En medio de las tensiones con EE.UU., la inflación vuelve a golpear a Venezuela

Mientras el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, enfrenta una creciente presión militar de Estados Unidos y llamados a su renuncia, un viejo enemigo regresa para acecharlo en su propio territorio: la inflación, una de las dolencias económicas crónicas de Venezuela, está en aumento nuevamente.

“Los precios suben todos los días”, dijo Yon Michael Hernández, de 25 años, conductor de mototaxi en el barrio Petare, al este de Caracas.

“La harina de maíz cuesta 220 bolívares hoy; mañana puede subir a 240 y pasado a 260. El mismo paquete que valía un dólar hace 15 días ahora cuesta tres”, contó Hernández a CNN. Se refería a la moneda venezolana y a la harina precocida con la que se preparan las arepas, las tradicionales tortillas de maíz que forman parte del día a día de los venezolanos.

En los tres meses desde que el Pentágono desplegó buques de guerra y aeronaves en una campaña que la Casa Blanca dijo estaba dirigida a los narcotraficantes en Venezuela, el bolívar se ha depreciado alrededor del 70 % frente al dólar estadounidense, según datos del banco central, perdiendo un punto cada día.

En el mercado negro de divisas, ilegal pero ampliamente usado, la caída ha sido igualmente pronunciada. A la tasa oficial, el dólar estadounidense se cotiza en unos 231 bolívares venezolanos. En el mercado negro, un dólar vale aproximadamente un tercio más. El gobierno venezolano prohíbe publicar las tasas de cambio del mercado negro.

El aumento de la inflación está relacionado —aunque solo en parte— con las crecientes tensiones entre el gobierno de Donald Trump y el de Nicolás Maduro, que lleva casi una década bajo sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Maduro acusa a Estados Unidos de intentar derrocarlo, tras más de 12 años en el poder y un año después de haberse proclamado ganador en unas elecciones presidenciales que muchos observadores internacionales denunciaron como fraudulentas.

Aunque un ataque militar en territorio venezolano parece poco probable, las perspectivas económicas vuelven a ser negativas, después de que un cambio de políticas diera al país un respiro en los años inmediatamente posteriores a la pandemia del covid-19.

Solo el año pasado, Maduro se jactó de los resultados de esas reformas. Aseguró que el PIB del país había crecido 8 % y que la inflación había alcanzado su nivel más bajo en cuatro décadas. El líder autocrático ya no repite esas declaraciones.

Según las Naciones Unidas, Venezuela históricamente no produce suficiente comida para cubrir sus necesidades, por lo que debe importar muchos productos y pagarlos con divisas.

Esto también significa que el mercado está particularmente expuesto cuando el bolívar pierde valor.

Para muchos venezolanos, todavía afectados por años de hiperinflación antes de los confinamientos por la pandemia, los nuevos aumentos de precios reviven una pesadilla familiar.

“No hay muchas personas comprando estos días. Los que pueden tratan de comprar lo menos posible”, dijo Marjorie Yánez, de 40 años, vendedora de comida callejera en Caracas. “El dólar se encarece todos los días, y eso es malo para los minoristas como nosotros, porque también debemos subir nuestros precios cada día”.

Un desayuno típico de croissant y café con leche ahora puede costar fácilmente entre US$ 8 y US$ en una panadería de Caracas, mientras que el salario mínimo oficial del país es de menos de un dólar al mes.

El envío de remesas desde el extranjero, producto de los más de siete millones de venezolanos que han salido del país durante el gobierno de Maduro en busca de mejores oportunidades, tampoco alcanza para cubrir las necesidades.

“Tuve que aumentar lo que envío a mis padres cada mes, pero aun así no es suficiente. Apenas pueden cubrir sus gastos”, dijo Diego Mejías, de 35 años, arquitecto en Colombia que mantiene a sus padres en Caracas.

El banco central dejó de publicar informes de inflación en octubre del año pasado, cuando el país había logrado mantener la tasa en un solo dígito durante 20 meses consecutivos.

Poco después, el panorama empezó a empeorar.

En julio, las fuerzas de seguridad venezolanas detuvieron brevemente a varios economistas, incluido el exministro de Finanzas Rodrigo Cabezas, por compartir opiniones pesimistas. El ministro del Interior calificó sus comentarios de desestabilizadores. Los críticos denunciaron los arrestos como infundados.

Los economistas fueron liberados posteriormente, pero publicar cifras económicas sigue siendo un tema tabú.

Para este reportaje, CNN habló con dos consultores privados que tienen acceso a datos económicos confiables. Ambos hablaron de manera anónima por temor a represalias del gobierno.

CNN también contactó a la vicepresidenta Delcy Rodríguez, encargada de las finanzas de Venezuela, y está a la espera de respuesta.

Ambos consultores estimaron que la inflación en Caracas actualmente oscila entre 20 y 30 % mensual y que está destinada a seguir subiendo mientras continúe la depreciación del bolívar.

Los precios son ligeramente más bajos fuera de la capital, en regiones como Táchira o Zulia, cerca de la frontera con Colombia, por donde ingresan muchos productos importados a Venezuela.

Frente al malestar económico, el gobierno ha intensificado la persecución del mercado negro de dólares estadounidenses. En junio, el fiscal general Tarek William Saab anunció la detención de 58 personas por cargos de “manipulación de tasas de cambio”. Las autoridades también incautaron una docena de páginas web que anunciaban la venta de dólares y euros a tasas diferentes de la oficial del banco central.

Estas medidas han hecho poco para frenar la caída del bolívar.

El mes pasado, el Fondo Monetario Internacional estimó la inflación anual de Venezuela en alrededor del 270 %, la más alta del mundo y un fuerte aumento respecto al 180 % que calculaba en abril.

Para 2026, las perspectivas son aún más sombrías. El FMI pronostica que la inflación de Venezuela superará el 600 % para octubre próximo.

La caída del bolívar se explica en parte por la demostración de fuerza militar de EE. UU., que llevó a muchos venezolanos a comprar divisas para protegerse ante un futuro incierto. Sin embargo, esa es solo una de las causas, dijeron los consultores a CNN.

Las sanciones de Estados Unidos contra el sector petrolero venezolano, que sigue siendo con mucho la principal fuente de divisas del país, también son responsables en parte.

En julio, el gobierno de Trump renegoció una licencia que permitía a Chevron, una importante empresa petrolera estadounidense, exportar crudo venezolano. Según los nuevos términos de la licencia, Chevron podía pagar tarifas y regalías a Venezuela en petróleo, pero no en efectivo, lo que redujo a la mitad las exportaciones de crudo de la compañía desde el país, según Reuters.

CNN contactó a Chevron para solicitar comentarios, pero no recibió respuesta.

El cambio ha resultado costoso porque Venezuela perdió una de sus pocas fuentes de ingresos legítimos restantes. Como resultado, el gobierno ahora se ve obligado a vender aún más petróleo en el mercado negro a descuento para evadir las sanciones del gobierno estadounidense, dijo a CNN uno de los economistas en Caracas.

Para compensar los ingresos perdidos, el gobierno permitió recientemente que empresas privadas vendan criptomonedas a cambio del bolívar depreciado, con casas de cambio respaldadas abiertamente por un nuevo regulador de criptoactivos, la Superintendencia Nacional de Criptoactivos, conocida como Sunacrip.

El año pasado, Reuters informó que el gobierno preparaba un aumento en el uso de criptoactivos en sus exportaciones de petróleo para superar las sanciones de EE. UU. Según el recopilador de datos especializado Chainanalysis, Venezuela ocupa el segundo lugar en América Latina, solo detrás de Brasil, en tasas de adopción de criptoactivos.

Hoy, miles de venezolanos —desde banqueros corporativos hasta jubilados— compran dólares estadounidenses regularmente en Binance, la mayor plataforma de intercambio de criptomonedas del mundo. Incluso es común ver a compradores en supermercados intercambiando divisas en las filas de caja.

No todos han adoptado la nueva normalidad. “Enviar dinero a Venezuela siempre ha sido un caos”, dijo Mejías, el arquitecto en Colombia. “Ahora es aún más confuso entender qué tasa es buena y cuál no, y para personas mayores como mis padres, mucho más”.

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