La caída de otro primer ministro dificultará que Francia arregle sus finanzas. ¿Qué hay detrás de su problema de deuda?

Francia perdió a su quinto primer ministro en menos de dos años esta semana, justo antes de que el presupuesto de 2026 debiera enviarse al parlamento.

Sébastien Lecornu renunció el lunes tras anunciar un gabinete que en gran parte mantenía a los mismos ministros que su impopular predecesor, lo que provocó una reacción negativa.

François Bayrou dimitió el mes pasado después de intentar impulsar un plan de ahorro que incluía eliminar dos días festivos y congelar el gasto público.

La renuncia de Lecornu generó dudas sobre si el presupuesto de 2026 —que incluye reformas urgentes para reducir la deuda— podrá aprobarse a tiempo.

Pero, tras conversar con legisladores de varios partidos, ofreció cierta tranquilidad el miércoles, desempeñándose como primer ministro interino. “Existe la voluntad de que Francia tenga un presupuesto antes del 31 de diciembre”, dijo.

Francia es el país que más gasta en Europa en relación con su producción económica. Su carga de deuda solo es superada por la de Grecia e Italia, que estuvieron en el centro de la crisis de deuda europea en 2011.

Si se mide por el déficit presupuestario —la diferencia entre el gasto público y los ingresos—, Francia también se encuentra entre los países más derrochadores de la Unión Europea, según Eurostat, la oficina de estadísticas del bloque.

Aunque el país tiene una larga historia de gasto excesivo, desde junio del año pasado los inversionistas en bonos se han mostrado más preocupados por sus finanzas, lo que resultó en mayores costos de endeudamiento para un Gobierno que ya tiene problemas de liquidez.

Esto es lo que está detrás de la reciente agitación política y de los mercados en torno a la deuda de Francia.

Con diferencia, la mayor presión sobre las arcas públicas francesas proviene de lo que se conoce como protección social, que abarca pagos de pensiones, subsidios de desempleo y otros desembolsos.

El gasto de Francia en protección social —equivalente al 23,3 % de su producto interno bruto— es el segundo más alto de la Unión Europea, solo por detrás de Finlandia, según Eurostat.

Este tipo de gasto en Francia también es amplio acorde con los estándares globales. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que utiliza una metodología diferente a la de Eurostat, el país destinó el equivalente al 30,6 % de su PIB a la protección social el año pasado, muy por encima del 19,8 % que gastó, por ejemplo, Estados Unidos.

Las pensiones estatales representan una gran parte del gasto social de Francia. Son generosas en comparación con otros países desarrollados y están disponibles a una edad más temprana que en muchas otras economías desarrolladas.

Más allá del gasto tradicional en pensiones y atención médica, el Gobierno también financia algunos beneficios poco comunes.

Por ejemplo, ofrece apoyo financiero a las familias que contratan a una niñera o cuidadora para niños menores de seis años, según Business France, una agencia nacional que ayuda a empresas extranjeras a establecerse en el país.

“Reembolsamos muchas cosas que, básicamente, ya no podemos permitirnos reembolsar”, dijo a CNN Alexandra Roulet, profesora de economía en la escuela de negocios INSEAD y exasesora económica del presidente de Francia, Emmanuel Macron.

La respuesta de las autoridades a dos crisis consecutivas en los últimos años también ha contribuido a la carga de deuda del país.

El Gobierno gastó mucho para proteger a los hogares y las empresas de las consecuencias de la pandemia de covid-19 y del aumento de los precios de la energía provocado por la invasión rusa a Ucrania en 2022.

Los políticos franceses están profundamente divididos sobre si la solución es recortar el gasto o aumentar los impuestos, especialmente porque los impuestos ya son elevados.

Los ingresos del país por impuestos y contribuciones sociales representaron el 45,6 % de su PIB en 2023, el porcentaje más alto de la Unión Europea.

Llegar a un acuerdo sobre un presupuesto que reduzca el déficit también ha sido difícil en un contexto de protestas masivas contra las medidas de austeridad.

Tomemos como ejemplo el intento del Gobierno a principios de este año de reducir su generoso gasto en atención médica: su propuesta de recortar la cantidad que el Estado reembolsa a los taxistas por transportar a ciertos pacientes a sus citas médicas fue recibida con protestas.

Una medida del Gobierno en 2023 para imponer una reforma de las pensiones que aumentará la edad de jubilación de 62 a 64 años para 2030 también provocó protestas generalizadas, aunque finalmente se convirtió en ley.

Desde que Macron llegó al poder en 2017, la indignación pública se vio amplificada por recortes de impuestos para las empresas y la eliminación del impuesto sobre la riqueza implementado al inicio de su Presidencia.

Combinadas con sus planes de aumentar los impuestos ecológicos a la gasolina, esas medidas alimentaron la percepción de que es el “presidente de los ricos”, una imagen de la que le ha costado desprenderse.

La carga de deuda de Francia está entre las más altas del mundo desarrollado: se situó en el 116,5 % de su PIB en 2023, frente al 122,9 % de Estados Unidos, según la OCDE.

Según los bonos gubernamentales de referencia a 10 años, los inversionistas ahora consideran que la segunda mayor economía de la Unión Europea es un prestatario más riesgoso que Grecia, Italia, Portugal y España, países que estuvieron en el centro de la crisis de deuda europea de 2011.

La principal razón de esta agitación en los mercados radica en la incapacidad de Francia para avanzar en la reparación de sus finanzas públicas.

El estancamiento en la toma de decisiones se remonta a junio de 2024, cuando Macron disolvió el parlamento y convocó a elecciones anticipadas, una apuesta que hizo que su partido perdiera escaños y fragmentara la Asamblea Nacional.

“Desde que Macron disolvió el parlamento, lo que resultó en una parálisis política, Francia fue el eslabón débil de la eurozona”, dijo a CNN Holger Schmieding, economista en jefe del banco Berenberg, en referencia al grupo de 20 países que usan el euro.

El reciente aumento en los costos de endeudamiento de Francia en comparación con los de Italia es especialmente llamativo. Italia, la tercera economía más grande de la Unión Europea, tiene una carga de deuda mayor y un crecimiento económico más débil.

Sin embargo, Italia está gobernada por una coalición que goza de una cómoda mayoría parlamentaria y que ha tomado medidas para reducir el déficit presupuestario del país.

“Si miras la situación política de Italia ahora… en realidad parece bastante estable”, dijo a CNN Andrew Kenningham, economista jefe para Europa de la consultora Capital Economics. “Por eso —incluso antes de la reciente renuncia de otro primer ministro— Francia se ha convertido en un foco de preocupación mayor que Italia”.

Hasta ahora, los analistas no esperan otra crisis de deuda europea, esta vez centrada en Francia.

Pero los costos de endeudamiento de Francia podrían dispararse si candidatos de la extrema derecha o la extrema izquierda ganan las próximas elecciones presidenciales, previstas actualmente para 2027, señaló Kenningham.

“Si (Marine) Le Pen llega al poder o incluso (Jean-Luc) Mélenchon del partido de izquierda… y si realmente implementaran aunque sea la mitad de lo que han dicho que quieren hacer, entonces sí podrías tener un momento de pánico en los mercados de bonos”, afirmó.

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