Mientras el presidente de EE.UU. Donald Trump contempla abiertamente enviar militares a más ciudades estadounidenses, los principales demócratas en el Congreso casi invariablemente describen sus acciones como un intento de crear una “distracción” de otros asuntos, ya sea el costo de vida, los grandes recortes a Medicaid que firmó como ley o la controversia en torno a los archivos de Jeffrey Epstein.
Ese reflejo resume la preferencia abrumadora de los principales demócratas en Washington de enmarcar las elecciones de 2026 en los términos partidistas conocidos, en particular la acusación de que Trump fracasó en su promesa central de 2024 de reducir el costo de vida de las familias promedio. También refleja su renuencia a confrontar las acciones de Trump en materia de inmigración y crimen.
Pero la tendencia de líderes demócratas en el Congreso como Chuck Schumer y Hakeem Jeffries de descartar los movimientos de Trump que amenazan la democracia como una “distracción” de otros temas ha creado la fisura más significativa entre las bases del partido y su dirigencia en Washington.
Esa palabra ahora divide las principales teorías en competencia sobre cómo deberían responder los demócratas al segundo mandato militante de Trump.
Mientras la dirigencia demócrata en el Congreso cree que enfocarse en la economía da al partido su mejor oportunidad de ganar terreno en las elecciones intermedias del próximo año, muchos activistas sostienen que están fallando en transmitir la urgencia de las amplias medidas que Trump ha tomado para socavar la democracia estadounidense.
Los principales estrategas políticos del partido también están divididos. Algunos creen que la victoria de Trump en 2024 demostró la necesidad de mantenerse “absolutamente enfocados” en las luchas económicas de las familias promedio, mientras otros están igual de convencidos de que suavizar los movimientos de Trump para desmantelar las salvaguardas democráticas —especialmente su despliegue militar interno— es un fracaso moral además de electoral. Lejos de ser una distracción, este último grupo sostiene que los esfuerzos de Trump por arrasar con los contrapesos democráticos, aplastar a la oposición y afianzar su poder constituyen el objetivo central de su segundo mandato —y la mayor amenaza que enfrenta el país.
Describir las acciones de Trump como “una distracción” es “absolutamente equivocado”, comentó Celinda Lake, una veterana encuestadora demócrata. “Creo que no refleja en absoluto dónde están los demócratas”.
Si los líderes del partido mantienen ese rumbo, en 2026 los candidatos demócratas “tendrían problemas de participación que harían ver los problemas de 2024 como un juego de niños”, dijo Lake. “No entienden que este es el partido central, el punto central: que estamos bajo una dictadura fascista para multimillonarios. Están completamente desconectados de la base”.
Otros demócratas de alto perfil sostienen que el partido solo puede frenar a Trump recuperando la Cámara de Representantes el próximo año, y que enfocarse principalmente en la economía ofrece la mejor oportunidad de lograrlo. “Con base en mi investigación con estos votantes que perdimos y con los que tenemos que recuperar terreno… es la economía, es la economía, es la economía”, dijo el encuestador demócrata Ben Tulchin. Los demócratas de este sector ven la victoria la semana pasada de un candidato demócrata al Senado estatal en Iowa —quien hizo campaña con un mensaje centrado en la asequibilidad en un distrito profundamente republicano— como evidencia de que tienen razón.
Al describir las acciones de Trump como una “distracción”, los líderes del Congreso podrían estar incurriendo en una forma de proyección. Claramente ven el tiempo dedicado a enfocarse en esos movimientos como una distracción de su propio deseo de centrar las campañas de 2026 en el argumento de que la agenda de Trump ha favorecido a los ricos a expensas de las familias promedio, formulado en un lenguaje que Chris Matthews podría haber escrito para que Tip O’Neill lo usara contra Ronald Reagan.
Cuando Schumer y Jeffries han hablado sobre el despliegue de militares de Trump en Los Ángeles y Washington, lo han denunciado. En junio, Schumer calificó el envío de la Guardia Nacional y de infantes de Marina a Los Ángeles como “un exceso autoritario peligroso que amenaza la propia fibra de nuestra democracia”. Cuando Trump envió a la Guardia a Washington y tomó el control del Departamento de Policía de la ciudad, Jeffries lo describió como “nada más que una toma ilegítima de poder”.
Pero ambos también han señalado en repetidas ocasiones —usando esa palabra detonante— que no quieren detenerse en esos temas. Tras el despliegue en Washington, Schumer dijo a un presentador de pódcast que las acciones de Trump eran una distracción, “clara y simple”.
“¿De qué está tratando de distraer?”, continuó Schumer. “Bueno, de muchas cosas. Pero sobre todo, de Epstein”.
La semana pasada Jeffries usó una formulación similar, pero apuntó a un objetivo distinto. Trump, con sus despliegues militares, está intentando “fabricar una crisis y crear una distracción porque es profundamente impopular”, dijo Jeffries a Dana Bash de CNN en “State of the Union”. Agregó: “El proyecto de ley grande y horrendo es profundamente impopular”.
Este enfoque ha frustrado profundamente a los demócratas que creen que muestra que estos líderes consideran que los ataques de Trump a las instituciones democráticas son menos importantes que aquello de lo que dicen que intenta desviar la atención. “Están minimizando (los despliegues militares de Trump), y están minimizando a todas las personas que están horrorizadas por ello, y a todas las personas que viven bajo este nivel de opresión”, dijo Lake.
El conflicto sobre la palabra “distracción” es, por supuesto, un sustituto del debate mucho más amplio sobre qué mensajes deberían enfatizar los demócratas mientras intentan reconstruir la maltrecha imagen del partido y definir sus campañas para 2026. Los demócratas han estado obsesivamente rascando esa herida desde las elecciones de 2024, cuando muchos dentro del partido consideraron que la vicepresidenta Kamala Harris no logró articular un mensaje económico convincente y confió demasiado en las advertencias sobre la democracia.
En gran medida, esta división no sigue las tensiones familiares del partido entre los sectores progresistas y centristas.
Tulchin, por ejemplo, fue el encuestador de las campañas presidenciales insurgentes del senador Bernie Sanders en 2016 y 2020. Pero aunque está indignado por muchas de las acciones de Trump, cree que los líderes demócratas en el Congreso tienen razón al priorizar las preocupaciones económicas. “Si tienes una sola cosa que decir, golpéalo a Trump en la economía”, dijo Tulchin. “En última instancia, va a ser lo más efectivo que hagamos de aquí a noviembre próximo”.
El consultor demócrata de comunicaciones Jesse Ferguson estuvo del otro lado de la contienda presidencial de 2016 como asesor principal de Hillary Clinton. Pero coincide en que los demócratas deberían enfatizar la economía en lugar de las acciones autoritarias de Trump. “Él no quiere que el país debata sobre la economía, la inflación o los recortes del Partido Republicano a Medicaid”, dijo Ferguson. “Quiere que estemos atrapados en una pelea por esto en su lugar”.
Anat Shenker-Osorio, una destacada consultora progresista de mensajes, cree que este argumento es erróneo en muchos niveles. El mayor problema, dijo, es que es poco probable que los líderes del partido logren llegar al público en la cacofonía mediática actual repitiendo los argumentos económicos familiares que los demócratas han planteado durante mucho tiempo contra los republicanos. “Puede que estén de acuerdo con ello”, señaló, “pero nunca lo van a escuchar, y no se lo van a repetir a sus vecinos”.
Además, Shenker-Osorio dijo que la decisión de evitar una confrontación constante sobre las acciones antidemocráticas de Trump está agravando el mayor problema del partido: la percepción de que es débil y no puede avanzar eficazmente en sus objetivos. “Cuando ni siquiera estás dispuesto a admitir que estamos en una lucha contra el fascismo, no en una lucha contra la inflación… ¿cómo va a creer la gente que vas a ser su defensor en cualquier ámbito, incluido el económico?”, señaló.
Sean Clegg, estratega principal del gobernador de California, Gavin Newsom, ha defendido en general mover al partido hacia una dirección más centrista. Pero en este punto coincide con Shenker-Osorio. “En nuestro partido tenemos tantos generales de sillón a los que les encanta soltar la sabiduría convencional de ‘solo pelear en nuestro terreno’”, dijo Clegg. “Así no es realmente como funciona la guerra. No siempre puedes elegir tu terreno. A veces tienes que plantarte y pelear”.
Los líderes demócratas en el Congreso pueden estar especialmente renuentes a oponerse a los despliegues de la Guardia Nacional de Trump debido a sus vínculos con la inmigración y el crimen, dos de sus temas más fuertes en las encuestas. En un memorando reciente, la firma consultora demócrata Blue Rose Research argumentó que el partido debería “girar” rápidamente de los despliegues militares de regreso hacia los aranceles y los recortes a Medicaid. En parte, sostuvieron, eso se debía a que la afirmación de Trump de que estaba “restaurando el orden” resultó “altamente persuasiva” para los votantes.
Brad Todd, estratega republicano y comentarista de CNN, dijo que los líderes demócratas en el Congreso tienen razón al resistirse a una confrontación a gran escala sobre los despliegues militares internos de Trump. “Creo que entienden correctamente que pelear con Trump en crimen e inmigración es elegir un terreno en el que él te va a derrotar”, dijo Todd. “Y parte de eso se debe a que los demócratas se salieron completamente de posición en 2020 y en los cuatro años del Gobierno de Joe Biden, y los votantes no confían en ellos en esos dos temas”.
Aun así, varias encuestas recientes han encontrado que más estadounidenses se oponen que apoyan el despliegue de Trump en Washington (aunque otra también encontró que la mayoría dice que es aceptable que la Guardia Nacional “ayude” a la policía local). Y Clegg señaló que el apoyo al manejo de Trump de la aplicación interna de la ley de inmigración —en contraste con la seguridad fronteriza— ha caído desde que Newsom y otros confrontaron al presidente por su ofensiva en Los Ángeles.
Newsom ha enfatizado que Trump no está planteando despliegues de militares en ciudades de estados republicanos con tasas de criminalidad y homicidios más altas que las de Washington. “Si el presidente es sincero sobre el tema del crimen y la violencia, no tengo ninguna duda de que probablemente enviará a los militares a Louisiana y Mississippi para abordar la inconcebible ola de violencia que sigue aquejando a esos estados”, dijo Newsom en una conferencia de prensa el jueves.
Con su reticencia, los líderes demócratas en el Congreso han dejado un enorme vacío en el partido. El gobernador de Illinois, JB Pritzker, y Newsom, un par de posibles candidatos presidenciales para 2028, han llenado ese espacio de la manera más efectiva.
Pritzker no ha escatimado en denunciar a Trump como un “dictador aspirante”, como dijo en una acalorada conferencia de prensa la semana pasada al condenar las amenazas del presidente de desplegar a la Guardia Nacional en Chicago. Rodeado de líderes empresariales, religiosos y cívicos locales, Pritzker adoptó un tono notablemente más urgente que la dirigencia del Congreso. “Si les suena que soy alarmista, es porque estoy tocando una alarma”, insistió Pritzker, antes de describir la posibilidad de tener militares en las calles de Chicago como “sin precedentes, injustificada, ilegal, inconstitucional, antiestadounidense”.
Newsom ha atraído aún más atención entre los demócratas al resistir las acciones de Trump que él presenta como una amenaza a la democracia a través de más de tres docenas de demandas; discursos; publicaciones burlonas en redes sociales; y su iniciativa de boleta para contrarrestar la manipulación electoral de los republicanos en Texas.
Significativamente, el día que Trump envió a la Guardia Nacional a Washington, la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, publicó en redes sociales que el presidente estaba actuando “para distraer” de sus “errores” de política. Newsom publicó: “Esto es lo que hacen los dictadores”.
En una entrevista reciente con la pódcaster Molly Jong-Fast, Newsom criticó implícitamente el instinto de otros líderes demócratas de volver a los temas económicos siempre que es posible. “Conozco a mucha gente buena que dice: ‘Compórtate bien… y la gente prestará atención a tu plan de 10 puntos sobre asequibilidad’”, le dijo. “Bueno, llevamos haciendo eso todos los días durante años y años”.
La encuestadora demócrata Anna Greenberg dice que, aunque existe una lógica electoral en la determinación del Congreso de centrarse en los temas económicos, Newsom refleja mucho más fielmente la creciente frustración y ansiedad de los activistas del partido. “Ellos sienten que el Partido Demócrata no está enfrentando a Trump de manera efectiva y no entienden lo que nadie está haciendo”, señaló. “Y eso les hace sentir que el partido es débil. Así que, cuando personas como Newsom hacen lo que él ha hecho, representa en cierto modo lo que los votantes demócratas buscan en el partido”.
La tibia respuesta de los votantes a los mensajes de Harris sobre democracia el año pasado, añadió Greenberg, no garantiza que no reaccionen a un mensaje más contundente ahora que Trump ha cumplido o superado muchas de sus advertencias. “Todo el mundo está sobredimensionando las lecciones de la última elección”, dijo.
Ninguno de los dos bandos en este debate demócrata considera que la elección sea absoluta. Tulchin coincide en que mostrar preocupación por los movimientos de Trump para consolidar el poder será esencial para movilizar a la creciente base del partido de votantes con educación universitaria —quienes responden mucho más poderosamente que los votantes de clase trabajadora en disputa a los mensajes sobre democracia, dijo. Por el contrario, Lake, Shenker-Osorio, Greenberg y Clegg coinciden en que el partido debe presentar una crítica populista contundente a las prioridades económicas de Trump.
Sin embargo, la diferencia de énfasis entre estos dos enfoques es real, y no exclusiva de los demócratas. Estas mismas tensiones han dividido a otros partidos en todo el mundo que enfrentan a oponentes que maniobran para afianzar un gobierno de hombre fuerte, señaló Brendan Nyhan, politólogo de la Universidad de Dartmouth que estudia la regresión democrática.
Al observar la experiencia de otros países, Nyhan dijo que “la ciencia no es clara” sobre si es más efectivo que los partidos que se oponen a rivales cuasiautoritarios enfaticen sus acciones antidemocráticas o se concentren en preocupaciones políticas convencionales como la asequibilidad. La mayoría de los partidos, dijo, de todos modos eligen este último enfoque de enfatizar los temas de la mesa familiar, el rumbo que claramente prefieren los líderes demócratas en el Congreso.
Pero cualesquiera que sean los méritos electorales a largo plazo de tal enfoque, Nyhan sostuvo que conlleva un costo sustancial a corto plazo: no presentar al público un caso convincente de que las acciones de Trump están desmantelando las tradiciones democráticas de la nación. “Los demócratas han estado tan paralizados y tan hipercautos que puede que estén ofreciendo demasiado poco de esos mensajes”, afirmó. Las encuestas que muestran que más votantes están preocupados por los problemas materiales que por la democracia pueden convertirse en un ciclo que se retroalimenta, afirmó.
Shenker-Osorio argumentó de manera similar que los mensajes de la dirigencia del partido tienen el objetivo equivocado. Los demócratas buscan maneras de reducir la aprobación de Trump, dijo, pero a tanta distancia de la próxima elección deberían tratar, en cambio, de agudizar la preocupación pública por su ataque a las instituciones democráticas, tal como el Partido Republicano en los últimos años elevó la importancia de los temas relacionados con los derechos de las personas transgénero, la enseñanza de raza y género en las aulas y los inmigrantes indocumentados.
Nyhan coincide. Solo medio en broma, dijo que los líderes demócratas en el Congreso todavía podrían estar gritando “¿Qué pasa con el precio de los huevos?” cuando “los arrastren a los campos”.
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