La indignación global ha crecido tras dos años de bombardeos en Gaza. En Israel, la historia es diferente

En una calurosa mañana de viernes de septiembre, decenas de israelíes se presentaron en la valla fronteriza de Gaza, no como soldados, sino como disidentes. Su exigencia: el fin del asedio que, según afirman, se lleva a cabo en su nombre.

Los activistas, en su mayoría israelíes judíos, marcharon hacia la valla, pidiendo a la comunidad internacional que sancione y aísle a su país, para “detener el genocidio y acabar con el régimen de apartheid sionista que lleva décadas”.

“Somos plenamente conscientes de que el Gobierno no va a detenerse, así que estamos aquí para pedirle al mundo que nos boicotee, por ridículo que suene”, dijo Sapir Sluzker Amran, una de las participantes, a CNN.

A casi dos años de la guerra en Gaza, Sluzker Amran representa a una minoría en Israel, y es consciente de ello.

“Es una pena que no tengamos a más personas con nosotros hoy, pero creo que debemos seguir desafiando a nuestra propia sociedad… Están en negación, y creo que la mejor manera de salir de esa negación es seguir sacudiéndolos hasta que todos enfrenten la horrible verdad de que estamos cometiendo un genocidio”.

En septiembre, una investigación independiente de la ONU concluyó por primera vez que Israel había cometido genocidio contra los palestinos en Gaza, un hallazgo que el Gobierno israelí ha rechazado.

A poca distancia en auto, la enorme brecha entre la visión de los manifestantes y la de la mayoría de los israelíes queda clara.

En la ciudad fronteriza sureña de Sderot, que fue atacada el 7 de octubre y es frecuentemente blanco de cohetes, un grupo de israelíes se reunió en un mirador con vista a Gaza para regodearse en su ruina.

Apodado el “cine de Sderot” por israelíes en internet, ver el bombardeo de Israel se ha convertido en un pasatiempo popular; la gente se turna para mirar a través de visores de torre. Algunos llevan palomitas y bocadillos, y otros se toman selfies mientras el estruendo de los bombardeos resuena a lo lejos.

“Cuando miro Gaza desde aquí y veo edificios aún en pie, me molesta… Quiero que Israel continúe hasta que todo esté arrasado”, dijo Rafael Hemo, un espectador, a CNN.

Hemo dijo que ya no quiere que haya árabes viviendo junto a Israel y lamenta la simpatía mundial por Gaza después de lo ocurrido el 7 de octubre.

“Después de lo que hemos pasado, ellos tienen que irse. No más Gaza”.

Milicianos liderados por Hamas mataron a 1.200 israelíes el 7 de octubre de 2023 y tomaron a más de 250 personas como rehenes. Quedan 48 en Gaza, de los cuales se cree que 20 siguen vivos.

Muchos israelíes han luchado o se han negado a superar ese momento, viéndolo como el 11 de septiembre de Israel. Y hasta que no haya un cierre —el regreso de los rehenes y respuestas sobre cómo sucedió— ven pocas razones para contemplar lo que ocurre al otro lado.

Eso queda más claro que nunca en las manifestaciones.

Los sábados en Israel se han convertido en un ritual semanal. Miles de personas se reúnen cada semana en las calles de Tel Aviv para expresar su enojo contra el Gobierno y pedir el fin de la guerra.

Pero aunque las encuestas muestran que la mayoría de los israelíes apoya constantemente un alto el fuego, en las protestas de los sábados, el objetivo principal es el regreso de los rehenes restantes. Las muertes de más de 66.000 palestinos a manos de Israel rara vez, si es que alguna vez, son mencionadas por los manifestantes o exhibidas en pancartas.

Una encuesta realizada en agosto por el Centro aChord de la Universidad Hebrea de Jerusalén indica que la mayoría del público israelí (62 %) está de acuerdo con la afirmación de que “no hay espectadores inocentes en Gaza”.

Los israelíes que no comparten esa visión culpan a los medios del país de alimentar esa retórica.

La Dra. Ayala Panievsky, autora israelí e investigadora en City St. George’s, Universidad de Londres, dijo a CNN que desde los ataques del 7 de octubre, los medios tradicionales participaron en una campaña de “deshumanización” de los palestinos; promoviendo abiertamente la idea de que no hay vidas inocentes en Gaza.

Centrando la atención en el canal más influyente y popular de Israel, el Canal 12, Panievsky dijo que las voces palestinas fueron “borradas”. Cuando el canal transmitía imágenes desde Gaza, en su mayoría mostraba a soldados israelíes en combate y rara vez el sufrimiento humano de los palestinos, señaló.

“Todo lo que atormentó la imaginación y las pesadillas de las audiencias en todo el mundo fue realmente censurado, simplemente eliminado de los principales medios israelíes… Eso creó una enorme brecha entre lo que los israelíes saben sobre esta guerra y lo que sabe el resto del mundo”, dijo.

Coautora de un informe próximo a publicarse titulado “Eyes Wide Shut: When the War on the Media Met the War in Gaza”, Panievsky descubrió, mediante muestreo y análisis forense, que solo el 3v% de los reportes del Canal 12 sobre la guerra durante sus primeros seis meses mostraron el sufrimiento humano en Gaza.

“Las personas en quienes confiaron toda su vida para contarles lo que está pasando les están diciendo, sin palabras, que no hay nada de lo que deban preocuparse allí”, agregó.

Haaretz, el periódico más antiguo de Israel, es uno de los pocos sitios de noticias que ha cubierto extensamente el sufrimiento palestino en Gaza desde el inicio de la guerra.

Esto tiene un costo social para sus periodistas.

Nir Hasson, corresponsal del periódico en Jerusalén, dice que recibe amenazas de muerte y mensajes de odio cada vez que informa sobre historias desde Gaza. Sin embargo, la mayor ira dirigida hacia él ocurre cuando publica testimonios de soldados israelíes que admiten atrocidades en Gaza, porque es algo que la gente “no puede ignorar”.

Lo calificó como un “fracaso total” de la sociedad por no ver a otras personas como seres humanos.

“El trauma del 7 de octubre es solo la mitad de la respuesta”, añade Hasson. “Creo que la otra mitad es la deshumanización de los palestinos en el discurso israelí durante muchos años. Décadas de ocupación y apartheid, y eso es lo que se obtiene al final”, agregó.

Panievsky tiene una visión similar. Desde antes del 7 de octubre, dijo que el Gobierno israelí había estado ejerciendo presión política sobre los medios, obligando a los periodistas a omitir ciertas palabras de sus transmisiones, como “ocupación”, y reemplazarlas por mensajes oficiales del Gobierno.

Como resultado, la cobertura mediática de la Ribera Occidental ocupada y Gaza se redujo considerablemente antes de la guerra.

La idea de una prensa israelí enfrentando una presión sin precedentes encontró respaldo en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2025 de Reporteros Sin Fronteras. “La libertad de prensa, la pluralidad mediática y la independencia editorial han sido cada vez más restringidas en Israel desde el inicio de la guerra en Gaza”, señala.

Mientras que las imágenes y fotografías de palestinos hambrientos en Gaza han horrorizado a las audiencias en el extranjero, dentro de Israel muchos las han descartado como manipuladas o falsas.

Un término popular utilizado por los israelíes para negar las imágenes de sufrimiento que emergen de Gaza es “Pallywood”, una combinación de las palabras palestino y Hollywood, la cuna de la actuación. En internet, los israelíes suelen insistir en que las imágenes están montadas; si no, argumentan que la culpa es de Hamas.

Más de 400 palestinos han muerto de desnutrición desde que comenzó la guerra, y la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), un panel de expertos respaldado por la ONU, declaró la hambruna en la gobernación de Gaza en agosto.

Una encuesta realizada por el Instituto de Democracia de Israel (IDI, por sus siglas en inglés) en julio, antes de la declaración de hambruna de la IPC pero cuando las agencias de ayuda ya advertían desde hacía semanas sobre el hambre en Gaza, preguntó a los israelíes: “¿Hasta qué punto le preocupan personalmente los informes de hambruna y sufrimiento entre la población palestina en Gaza?”

De los encuestados judíos, el 79 % respondió que no les preocupaba mucho o nada en absoluto. La mayoría de los encuestados árabes —el 86 %— dijo que les preocupaba mucho o algo.

Para Avraham Burg, autor y expresidente del parlamento israelí que se ha convertido en un crítico destacado, lo que hay detrás de este estado de negación en muchos israelíes judíos va mucho más allá de la influencia de los medios.

Tras la creación del Estado de Israel, sus líderes “nunca reconocieron la existencia misma del pueblo palestino” y actuaron de manera que sus ciudadanos pensaran lo mismo, dijo.

“Piensa en el muro de separación; no te veo, así que no existes. A los ojos de muchos israelíes, la mera existencia de los palestinos no se siente a diario o es una ficción, por lo que la negación se vuelve muy fácil”, dijo a CNN, refiriéndose a la barrera de separación construida por Israel en la Ribera Occidental ocupada.

Burg dice que siempre fue un “pacifista” incluso durante sus años en la política de centroizquierda. Aunque había discriminación hacia los palestinos en los pasillos de la Knéset donde él trabajó, dijo que la situación era más equilibrada en ese entonces.

“Hoy, ese equilibrio ya no existe… como la situación es tan extrema actualmente, personas como yo tienen que tomar posiciones extremas para equilibrarla”.

En muchos sentidos, la extrema polarización se ha convertido en la medida de la sociedad israelí casi dos años después del 7 de octubre. En los días posteriores, Netanyahu prometió a los israelíes: “Vamos a cambiar Medio Oriente”.

Desde entonces, ha impulsado ofensivas militares prolongadas incluso más allá de las fronteras de Gaza, a menudo en contra del consejo de su propias fuerzas armadas.

Medio Oriente, de hecho, ha cambiado, pero no del todo de la manera que Netanyahu pretendía. Cuando estaba cerca de normalizar relaciones con Arabia Saudita y potencialmente otros países del Golfo, Israel ahora está más aislado que en años recientes, y no solo en la región. Para Netanyahu, es un precio que ha decidido pagar, y ha arrastrado a la ciudadanía israelí con él, lo aprueben o no sus decisiones.

Para los activistas en la valla fronteriza de Gaza, el llamado a convertir a su país en un paria internacional puede ser extremo, pero es esencial ante lo que ven que está ocurriendo.

“Estoy aquí como israelí que no está dispuesto a guardar silencio ante los crímenes de guerra y el genocidio en Gaza”, dijo M., uno de los participantes. “Estos crímenes se están cometiendo en nuestro nombre, y es nuestro deber resistirlos”.

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