Putin puso bajo presión a la OTAN con la incursión de drones rusos en Polonia. ¿Qué sigue?

El principal objetivo del presidente de Rusia, Vladimir Putin, con la incursión de drones en Polonia no era necesariamente la vivienda civil alcanzada en la localidad oriental de Wyryki, ni el cierre del espacio aéreo en torno al aeropuerto más concurrido de Varsovia. El líder del Kremlin parece haber buscado afectar la confianza y la unidad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con un impacto indirecto que también parece dirigido al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

La cantidad de drones que cruzaron a Polonia —el primer ministro Donald Tusk reportó 19 incursiones— dificulta atribuir el incidente a un error de navegación por interferencia o manipulación de GPS. Aún se revisan los restos, pero la mayoría de los drones tipo Shahed están programados para impactar un objetivo antes de ser lanzados, y si Moscú hubiera querido evitar el riesgo de cruzar al territorio de un miembro de la OTAN, podría haber evitado las zonas de riesgo en la frontera entre Polonia y Ucrania. Los rusos, en su mayoría, lo han hecho durante los últimos tres años, desde la invasión a Ucrania en febrero de 2022.

El Ministerio de Defensa de Rusia afirmó este miércoles que no había atacado objetivos en Polonia y que buscaba dialogar sobre el incidente. Sin embargo, la magnitud de la intrusión hace difícil aceptar estas explicaciones. La historia reciente está llena de acciones de “zona gris” por parte de Moscú, en las que amplía el margen de sus acciones, incluso si después insiste en que el incidente fue un error o culpa a otra parte.

La escena de este miércoles por la mañana fue inédita: espacio aéreo polaco cerrado, aviones de la OTAN desplegados, viviendas civiles dañadas por restos. El objetivo ruso podría ser sembrar el caos en uno de los miembros más firmes de la OTAN y de Europa del Este, pero también parece buscar provocar y evaluar la respuesta de un bloque militar con el que ha evitado enfrentarse directamente durante la mayor parte de la guerra en Ucrania.

¿Qué hará ahora la OTAN? Esta es la pregunta que Putin plantea a la alianza.

Y la respuesta es una que la alianza debe dar en una etapa sin precedentes de su historia. Trump ha debilitado la base de las garantías de seguridad en las que Europa ha confiado durante décadas. Esto ha llevado a un objetivo clave de Estados Unidos: un aumento en los compromisos de gasto en defensa europea. Pero también ha puesto en duda el principio fundamental de la seguridad transatlántica: que si se ataca a un miembro europeo de la OTAN, se garantiza una respuesta militar estadounidense. Eso puede seguir siendo así, pero el condicional en esa frase es el resquicio por el que Putin anoche hizo volar más de una decena de drones.

El reto para los países europeos de la OTAN es encontrar una respuesta que haga que Putin sienta suficiente presión para no repetir estas incursiones cada semana, pero que no sea tan contundente como para invitar a Moscú a escalar aún más, alimentando la narrativa falsa de que, cuando Rusia invadió Ucrania sin provocación, entró en conflicto con toda la OTAN.

Y Europa enfrenta quizás un obstáculo aún más crucial en cuanto al papel de la Casa Blanca en esta respuesta. ¿Cómo logran convencer a Trump de involucrarse en una respuesta firme, sin dañar la “buena relación” que parece empeñado en mantener con el líder del Kremlin, a pesar de la creciente frustración del presidente de EE.UU.?

El cambio en la alianza de la OTAN bajo Trump ya es palpable. En noviembre de 2022, cuando los primeros reportes culparon a un misil ruso de desviarse hacia Polonia y matar a dos agricultores polacos, el entonces presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estaba de viaje en Indonesia y fue informado sobre la crisis.

El ataque luego se atribuyó a un misil ucraniano extraviado, pero Biden aun así convocó una reunión de emergencia del G7 en Bali para tratar el incidente.

Hasta ahora, Trump no ha respondido a esta escalada con medidas diplomáticas o materiales equivalentes. Cabe señalar que Trump dijo el fin de semana que estaba listo para avanzar con la próxima ronda de sanciones contra Moscú, que hablaría con su homólogo ruso “muy pronto” y que los líderes europeos lo visitarían en Washington el lunes o martes. Nada de esto ha ocurrido.

Los seguidores de Trump pueden atribuir esto a su estilo disruptivo o a su agilidad, pero para el Kremlin no proyecta fortaleza. En resumen: desde la noche del sábado, drones o misiles rusos han impactado un edificio clave del Gobierno de Ucrania en Kyiv, matado a 25 personas en un solo ataque contra una camioneta de correos que repartía pensiones en Donetsk, y ahora lanzado la incursión aérea más significativa en territorio de la OTAN en su historia, durante la cual aviones de la OTAN despegaron y derribaron drones rusos, también un hecho inédito. El enviado de Trump para Ucrania, Keith Kellogg, calificó los ataques del domingo en Kyiv como una “escalada”. Será interesante ver cómo describe las últimas 48 horas y si Trump repite o asume ese sentimiento.

En estas escaladas, Rusia no ha resucitado de repente a los decenas de miles de hombres en edad de combatir que ha perdido en el frente en su guerra elegida. Sigue siendo estratégicamente más débil que al inicio del conflicto, pero con dos diferencias clave.

Desde la cumbre de Tianjin de este mes y las notables muestras de camaradería con Xi Jinping de China y Narendra Modi de India, es posible que Putin se sienta fortalecido y capaz de escalar —como lo ha hecho en los últimos días— con un respaldo económico y geopolítico considerable. Eso influirá en cuánto tiempo cree que puede seguir luchando.

En segundo lugar, Putin está ahora inmerso en una guerra que comenzó como un intento de semanas para someter rápidamente a un vecino débil, pero que ahora se ha transformado en una lucha por la supervivencia de su visión del mundo, probablemente de su régimen y posiblemente de sí mismo.

Occidente suele sobrestimar la amenaza que representa Rusia, pero también subestimar el compromiso de Putin con su guerra. La cuestión en los próximos días será si Occidente es capaz de igualar su determinación y su capacidad de escalar.

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