En el Grand Hotel de Oslo, situado en el centro de la capital de Noruega, la expectativa es constante. El motivo es que este edificio tradicionalmente se convierte en el alojamiento oficial del ganador del premio Nobel de la Paz cuando éste llega a la ciudad para recibir el galardón. Sin embargo, en la suite Nobel, sigue faltando un huésped: María Corina Machado, quien recibirá el premio el miércoles.
Pasan las horas y los curiosos se suceden por los aledaños del lugar, en la calle Karl Johans, que empieza a lucir vallada. Lo que más les llama la atención son las cámaras de televisión, hasta tal punto que, de vez en cuando, algunos se acercan para preguntar por el motivo de tal despliegue.
Karen y Jorge, originales de Cúcuta, en Colombia, no dudan en hacer lo propio cuando detectan el equipo de CNN. “¿Ha llegado ya?”, inquiere Karen. Pero no, la respuesta sigue siendo negativa. La última información oficial ofrecida este martes es que la líder opositora venezolana hará el esfuerzo por llegar, aunque desde el Instituto Nobel dicen desconocer cuándo y cómo lo logrará.
“Nosotros iremos mañana a ver la ceremonia”, agrega. Y es que esta joven, que lleva siete años viviendo en Noruega, se manifiesta contenta por el hecho de poder seguir este notable acontecimiento desde la pantalla que las autoridades han colocado a escasos metros del ayuntamiento de la ciudad para retransmitir el acto completo.
Dentro del Hotel, la expectativa es parecida. Periodistas y autoridades comparten el mismo lujoso lobby donde unos aguardan la entrada de rostros conocidos con los que alimentar la crónica, mientras que otros toman un café a la espera de alguna noticia de Machado.
En una de las mesas más cercanas a la barra de la cafetería conversan José Raúl Mulino, presidente de Panamá, e Iván Duque, expresidente de Colombia. Y en alguna que otra ocasión se puede ver a Clara Machado, hermana de la homenajeada; Ana Corina, su hija; y también a Corina Parisca, su madre. Pero nadie sabe nada.
De regreso al exterior del hotel, a unos pocos pasos de la puerta y aguantando los cero grados Celsius que castigan al viandante, se oyen dos voces más. La conversación es la misma. Son Elio y Eduardo, naturales de la región Oriental de Venezuela pero que llevan cinco y tres años —respectivamente— viviendo en Arabia Saudita.
Aún a la distancia, se animaron a comprar billetes de avión unas para así presenciar la ceremonia en vivo. “Solo estamos aquí para la ceremonia, en dos días retornamos al trabajo”, detalla. No obstante, agrega que “la ocasión lo amerita”, dado que se presenta como un momento único para poder ver en persona a Machado, quien no ha sido vista en público desde las concentraciones que tuvieron lugar en Caracas el pasado 9 de enero.
Una esperanza que se demuestra fuerte también entre los otros venezolanos que se dejan ver por el entorno del hotel, quienes depositan en esa ceremonia muchas otras ilusiones. “Esperamos que esto tenga un desenlace positivo para todos los venezolanos”, sintetiza Eduardo.
Así las cosas, la esperanza y la incertidumbre son las fuerzas que empujan las manillas de sus relojes. Ahora bien, pasen más rápidas o lentas, esas horas conducirán a la respuesta que todos ellos esperan obtener mañana a la una de la tarde, hora local, cuando inicie la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz en el Ayuntamiento de Oslo.
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