Javier Milei logró lo que muchos líderes anhelan: pertenecer al “selecto” club de quienes Donald Trump considera como una de sus almas gemelas. Aunque aún no está claro el precio que tendrá que pagar —con Trump nada es gratis— ya se codea con el afecto de Trump por Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu, con quienes temas como la corrupción no serían prioritarios. De hecho, Trump aprovechó su discurso en el Knesset el lunes para pedir un indulto para su amigo Bibi, con la pregunta: “¿Cigarros y champaña, a quién diablos le importa?”. Netanyahu enfrenta cargos en tres casos separados que incluyen haber recibido obsequios como puros y champaña.
El nuevo miembro del club de los BFF (best friends forever o mejores amigos por siempre en vernáculo estadounidense) de Trump, o por lo menos parece serlo —el mercurial presidente estadounidense pasa del amor al odio en nanosegundos—, es Javier Milei, el excéntrico presidente de Argentina. Tan especial es la relación que Trump ya respaldó a Milei para su hipotética reelección en 2027, en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York; desde ese día programó una nueva visita de Milei a Washington.
Trump llegó a la madrugada desde Medio Oriente y eso cambió la agenda, de la esperada reunión en la oficina Oval, como la que recibió Nayib Bukele, Milei recibió un “upgrade”: encabezó su delegación en la misma mesa en la que Trump —acompañado de su vicepresidente J. D. Vance y altos funcionarios, como el secretario de Estado, Marco Rubio— lleva a cabo sus reuniones de Gabinete. Hubo regalos y halagos, y más halagos.
Trump fue claro: “Queremos ayudar a Argentina, pero nos queremos ayudar a nosotros mismos”. Siguió con su análisis trumpiano: “Si el presidente pierde las elecciones —¿sabrá que no son presidenciales?—, no seremos tan generosos con Argentina, no vamos a perder nuestro tiempo”. Y remató con este respaldo entusiasta a un amigo cercano: “No es un país tan grande, nos beneficiaremos, pero no es tan grande, pero es un país muy importante que puede ser exitoso, hay países que nunca lo serán. Este es un país con gran potencial, si cuenta con el liderazgo apropiado y tienen ese liderazgo en este hombre”.
El domingo 26 Argentina tiene elecciones legislativas que pueden definir el rumbo de la política económica de Milei, pero no son presidenciales ni Milei está en la boleta.
De hecho, mientras Trump regresaba desde Egipto, Milei y su delegación volaban hacia Washington. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue claro: al Gobierno Trump le interesa que Milei tenga un buen resultado en las elecciones legislativas del 26 de octubre y lo está demostrando con 20.000 millones de razones, en dólares. La estrategia es proteger a inversionistas estadounidenses en Argentina —la principal fuente de capital extranjero en ese país, en medio de la debilidad del peso ante la política económica de Milei, que en esencia es el modelo de Trump—, recortar el gasto público, reducir las regulaciones y despedir a miles de empleados federales, y algo que Trump quiere y Argentina tiene: uranio, litio, metales raros.
No debe ser coincidencia que la reunión con Milei llega después de que Trump amenazó a China con un 100 % de nuevos aranceles por una supuesta carta enviada por Beijing a gobiernos en el mundo imponiendo restricciones sobre el acceso a sus metales raros.
Para la periodista y analista Dori Toribio, el salvavidas del Gobierno de Trump a su aliado argentino es económico y político. “Ha generado dudas y críticas en Washington, también de republicanos, como el veterano senador de Iowa Chuck Grassley, quien se preguntó por qué Estados Unidos ayuda a rescatar a Argentina, perjudicando a los agricultores estadounidenses en el mercado de la soja”.
“La visita de Milei llega en un momento delicado para la economía estadounidense: hay señales de alarma por la ralentización del mercado laboral y la inflación persistente, el Gobierno federal de Washington sigue parcialmente cerrado por una falta de acuerdo presupuestario en el Congreso y las encuestas muestran preocupación con la gestión económica del presidente Trump”, dice Toribio.
La relación con Argentina ha visto una mayor cobertura —pero de páginas interiores— en medios estadounidenses por la contradicción evidente: en medio de un cierre de Gobierno, Trump asiste a un Gobierno extranjero, cuando su política es de “America First”. Y lo hace a pesar de que Argentina copa mercados como el de la soja, que era de los agricultores estadounidenses, quienes pasaron de vender casi US$ 13.000 millones en el grano a no tener un solo pedido en este 2025.
Para el académico y periodista Benjamín Fernández Bogado, “no le queda otra opción a Milei, y ninguna a Trump, que compartir la angustia de un salvataje completamente orientado a los resultados electorales. Se verá el 26 de octubre si los argentinos están hartos de la corrupción o pueden perdonar de su presidente el pesado lastre que carga con las acusaciones en su contra. La palabra la tiene el elector”.
La trama es jugosa. A pocas semanas de las elecciones del 26 de octubre y después de una contundente derrota en los comicios en la provincia de Buenos Aires, Milei se quedó sin su principal candidato —José Luis Espert— en otro escándalo de un gobierno que llegó prometiendo transparencia, pero con una causa por presunta corrupción, que además pasa por Estados Unidos y una compleja trama de lavado de dinero proveniente del narcotráfico, al que Trump le declaró la guerra, aunque al parecer solo en el Caribe, en donde este martes hundió una quinta lancha, esta con seis personas a bordo.
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