La misión Escapade, de la NASA, a Marte representa la próxima gran prueba para el cohete de Jeff Bezos

New Glenn, el imponente cohete orbital que Blue Origin —la empresa aeroespacial de Jeff Bezos— diseñó para competir con los dominantes cohetes Falcon de SpaceX, está de regreso para su segundo lanzamiento. Esta vez, con la tarea de enviar dos naves espaciales gemelas en un largo y complejo viaje hacia Marte.

El cohete, de 98 metros (322 pies) de altura, despegará desde la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral, en Florida, durante una ventana de lanzamiento de 88 minutos que se abrirá este domingo a las 2:45 p.m., hora de Miami. Blue Origin transmitirá el evento en vivo en su sitio web.

El clima podría representar un problema, ya que los pronosticadores han estimado entre un 35 % y un 45 % de probabilidad de que las condiciones no sean lo suficientemente favorables para el despegue.

Si el lanzamiento se retrasa, Blue Origin dijo que podría intentarlo nuevamente durante las ventanas disponibles del domingo y el lunes.

La Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) anunció recientemente que suspenderá los lanzamientos comerciales de cohetes entre las 6 a.m. y las 10 p.m., hora de Miami, a partir del lunes, para reducir la carga de trabajo de los controladores aéreos en medio del cierre parcial del Gobierno federal.

“Estamos trabajando muy estrechamente con nuestros socios de la FAA y con el equipo de la NASA para garantizar, por supuesto, que respetamos las expectativas de uso del espacio aéreo”, dijo Laura Maginnis, vicepresidenta de Gestión de Misiones del New Glenn, durante una conferencia de prensa el sábado.

Blue Origin también intentará aterrizar y recuperar el propulsor de primera etapa del New Glenn, que es la parte inferior del cohete encargada de proporcionar el impulso inicial en el despegue, en una barcaza llamada Jacklyn. Al igual que su principal competidor, SpaceX —que ha dominado durante años el mercado de lanzamientos comerciales—, los cohetes de Blue Origin están diseñados para ser parcialmente reutilizables con el fin de reducir costos.

La compañía esperaba lograr su primer aterrizaje de un propulsor durante el vuelo inaugural orbital del New Glenn, en enero, pero los motores no se reiniciaron correctamente, lo que provocó que el cohete se desviara de su trayectoria.

Sin embargo, la misión principal del lanzamiento de enero —poner en órbita un satélite de prueba llamado Blue Ring Pathfinder— se desarrolló sin contratiempos, lo que llevó a la empresa a declarar la operación un éxito.

Aun así, Blue Origin considera que recuperar y reutilizar de forma segura sus propulsores es crucial para su modelo de negocio. Maginnis dijo en la conferencia que identificar por qué el propulsor no logró aterrizar en enero e implementar correcciones para garantizar el éxito esta vez fueron las principales razones por las que Blue Origin esperó casi 10 meses para intentar un segundo lanzamiento del New Glenn.

“Hemos incorporado varios cambios en nuestro sistema de gestión de propelentes, además de algunas modificaciones menores de hardware, para aumentar las probabilidades de recuperar ese propulsor”, explicó Maginnis.

Pero añadió: “Si no logramos aterrizar el propulsor, está bien. Tenemos varios vehículos más en producción”.

Maginnis declinó especificar cuántos propulsores tiene actualmente en producción la compañía.

El próximo vuelo del New Glenn, previsto inicialmente para este año, pero aún sin fecha confirmada, se espera que lleve a la superficie lunar un módulo de aterrizaje diseñado por Blue Origin llamado Mark 1.

Después del despegue, el cohete New Glenn de Blue Origin pondrá en trayectoria hacia el espacio profundo a dos satélites gemelos. Se prevé que los orbitadores permanezcan en una órbita de espera antes de dirigirse a Marte el próximo año, cuando el planeta rojo esté mejor alineado para un viaje que consuma menos combustible.

La misión, llamada Escapade —siglas de Escape and Plasma Acceleration Dynamics Explorers—, es un proyecto de ciencia planetaria de bajo costo financiado por la NASA y liderado por la Universidad de California en Berkeley, con apoyo de las compañías privadas Advanced Space y Rocket Lab.

Si todo sale según lo previsto, las naves llegarán a la órbita de Marte en 2027. Una vez allí, trabajarán en conjunto para investigar por qué el planeta comenzó a perder su atmósfera hace miles de millones de años y estudiar cómo su severo clima podría afectar a futuros exploradores.

“Obtendremos las mediciones del clima espacial necesarias para entender el sistema lo suficientemente bien como para pronosticar tormentas solares cuya radiación podría dañar a los astronautas en la superficie de Marte o en órbita”, dijo el investigador principal de la misión, Robert Lillis, del Laboratorio de Ciencias Espaciales de la Universidad de California en Berkeley.

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