El viaje de Trump a Asia pondrá a prueba su capacidad para negociar con viejos rivales y nuevos amigos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se apoyará en el poder de la diplomacia en persona en su primer viaje a Asia de su segundo mandato, mientras se reúne con viejos rivales, nuevos amigos y, potencialmente, adversarios, buscando cerrar acuerdos que podrían tener enormes implicaciones económicas y de seguridad nacional.

Pero el gusto de Trump por los aranceles —al igual que su enfoque impredecible en las relaciones internacionales— ha generado incertidumbre entre aliados estadounidenses que antes eran sólidos en la región, preparando el escenario para una gran prueba de si el autor de “El arte de la negociación” puede cumplir.

Trump llegó a Malasia el sábado por la noche (domingo por la mañana, hora local) para una gira de seis días por tres países, después de haber reimaginado el papel de Estados Unidos en el mundo, un rol que intenta defender frente a la creciente influencia de China, en particular.

El presidente del “EE.UU. primero” presume de lo que él dice son finales de ocho guerras logrados por Trump, incluido un frágil alto el fuego en el conflicto Israel-Hamas, y utiliza su política arancelaria como palanca. Y ha dicho que el conflicto cuya resolución ha sido más esquiva —la guerra de Rusia en Ucrania— estará en la agenda durante la reunión de mayor riesgo del viaje, con Xi Jinping, el líder de China, con quien EE.UU. está inmerso en una guerra comercial latente.

En Kuala Lumpur, Trump participó en la firma de un acuerdo de paz entre Camboya y Tailandia. Los vecinos del sudeste asiático acordaron un alto el fuego en julio para poner fin a la creciente violencia en su frontera en disputa, después de que Trump advirtiera a sus respectivos líderes que no haría acuerdos comerciales con ellos si continuaba el conflicto mortal.

“Estoy en camino a Malasia, donde firmaré el gran Acuerdo de Paz, que con orgullo negocié entre Camboya y Tailandia”, escribió Trump en una publicación en Truth Social cuando emprendía el viaje.

Más adelante, Trump se unió a los principales líderes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, quienes buscarán profundizar las alianzas con EE.UU. Se reunirá con la nueva primera ministra conservadora de Japón en Tokio. El comercio y la seguridad estarán en la agenda cuando se reúna con el presidente de Corea del Sur.

Pero todas las miradas están puestas en la esperada reunión con Xi en Corea del Sur, la cual ya está marcada por la duda de si siquiera llegará a realizarse. La posibilidad de una reunión potencial con Kim Jong Un, de Corea del Norte —con quien compartió un infame apretón de manos en 2019, en la zona desmilitarizada de la península coreana— también se cierne sobre el viaje.

Los encuentros de Trump con sus homólogos serán observados muy de cerca en busca de avances en la reparación de lazos económicos, la expansión del comercio y el cumplimiento de promesas de inversión y de si puede aprovechar la influencia de los líderes regionales para ayudar a ampliar la cooperación en materia de seguridad.

“Todos estos líderes y países han sido sujetos a aranceles recíprocos de EE.UU., presión para gastar más en defensa, algo de acoso por parte de Estados Unidos”, dijo Victor Cha, presidente del Departamento de Geopolítica y Política Exterior y titular de la cátedra de Corea en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, o CSIS.

“Pero a pesar de esto, creo que la recepción será positiva. Todos todavía quieren cerrar un trato con el presidente de Estados Unidos”, señaló Cha, subrayando el deseo de aquellas naciones de alivio arancelario.

Y, como en cualquier viaje presidencial al exterior, el despliegue será gestionado meticulosamente, ya que cada anfitrión de Trump intenta halagar al presidente estadounidense con pompa y circunstancia.

Trump y Xi se reunieron cara a cara cinco veces durante el primer mandato del presidente estadounidense, incluido un recibimiento en Mar-a-Lago para Xi y un viaje de Trump a Beijing.

Pero las circunstancias de su encuentro en persona más reciente, en junio de 2019, al margen de una cumbre del G20 en Japón, subrayan la complicada relación que persiste seis años después, tras la pandemia de covid-19 y la administración del presidente Joe Biden.

En ese momento, Estados Unidos y China estaban buscando un acuerdo comercial en medio de grandes aumentos arancelarios por parte de ambos países. Aunque Trump y Xi describieron positivamente esa reunión de junio, ambos países continuaron intensificando las amenazas arancelarias y mantuvieron negociaciones intermitentes.

Trump ha elogiado durante mucho tiempo el liderazgo de Xi y ha hecho alarde de una relación cordial con su homólogo, a quien ha descrito tanto como un “amigo” como “extremadamente difícil para cerrar un trato”.

Y Beijing busca cierta previsibilidad por parte de Trump, quien es conocido por llevar a cabo una diplomacia notoriamente caprichosa.

Esta vez, la preparación para la reunión esperada ha tenido muchas idas y vueltas, con las tensiones comerciales reavivándose recientemente después de que Beijing anunciara planes para restringir las exportaciones de minerales de tierras raras.

Trump luego amenazó con imponer aranceles que comenzarían en el 130 % a las exportaciones chinas para el 1 de noviembre, aumentando desde la tasa mínima actual del 30 %. Trump también dijo que está preparado para imponer controles a la exportación de lo que él definió como “cualquier y todo software crítico” hacia China. Beijing ha señalado que retaliaría ante todas estas acciones. China también ha suspendido la compra de soja estadounidense, lo que ha causado tensión entre los agricultores estadounidenses.

A principios de este mes, Trump amenazó con cancelar la reunión, escribiendo en Truth Social: “Iba a reunirme con el presidente Xi en dos semanas, durante el APEC en Corea del Sur, pero ahora parece que no hay razón para hacerlo”.

Pero un Trump optimista indicó el miércoles que se dirige a las conversaciones en modo de negociación.

“Creo que vamos a lograr un acuerdo. Creo que vamos a cerrar un trato sobre —las tierras raras son lo de menos… Creo que vamos a llegar a un acuerdo en soja y con los agricultores. Creo que vamos a alcanzar un acuerdo quizá incluso sobre lo nuclear”, dijo a los periodistas en la Oficina Oval.

Las conversaciones comerciales entre altos funcionarios estadounidenses y chinos en Malasia este fin de semana prepararán el terreno para las conversaciones del presidente con Xi. Pero, hablando con Fox Business antes del viaje, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, se negó a descartar nuevas medidas de escalada si no se puede negociar una pausa o alivio respecto al régimen de tierras raras de Beijing.

El embajador Nicholas Burns, quien fue el principal diplomático estadounidense en Beijing durante la administración Biden, predijo que Trump y Xi podrían alcanzar un acuerdo no tradicional durante sus conversaciones. Planteó que tal negociación podría ser “una serie de compromisos sin lenguaje vinculante”, señalando posibles áreas de acuerdo sobre TikTok, el fentanilo y las exportaciones de soja.

“Mi mejor impresión es que no veremos un acuerdo comercial terminado la próxima semana. Hay muy poco tiempo”, dijo Burns en una conversación de adelanto del viaje con el Consejo Atlántico. “Lo mejor que podemos esperar”, añadió, es que los dos líderes acuerden “ciertos principios” que sus asistentes puedan desarrollar posteriormente.

Y el Dr. Philip Luck, director del Programa de Economía del CSIS, moderó las expectativas sobre algunos de los desacuerdos más intratables entre Washington y Beijing, sugiriendo que Trump y Xi llegarán a acuerdos sobre “desescaladas, en lugar de resolver los problemas sistémicos subyacentes”.

Pero Trump también espera apoyarse en su reunión con Xi para suavizar otra relación clave que recientemente ha estado en problemas.

“Creo que él puede tener una gran influencia sobre Putin. […] Mira, es un hombre respetado. Es un líder muy fuerte de un país muy grande”, dijo Trump en una previa sobre las conversaciones acerca de cómo poner fin a la guerra en Ucrania.

China tiene profundos lazos económicos con Rusia, y los líderes de ambos países han mostrado solidaridad en los últimos meses, lo que supone una prueba clave para Trump y la influencia estadounidense que intenta proyectar en el mundo.

Trump también tendrá la oportunidad de reunirse con la firme conservadora Sanae Takaichi, quien se convirtió en la primera mujer que llega a ser primera ministra de Japón a principios de este mes. Como el difunto ex primer ministro Shinzo Abe, con quien Trump desarrolló una relación cercana durante su primer mandato, ella apoya la revisión de la constitución pacifista de Japón y ha visitado un controvertido santuario de guerra que incluye los nombres de aquellos condenados por crímenes de guerra durante la Segunda Guerra Mundial, ambos temas que provocan enojo en la vecina China y Corea del Sur. También se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo y al creciente movimiento para permitir que las parejas japonesas casadas usen apellidos separados.

Trump la elogió como una “persona muy respetada de gran sabiduría y fortaleza” en una publicación en Truth Social después de su elección. Pero las interacciones entre los líderes —y si pueden cultivar los mismos lazos cálidos que Trump disfrutó con Abe— serán observadas de cerca.

Pero para Trump, no solo importa la amistad, también los acuerdos económicos. Es probable que destaque el compromiso de Japón de invertir US$ 550.000 millones en EE.UU., con el Gobierno de Takaichi trabajando para finalizar un paquete inicial de compras, según la Dra. Kristi Govella, presidenta de Japón en el CSIS.

Se espera también que Trump, quien realizó múltiples viajes a Japón durante su primer mandato, sea recibido por el emperador del país, visite a las tropas estadounidenses, se reúna con líderes empresariales japoneses y, de acuerdo con Govella, visite a la viuda de Abe, quien pasó tiempo con Trump en Mar-a-Lago el año pasado.

Sin dormir en Corea del Sur Trump también se reunirá con un nuevo líder en Corea del Sur, donde el comercio y la seguridad son prioridades importantes para las conversaciones con el presidente Lee Jae Myung, quien asumió el cargo en junio tras un momento político tumultuoso para su país, después de que su predecesor declarara la ley marcial.

Desde entonces, Corea del Sur y EE.UU. han anunciado un nuevo pacto comercial, que requería aranceles del 15 % a productos del país y una inversión masiva de US$ 350.000 millones en EE.UU. El acuerdo comercial aún no ha entrado en vigor y los aranceles de Trump han impuesto una tensión significativa en la economía surcoreana.

La relación EE.UU.-Corea del Sur también enfrentó una gran prueba en septiembre cuando casi 500 personas, en su mayoría ciudadanos surcoreanos, fueron detenidos y arrestados durante una redada de control inmigratorio en una planta de Hyundai en el estado de Georgia, lo que provocó indignación en su país. Lee expresó abiertamente su preocupación sobre el futuro de la inversión surcoreana en EE.UU., diciendo que la confusión respecto a la situación de visado para los surcoreanos haría que las empresas locales cuestionaran “si deberían ir o no”.

Pero Lee se ha mostrado optimista previo a su encuentro con el presidente estadounidense.

“Creo que esto tomará algún tiempo. Y también creo en la racionalidad de Estados Unidos. Por eso creo que seremos capaces de llegar a un acuerdo racional”, dijo a Will Ripley, de CNN.

“Creo que, al final, podremos alcanzar un resultado racional que sea aceptable. Porque somos una alianza, y ambos tenemos sentido común y racionalidad”, añadió.

Las tensiones regionales también están al frente esta semana, con Lee observando las habilidades de Trump como “pacificador”. El viaje del presidente, que coincide con la cumbre económica de APEC, ocurre solo días después de que el vecino del norte de Corea del Sur ofreciera su última provocación, probando misiles balísticos, la primera demostración militar de fuerza de Corea del Norte desde que Lee asumió el cargo.

“También creo que el presidente Trump quiere lograr la paz mundial. Por eso le he pedido que asuma el papel de pacificador”, dijo Lee a CNN, señalando que daría la bienvenida a la posibilidad de una reunión Trump-Kim.

Funcionarios de la administración Trump han debatido en privado la posibilidad de organizar una reunión entre el presidente estadounidense y el líder norcoreano, Kim Jong Un, durante este viaje, aunque muchos son escépticos de que finalmente ocurra, dijeron fuentes familiarizadas con el tema a CNN a principios de este mes.

Trump ha expresado públicamente y en privado su deseo de encontrarse con su homólogo norcoreano, y los funcionarios han dejado la puerta abierta para una reunión durante el viaje, aunque no se ha producido ninguna comunicación entre Washington y Pyongyang como la que Trump tuvo en ocasiones durante su primer mandato. “Tienen muchas armas nucleares, pero no mucho servicio telefónico. Así que estoy abierto a ello. Tenía una gran relación con él, y probablemente sabe que voy, ¿verdad? Pero si quieren comunicarlo, estoy abierto a ello”, dijo Trump a los periodistas a bordo del Air Force One cuando le preguntaron si vería a Kim.

En junio de 2019, Trump se convirtió en el primer presidente estadounidense en funciones en pisar Corea del Norte, un momento breve, pero histórico que se concretó rápidamente después de que el presidente tuiteara una invitación. Los líderes se reunieron durante casi una hora en la zona desmilitarizada, pero la reunión no resultó en avances sustanciales y Corea del Norte ha fortalecido posteriormente su programa de armas nucleares.

Se espera que Trump se reúna con otros homólogos clave en Kuala Lumpur, incluyendo al primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, y a líderes de Filipinas, Singapur, Tailandia, Indonesia y otros países del sudeste asiático donde Estados Unidos busca aumentar su influencia.

Pero los líderes de cada país han lidiado con inestabilidad durante el segundo mandato del presidente estadounidense, así como con los impactos de los recortes de la administración a la ayuda externa.

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