¿Recuerdas «Tekken», el clásico de los videojuegos de los años 90? En Pakistán, es un boleto a la fama y la fortuna

En una húmeda noche de monzón en la bulliciosa ciudad de Lahore, Pakistán, los generadores chisporrotean y las luces parpadean en Maniax, un salón de videojuegos sucio pero legendario que impulsa el inesperado dominio del país en un lucrativo rincón del mundo de los Esports.

Tres de los diez mejores jugadores del mundo del clásico videojuego de lucha japonés “Tekken” son de Pakistán. Están rompiendo (virtuales) cráneos en el circuito internacional, llenando las filas de equipos respaldados por Arabia Saudita y llevándose a casa decenas de miles de dólares en premios.

Es una estadística contundente para un país más conocido por su inestabilidad política recurrente y donde una PlayStation o una PC cuesta más que el ingreso promedio mensual. La electricidad necesaria para usarlas tampoco siempre está garantizada.

El primer “Tekken” salió en 1994 y la franquicia ya va por su octava entrega, con millones de copias vendidas cada vez que se lanza una nueva versión. Los jugadores eligen entre una variedad de luchadores, incluidos expertos en kung-fu, un ninja espacial y un panda gigante, para golpear, patear, cortar y lanzar hasta lograr un nocaut.

No es el juego más popular en el mercado de Esports, que mueve miles de millones de dólares, pero sí es lucrativo. En agosto, el jugador surcoreano “Ulsan” ganó US$ 250.000 en premios tras ganar la Copa Mundial de Esports en “Tekken 8”.

El campeón de “Tekken” en Pakistán es Arsalan “Ash” Siddique, un tranquilo y seguro joven de 30 años de Lahore. Llevaba una camiseta de su equipo con su nombre de jugador en la espalda cuando se reunió con CNN, en el espacio de coworking de un suburbio arbolado de Lahore donde entrena. La sala era angosta pero estaba llena de trofeos, y en un estante brillaba una consola dorada entre figuras de anime. En un mercado cercano y bullicioso, aparecía en una valla publicitaria de una empresa de telecomunicaciones.

Ash, quien practica ocho horas todos los días, es un exjugador del año de ESPN Esports y el primer atleta de Red Bull de Pakistán. Ha ganado cinco torneos consecutivos de Evolution Championship Series, competencias globales que se centran exclusivamente en juegos de lucha. En un lujoso fin de semana de agosto en Las Vegas, logró su sexta victoria en EVO, llevándose a casa US$ 12.000 en premios.

Esa final en Las Vegas fue un duelo completamente paquistaní, con Ash derrotando a su amigo Atif Butt, con quien había pasado semanas en el estudio de Lahore practicando combinaciones de golpes, patadas y cortes.

Pero, como muchos otros jugadores en Pakistán, sus habilidades se forjaron en salones de videojuegos públicos como Maniax. Jugar “Tekken” en privado significa desembolsar cerca de US$ 700 por una PlayStation, algo inalcanzable para la mayoría en Pakistán, donde el salario mensual promedio es de US$ 300.

Más tarde esa noche en Maniax, sillas de juego desordenadas estaban esparcidas por el lugar y el agua de lluvia se filtraba por la enorme ventana. “Dil Se”, una popular canción de Bollywood, sonaba en los altavoces mientras los jugadores concentrados golpeaban sus consolas bajo los destellos de una tormenta eléctrica. En una esquina, un joven reparaba y personalizaba mandos de control de arcade, una mercancía preciada que no se consigue en el país y que cuesta alrededor de US$ 300.

Bawaqar Haider, de 35 años, conocido en el juego como Soul Dagger, es uno de los cofundadores de Maniax y fanático de “Tekken” desde niño. En su arcade, dice, “básicamente no hay discriminación… todo el arcade se basa principalmente en la habilidad”.

La cultura de los arcades ha sido el motor de la popularidad de “Tekken” en Pakistán, dice Butt, quien ahora representa a la organización saudí de Esports Team Falcons.

El videojuego era relativamente fácil de conseguir y barato para que los arcades lo instalaran en los años 90 y principios de los 2000, lo que lo hacía “más accesible” para los jóvenes jugadores, explicó.

Haider cree que el entorno difícil de Pakistán ha creado una “implacabilidad” entre sus jóvenes jugadores. La mayoría de la población menor de 30 años del país —unos 170 millones de personas— ha crecido bajo la sombra de la inestabilidad política, la violencia y una economía que pasa de crisis en crisis.

Su deseo de triunfar en los arcades y en torneos internacionales proviene de “un hambre y una privación que los impulsa a superar el mundo que los rodea”, dijo Haider.

Sin una consola en casa, Ash comenzó a jugar “Tekken” en los salones de videojuegos de Lahore, su ciudad natal, cuando tenía siete años.

Pasaba horas allí, día tras día, año tras año, hasta que en 2012 se dio cuenta de que necesitaba un nuevo desafío.

“Me puse un poco triste,” dijo Ash a CNN, “porque ya no había competencia en Pakistán”.

Con ganas de ampliar sus horizontes pero con recursos económicos limitados, Ash recurrió a sus amigos en busca de ayuda. Juntaron dinero para ayudarlo a pagar los boletos de avión, pero viajar al extranjero presentaba otros obstáculos.

Pakistán tiene uno de los pasaportes más débiles del mundo y Ash no tenía los recursos ni el historial de viajes necesarios para obtener visas para países como Japón o Estados Unidos, centros clave de Esports que imponen estrictos requisitos de visado a los ciudadanos paquistaníes.

Es un problema que sigue frustrando a Ash.

Tras una espectacular victoria contra el equipo nacional de Corea del Sur en Seúl en marzo, habló sobre las dificultades que él y otros jugadores paquistaníes enfrentan para conseguir visas y hacer carrera jugando “Tekken”.

“No podemos viajar a ningún lado; los patrocinadores no están apoyando a los jugadores porque no tienen visas para Estados Unidos”, dijo.

No tener visas es un “problema importante”, dijo Ash a CNN.

“No importa cuán talentosos seamos, si no puedes salir y mostrar nuestro talento, no vale la pena”.

También pidió apoyo gubernamental para crear un ecosistema de Esports en Pakistán, ya que considera que “no hay infraestructura… no solo para ‘Tekken’, para ningún Esport”.

Las preocupaciones de Ash no han pasado desapercibidas. Rana Mashood, presidente del Programa de la Juventud del Pprimer ministro, dijo a CNN que se están realizando esfuerzos para formular la primera política de Esports de Pakistán, que incluirá la creación de “arenas y espacios de coworking” para videojuegos.

Aunque la comunidad de “Tekken” en Pakistán, muy unida, ha ayudado a crear una base sólida para los jóvenes jugadores, sigue estando dominada principalmente por hombres jóvenes.

Laiba Adnan, de 21 años, es una jugadora que ha destacado en los círculos femeninos de “Tekken”. Gran admiradora de Ash, no se siente cómoda yendo a los arcades.

Adnan dijo que tiene grandes esperanzas de que los arcades se vuelvan más “centrados en las mujeres” gracias al camino que ha abierto Ash.

“Creo que ‘Tekken’ realmente ha cambiado la forma en que mucha gente en el mundo ve a Pakistán. Ahora nos ven como personas extremadamente trabajadoras… estos son los que se esfuerzan 24/7. Son una gran inspiración para mí”.

Cuando Ash y su equipo vencieron a Corea del Sur en marzo, pronunció un discurso que se volvió viral mientras los vítores de “¡Viva Pakistán!” resonaban en el auditorio de Seúl.

Hizo un llamado a “una nueva generación de jóvenes paquistaníes para que persigan sus sueños y muestren su talento en el escenario global”.

Sonriendo y sentado entre sus trofeos en su estudio en Lahore, Ash se muestra confiado sobre lo que le depara el futuro a él y a los jugadores que ha inspirado.

“El futuro es brillante”, dice.

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