Historia, riquezas, rivales, aliados, armas y divisiones: esto debes saber sobre Venezuela en plena tensión con EE.UU.

En una América Latina donde los gobiernos cambian con cada elección y dónde nada parecer durar, hubo una sola certeza en estos últimos 25 años: la Venezuela chavista –y petrolera– y su constante enfrentamiento con Estados Unidos.

Este año, la tensión alcanzó niveles no antes vistos, tras el despliegue militar estadounidense en el Caribe, los ataques a botes presuntamente cargados con drogas – y ligados por Washington a Venezuela– y la estrategia del presidente Donald Trump de ejercer presión máxima sobre su par, Nicolás Maduro, y sobre el petróleo, la línea de vida venezolana.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

A continuación, una radiografía para entender la Venezuela contemporánea; su historia, sus riquezas, sus alianzas y su delicado equilibrio interno de poder, mientras crece la tensión con Estados Unidos un día después de conocerse el primer ataque de la CIA en tierra venezolana.

Nombre oficial: República Bolivariana de Venezuela

Geografía: Venezuela tiene una extensión territorial de 912.050 kilómetros cuadrados, según el Banco Mundial. Colinda al norte con el Caribe y el océano Atlántico; al oeste, con Colombia; al sur, con Brasil, y al este, con Guyana.

Población: Al cierre de 2023, el país tenía una población de 33.800.393 personas, según el Instituto Nacional de Estadística. El Instituto prevé que 2025 termine con 34,4 millones de habitantes.

Migración: Al menos 7,9 millones de venezolanos han migrado del país en busca de protección o de mejores condiciones de vida, según cifras de la ONU. La mayoría de esos migrantes se han establecido en países de Sudamérica como Colombia, Perú o Chile.

El presidente Nicolás Maduro juramentó en enero de 2024 un nuevo mandato hasta 2031, luego de unas elecciones cuestionadas por la oposición y por varios gobiernos de la región. Lleva casi 13 años en el poder desde la muerte de su “padre político”, Hugo Chávez, quien gobernó por casi 14 años.

Estos son los presidentes que gobernaron el país desde 1958, cuando cayó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

La principal fuente económica de Venezuela es el petróleo, en un modelo productivo poco diversificado. El país cuenta con la mayor reserva de crudo extrapesado del mundo, una variedad que requiere un proceso más complejo y costoso, pero que es también compatible con las refinerías estadounidenses.

A pesar de las sanciones, las exportaciones de crudo subieron en 2025 a un promedio de más 900.000 barriles diarios, según la OPEP, por encima de lo producido en los últimos tres años. Sin embargo, la caída de inversión y mantenimiento es notoria, ya que esa cifra es menos de la mitad de lo que bombeaba Venezuela en 2013, y menos de un tercio de los 3,5 millones de barriles diarios producidos antes de la llegada de Chávez en 1999.

Asociada a esta industria (y también con baja inversión y exploración) está la exportación de gas. La Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA) estima que Venezuela tiene reservas de 5,5 billones de metros cúbicos de gas natural, lo que representa el 73 % de los yacimientos en Sudamérica.

En la última década, ante la caída de la renta petrolera, el Gobierno intentó dar mayor vuelo a la minería y estableció el Arco Minero del Orinoco como una “zona de desarrollo estratégico” para impulsar la explotación de la zona, con grandes reservas de oro, coltán, hierro y bauxita.

Sin embargo, es una zona con más actividad artesanal que industrial y con amplia presencia de grupos criminales y contrabandistas.

Hasta 2023, Estados Unidos era el principal destino de las exportaciones de Venezuela, con USD 3.810 millones anuales (principalmente petróleo), según el Observatorio de Complejidad Económica, un puesto que no ocupaba desde el 2018; era seguido de China (US$ 739 millones) y España (US$ 670 millones).

Sin embargo, la ecuación volvió a cambiar a mediados de 2024, cuando Washington endureció las sanciones comerciales sobre Caracas, con la excepción de algunas licencias petroleras. Desde entonces, Venezuela se apoyó más en otros socios como China, Rusia, India y Turquía, aunque el Gobierno no ha publicado cifras oficiales recientes que reflejen ese giro. Por ejemplo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo en mayo que el intercambio comercial con Venezuela creció un 64 % en 2024.

Por su parte, China informó que en 2024 las exportaciones de Venezuela tuvieron un crecimiento interanual del 119 %, según cifras de la Administración General de Aduanas china, con un descenso moderado en el primer semestre de 2025.

Desde inicios del siglo XXI, Venezuela ha establecido alianzas y estrechos vínculos con países que manifiestan una oposición al liderazgo regional y global de Estados Unidos, con los que forma parte de un eje revisionista.

En América Latina, sus aliados más estrechos son Cuba y Nicaragua y forman un conjunto de tres de los países más autoritarios y políticamente aislados de la región. “Se perciben como necesarios mutuamente”, dijo a CNN el politólogo venezolano Ángel Álvarez. Caracas tuvoi vínculos más sólidos con otros gobiernos izquierdistas, como el del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el mandatario de Colombia, Gustavo Petro, pero estas naciones tomaron distancia tras las elecciones presidenciales de 2024. Sin embargo, algunos puentes volvieron a tenderse con muestras de apoyo de Brasilia y Bogotá frente al despliegue militar de EE.UU. en torno a las costas de Venezuela.

Caracas también tiene otros aliados de menor tamaño en el Caribe, forjados en la época de mayor bonanza petrolera, aunque en noviembre sufrió dos reveses con la derrota del oficialismo en Honduras y en el archipiélago de San Vicente y las Granadinas. Unos meses antes también lamentó la derrota en Bolivia del gobernante Movimiento al Socialismo, con el que tenía un vínculo estrecho.

Por fuera de la región, Maduro ha consolidado las relaciones con dos potencias como China y Rusia. En noviembre, el líder chavista aseguró que el vínculo con Beijing es de “confianza profunda, amplia y estable” y agregó que está trabajando para profundizar la cooperación con Moscú. Además, Venezuela ha afianzado la diplomacia con Irán, otro país que se opone a la Casa Blanca. Sin embargo, analistas consultados por CNN ven remota la posibilidad de que estos actores se involucren en un eventual conflicto militar con Washington.

Las principales posiciones de poder en el oficialismo de Venezuela, pilares en la estructura de Gobierno de Maduro, son ocupadas por personas que tienen años jugando un rol protagónico en la política del país sudamericano. Algunas de ellas, como Diosdado Cabello o Jorge Rodríguez, desempeñan papeles clave desde tiempos del fallecido presidente Hugo Chávez.

Las tensiones entre Venezuela y Estados Unidos se han extendido a lo largo de todo 2025. El 10 de enero, Maduro inició su tercer mandato presidencial luego de las controvertidas elecciones de julio de 2024. Trump comenzó su segunda presidencia unos días después, el 20 de enero, y desde entonces ha ejercido diversas presiones.

Tras llegar a la Casa Blanca, Trump dijo que considera que Maduro no es un gobernante democráticamente electo. También anunció una política de deportaciones masivas, con el argumento de que muchos migrantes que llegan a EE.UU. —incluyendo a los venezolanos— llevan crimen y otros males a su país, y designó al Tren de Aragua como organización terrorista transnacional.

Maduro, por su parte, dijo que su Gobierno es legítimo, rechazó que los migrantes venezolanos sean criminales y afirmó que las autoridades venezolanas combaten al Tren de Aragua. El mandatario incluso asegura que esta agrupación delictiva ya está desmantelada, aunque no ha presentado prueba de sus dichos.

En marzo, las tensiones entre ambos gobiernos tuvieron una primera escalada, cuando EE.UU. deportó al Centro de Confinamiento del Terrorismo de El Salvador (Cecot) a 238 migrantes venezolanos a quienes señaló como delincuentes. Venezuela criticó la medida, que tachó de “secuestro”, e inició una campaña para exigir que fueran devueltos al país sudamericano. En julio, tras negociaciones, Washington y Caracas concretaron un intercambio que implicó el regreso a Venezuela de los hombres enviados al Cecot y la liberación de 10 estadounidenses detenidos en territorio venezolano.

El mismo mes de julio, sin embargo, EE.UU. volvió a aumentar la presión sobre Venezuela. El Departamento del Tesoro acusó a Maduro de ser líder del Cártel de los Soles, una supuesta organización criminal que, según Washington, realiza actividades de narcotráfico y lavado de dinero. En agosto, además, EE.UU. aumentó a US$ 50 millones la recompensa por la captura de Maduro, mientras el mandatario venezolano negó ser responsable de actividades ilícitas.

Para septiembre, pese a algunos acercamientos y llamados al diálogo, las tensiones aumentaron aún más. EE.UU. realizó un despliegue de buques y aviones militares en el Caribe con el argumento de combatir al narcotráfico, y comenzó una serie de ataques contra botes que, dice, buscaban transportar drogas hacia su territorio. Hasta mediados de diciembre, al menos 30 embarcaciones han sido destruidas en el Caribe y el Pacífico, lo que ha causado la muerte de más de 100 personas.

Venezuela dice que estas acciones son ilegales y solo buscan desestabilizar al Gobierno de Maduro, una postura que comparte Colombia, en cuyas costas se han realizado algunas de estas maniobras. Sin embargo, EE.UU. sostiene que busca frenar el flujo de narcóticos hacia su territorio. Más aún, EE.UU. dice que estos ataques continuarán e incluso contempla una ofensiva por tierra contra los narcotraficantes.

En diciembre, Trump ordenó un “bloqueo total” a los buques petroleros sancionados por EE.UU. y la Guardia Costera comenzó a intervenir embarcaciones que salen o llegan a la costa venezolana.

Trump —quien ya había autorizado operaciones de la CIA dentro de Venezuela— dijo el 12 de diciembre que las acciones militares terrestres en Venezuela “van a empezar a suceder” porque, aseguró, Washington no permitirá que traficantes de drogas “destruyan a nuestra juventud”.

El hito fundacional del chavismo, movimiento que lleva más de un cuarto siglo gobernando Venezuela, es el fallido intento de golpe del 4 de febrero de 1992, liderado por el entonces teniente coronel del Ejército Hugo Chávez, contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Chávez fue detenido, indultado en 1994 y elegido presidente a fines de 1998.

Desde su primer día de Gobierno, Chávez impulsó una nueva Constitución que fue aprobada por referéndum a fines de 1999, y ganó a mediados del 2000 las elecciones convocadas para relegitimar los poderes públicos.

En 2002 el mandatario fue derrocado con un golpe de Estado tras una multitudinaria marcha que exigía su renuncia, pero vuelve al poder tras 48 horas con el apoyo de militares leales. En 2004 enfrentó un referéndum revocatorio impulsado por la oposición, pero el 59 % de los venezolanos votaron para mantenerlo en la presidencia.

En el plano regional, Chávez fue uno de los líderes del movimiento “No al ALCA”, el tratado comercial que proponía Estados Unidos y que fue rechazado en 2005. Al año siguiente pronunció uno de sus discursos más famosos en la ONU, cuando se refirió al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como “el diablo”.

Chávez fue reelegido por amplia ventaja a finales de 2006 y la Asamblea nacional aprobó una ley que autorizó al presidente a gobernar por decreto por 18 meses (y otro proyecto similar fue aprobado en 2010). Es el inicio de la era socialista autodenominada Revolución Bolivariana. En 2007 sacó a Venezuela del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y decretó una de las nacionalizaciones más importantes: la de la Faja Petrolera del Orinoco, que concentra los mayores yacimientos del país.

Pero ese año también sufrió su primera derrota en las urnas, cuando los venezolanos rechazaron un referéndum que otorgaba amplios poderes a la presidencia y establecía la reelección indefinida, una disposición que sería aprobada en una votación de 2009 y que le permitiría competir en 2012. En esa votación presidencial, venció a Henrique Capriles y nombra al excanciller Nicolás Maduro como su vicepresidente.

Antes de asumir su tercer período, anuncia que debe viajar a Cuba para seguir su tratamiento contra el cáncer y unge a Maduro como su sucesor. Muere el 5 de marzo de 2013.

Maduro asumió como presidente interino y venció por estrecho margen a Capriles. Al año siguiente, enfrenta la primera gran ola de protestas opositoras, que dejan un saldo de más de 40 muertos, según la ONG Foro Penal. Al año siguiente, Estados Unidos comienza a aplicar sanciones contra funcionarios venezolanos.

La oposición consiguió a finales de 2015 ganar la mayoría de los escaños de la Asamblea Nacional, el primer cambio importante en el Legislativo desde 1999. Pero el Tribunal Supremo declaró al órgano en “desacato” y le despojó de sus competencias.

En 2018, con una hiperinflación desatada y un éxodo migratorio en marcha, Maduro es reelegido presidente en una votación boicoteada por la oposición por falta de garantías.

Asume su segundo período entre crisis energética, protestas y varias denuncias internacionales de represión. Maduro enfrenta la presión de países que reconocen como presidente interino al titular de la Asamblea, Juan Guaidó.

Para 2022, Venezuela salió del ciclo hiperinflacionario con una dolarización de facto y apertura a inversiones extranjeras. Más de 7 millones de personas ya habían salido del país y un informe de la ONU documentó crímenes de lesa humanidad de las fuerzas de seguridad.

El chavismo participó de varias mesas de negociación con la oposición, sin que ninguna llegue a acuerdos duraderos.

De cara a las elecciones de 2024, la Justicia ratificó la inhabilitación de María Corina Machado, quien ganó ampliamente las primarias de la oposición. El Consejo Nacional Electoral declaró ganador a Maduro frente Edmundo González, pero no mostró el detalle de los resultados.

En 2025, tras el inicio del segundo mandato de Donald Trump en EE.UU., el Palacio de Miraflores enfrenta una presión sin precedentes. A las sanciones individuales y sectoriales, acusaciones y ofrecimientos de recompensa, se suma un despliegue militar de Washington en el Caribe, con amenazas de ataques en territorio venezolano.

La Fuerza Armada Nacional de Bolivariana de Venezuela (FANB) llegó a posicionarse como una potencia militar regional, en gran parte a través de la compra sostenida de equipamiento ruso a partir del Gobierno de Hugo Chávez. Sin embargo, el estado de los equipos y el entrenamiento del personal es una incógnita en un país que lleva ya una década de penurias económicas.

Venezuela ocupa el puesto 50 de 145 en el ranking 2025 del sitio Global Fire Power en base a estadísticas oficiales y estimaciones. Estados Unidos ocupa el 1, y algunos vecinos de Venezuela, como Colombia (46) y Brasil (11), la superan en el listado.

La FANB cuenta con cerca de 123.000 soldados activos, entre el Ejército (63.000), la Armada (25.500), la Aviación Militar (11.500) y la Guardia Nacional (23.000), de acuerdo con datos del International Institute for Strategic Studies (IISS), suplementados por 8.000 reservistas. Después de años de paralización, Venezuela “reanudó recientemente modestos esfuerzos de mantenimiento y modernización”, indicó el Balance Militar 2024 realizado por IISS. La incógnita es el tamaño y la capacidad de las milicias, convocadas en los últimos meses a raíz del despliegue naval de Estados Unidos. Estimadas previamente en unos cientos de miles, Maduro dijo que esperaba llegar a más de 8 millones.

El Ejército compró a Rusia 92 tanques T-72B1 y 123 transportes blindados de tropas BMP-3, que equipan a las brigadas blindadas junto a 81 tanques AMX-30 adquiridos anteriormente a Francia. También en la artillería destacan sistemas rusos como los cañones autopropulsados Msta-S y los lanzacohetes Smerch.

La aviación militar concentra la tecnología. Los cazabombarderos bimotores Sukhoi Su-30MK2, de fabricación rusa, son el emblema del sistema de defensa venezolano y están entre las aeronaves más potentes del continente. Entre accidentes y problemas logísticos no está claro cuántos aún vuelan de las 25 unidades que compró, según un informe de la ONG venezolana Control Ciudadano.

Por otro lado, entre sus muchos sistemas antiaéreos de misiles destacan las 12 baterías S-300 (con un alcance máximo de 200 kilómetros), 9 sistemas Buk y 44 sistemas Pechora (de mediano alcance), todos de fabricación rusa, un conjunto que la FANB llama “Defensa Aeroespacial Multicapa”. Estos tres sistemas de armas son móviles: están montados en vehículos para ser trasladados rápidamente, y superan en capacidad y tecnología a cualquier otro desplegado en América Latina.

Adicionalmente, Venezuela dice contar con 5.000 misiles portátiles Igla-S —también rusos—, operados por una sola persona y con capacidad de abatir blancos a baja altitud y corta distancia.

Por su parte, la Armada quedó rezagada en la compra de armamentos. Opera una fragata clase Mariscal Sucre (fabricada en Italia) y un submarino tipo-209 (fabricado en Alemania) en su flota de Mar, según el IISS, y cuenta además con nueve buques de patrullaje oceánico y costero, entre estos cuatro comprados a España.

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