o incluso de problemas en la intimidad? La preocupación aumentó tanto que dejé de andar en bicicleta y finalmente la vendí. Ese miedo es algo que escucho de mis pacientes constantemente: ¿el ciclismo está causando mis problemas de próstata o de erección? La respuesta científica es que probablemente no.

En mi caso, y en muchos otros, el problema no era la bicicleta ni el ejercicio. Era mi postura y mi estado mental.

La próstata se encuentra justo debajo de la vejiga y rodea la uretra. Está ubicada en lo profundo de la pelvis, directamente encima del perineo (la zona blanda entre el escroto y el ano). Cualquier cosa que irrite esa región, incluida la presión, los músculos tensos o estar sentado durante mucho tiempo, puede crear sensaciones que los hombres interpretan como “dolor de próstata”.

El ciclismo concentra el peso corporal en el perineo, donde se encuentran el nervio pudendo, los principales vasos sanguíneos y los músculos del suelo pélvico. Los nervios principales que intervienen en las erecciones también recorren la superficie externa de la próstata, por lo que la irritación en los tejidos circundantes puede sentirse como un problema de próstata o de función sexual, incluso cuando la glándula en sí está normal.

Un asiento de bicicleta estrecho o tradicional puede presionar estas zonas sensibles durante largos períodos, creando ardor, presión o una sensación de magulladura. Esa incomodidad es real, pero no se trata de que la próstata o los nervios circundantes estén dañados. El ciclismo afecta los tejidos alrededor de la glándula, no a la glándula en sí. Esto coincide con lo que señalan las últimas directrices de la Asociación Estadounidense de Urología: la presión perineal y estar sentado durante mucho tiempo son factores desencadenantes del dolor pélvico y escrotal, no de una lesión real de la próstata.

La prostatitis es uno de los diagnósticos más incomprendidos en mi especialidad. La forma bacteriana grave —la que causa fiebre, escalofríos e intensos síntomas urinarios— es poco frecuente. Con mucha más frecuencia, a los hombres se les diagnostica prostatitis, incluso cuando no hay infección. Sus síntomas se deben a la irritación o tensión de los músculos del suelo pélvico, hipersensibilidad nerviosa, estrés o permanecer sentados durante mucho tiempo, problemas que no se detectan en los análisis ni en los cultivos de orina. La sensibilidad en estos músculos se observa en un número significativo de hombres con dolor pélvico, lo que ayuda a explicar por qué los síntomas pueden ser tan similares a los de la inflamación de la próstata.

El ciclismo puede agravar la presión de estos músculos en algunos ciclistas, especialmente si permanecen sentados durante todo el recorrido o si son principiantes. La molestia resultante puede ser idéntica a la de una verdadera inflamación de la próstata, aunque la próstata en sí esté sana.

El miedo a la disfunción eréctil suele aparecer en el momento en que los hombres sienten presión o entumecimiento en la región pélvica después de un paseo en bicicleta. Estudios antiguos plantearon la preocupación de que el ciclismo pudiera reducir el flujo sanguíneo al pene. Estos primeros estudios acapararon titulares, y muchos hombres todavía asumen que existe una relación directa entre el ciclismo y la disfunción eréctil, pero esto no es necesariamente cierto.

Investigaciones recientes demuestran que el ciclismo regular no aumenta el riesgo a largo plazo de disfunción eréctil. De hecho, muchos ciclistas reportan una mejor función sexual que quienes no practican ciclismo, principalmente porque el ciclismo o cualquier ejercicio puede mejorar la salud cardiovascular. Es posible que se produzca entumecimiento u hormigueo temporal después de un paseo largo o intenso, pero generalmente desaparece rápidamente una vez que se alivia la presión.

Las erecciones dependen de vasos sanguíneos sanos, nervios que funcionen correctamente y hormonas equilibradas que actúen en conjunto con factores psicológicos como el estrés y la excitación. Las afecciones crónicas como la diabetes, la presión arterial alta, el colesterol alto y las enfermedades cardíacas se encuentran entre las causas más comunes de disfunción eréctil, ya que reducen el flujo sanguíneo al pene. Fumar, el sedentarismo, la obesidad, el estrés y ciertos medicamentos también influyen significativamente en la calidad de las erecciones.

La testosterona afecta la libido y la energía, pero rara vez es la única causa de disfunción eréctil. Esta última suele ser un problema que afecta a todo el cuerpo, no un problema relacionado con el ciclismo. Y como se mencionó anteriormente, los beneficios cardiovasculares del ciclismo a menudo mejoran la función eréctil en lugar de perjudicarla.

Aunque el ciclismo no cause daño permanente, aún puede provocar sensaciones temporales en los ciclistas durante o después de un paseo. Estas sensaciones se deben a la forma en que el cuerpo interactúa con el asiento: el tiempo que se permanece sentado, la postura y el estado de los músculos pélvicos para soportar la presión en esa posición.

La forma de pedalear también es importante. Las bicicletas estáticas a menudo mantienen al ciclista en una sola posición durante períodos prolongados, especialmente durante las subidas con alta resistencia, lo que puede aumentar la presión pélvica. Esto es diferente al ciclismo al aire libre, que naturalmente distribuye el peso: se pedalea de pie, se ajusta la postura durante las subidas y bajadas, y se mueve con mayor libertad, lo que permite que los músculos pélvicos descansen brevemente. Las bicicletas eléctricas brindan asistencia durante los esfuerzos más intensos y pueden limitar la inclinación hacia adelante, pero aún dependen de un ajuste adecuado del asiento y una postura correcta.

Factores como la forma del asiento, la altura del manillar y el tiempo ininterrumpido sentado determinan la cantidad de presión que absorbe la pelvis. Los ciclistas principiantes tienden a notar estas sensaciones con mayor frecuencia simplemente porque sus cuerpos aún no se han adaptado a períodos prolongados en el asiento.

Algunos hombres pueden notar los síntomas pélvicos más que otros. Los ciclistas con antecedentes de problemas lumbares, rigidez de cadera, estrés crónico, ansiedad o dolor pélvico previo suelen tener músculos del suelo pélvico más sensibles. Los hombres con trabajos de oficina que permanecen sentados durante largas horas también pueden sentir la presión del asiento con mayor intensidad cuando comienzan a practicar ciclismo. Estos síntomas no significan que se esté produciendo algún daño, pero sí que su cuerpo podría necesitar más atención en cuanto al ajuste de la bicicleta, la postura y el aumento gradual del kilometraje.

La mayoría de las molestias relacionadas con el ciclismo mejoran con ajustes en lugar de suspender la actividad. Los asientos con orificios centrales o diseños divididos reducen la presión en las zonas sensibles, y pequeños cambios en la altura, la inclinación del asiento o la posición del manillar pueden aliviar la presión sobre el perineo.

Levantarse brevemente cada 10 o 15 minutos, usar pantalones cortos acolchados y aumentar el kilometraje gradualmente también puede ser útil.

Si los síntomas persisten, la fisioterapia del suelo pélvico es uno de los tratamientos con mayor respaldo científico disponible. El objetivo no es dejar de andar en bicicleta, sino pedalear de una manera que brinde comodidad, proteja los tejidos circundantes y permita que el cuerpo se adapte de forma segura con el tiempo.

El entumecimiento persistente, las molestias que duran horas o días después de andar en bicicleta, las erecciones dolorosas o los nuevos cambios urinarios deben ser evaluados por un médico. Estos síntomas suelen ser tratables y no implican una lesión permanente.

Los ajustes en el equipo, un breve descanso o la terapia específica suelen resolver el problema.

Los síntomas persistentes no deben ignorarse, pero tampoco deben causar pánico. La mayoría de los ciclistas mejoran con cambios sencillos.

Andar en bicicleta no dañó mi próstata ni afectó mi salud sexual, pero las sensaciones que sentí fueron reales, y el miedo es algo que escucho de otros hombres todas las semanas. Comprender cómo la presión del asiento interactúa con el suelo pélvico y los nervios puede ayudarte a pedalear con mayor comodidad e interpretar las nuevas sensaciones sin pensar en lo peor.

Pensándolo bien, probablemente no necesitaba vender mi bicicleta. Lo que necesitaba era un asiento mejor, algunos ajustes y recordar no entrar en pánico en cuanto sintiera algo diferente en la pelvis.

Sé que muchos hombres reaccionan de la misma manera que yo: primero el miedo, luego los hechos. No tienes por qué hacerlo. Con la configuración adecuada y un poco de conciencia, el ciclismo puede seguir siendo parte de tu rutina sin poner en riesgo tu próstata ni tu salud sexual.

Y esto no se trata solo de ciclismo. Cualquier ejercicio nuevo conlleva un período de adaptación, y es normal sentir molestias desconocidas mientras el cuerpo se adapta. Un poco de preparación, una buena técnica y pedir ayuda cuando la necesites te permitirán mantenerte activo de forma segura.

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