Maduro perdió dos aliados este fin de semana. ¿Qué socios le quedan en la región?

A medida que crece el despliegue militar de buques de guerra, aviones de combate e infantería de Marina de Estados Unidos en el Caribe, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, parece estar quedándose cada vez más solo ante un destino incierto. Este domingo, perdió en las urnas a dos aliados regionales. Si bien no tienen el mayor peso diplomático, esto ocurre cuando Caracas no puede darse el lujo de quemar puentes frente a la presión de Washington.

Muchos países de América Latina han girado a la derecha en sus últimas elecciones presidenciales, entre ellos Argentina, con Javier Milei; Ecuador, con Daniel Noboa; El Salvador, con Nayib Bukele; y Bolivia, con Rodrigo Paz. Eso rápidamente los ubica en las antípodas del Socialismo del Siglo XXI, fundado por el fallecido presidente Hugo Chávez en Venezuela.

En Honduras, donde todavía se están contando los votos y hay incertidumbre sobre el ganador, una certeza se hace evidente: la candidata Rixi Moncada, delfín de la presidenta izquierdista Xiomara Castro, quedó relegada al tercer puesto en un escenario que parece irremontable.

La disputa se reduce a los derechistas Nasry Asfura (apoyado por el presidente Donald Trump) y Salvador Nasralla. Los dos adelantaron que en caso de ganar romperían relaciones con Venezuela.

También hubo elecciones en el archipiélago caribeño de San Vicente y las Granadinas, donde desde 2001 gobernaba el primer ministro laborista Ralph Gonsalves, conocido por su apoyo a Maduro en organismos regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Tras casi un cuarto de siglo en el poder, ahora es el turno del centroderechista Godwin Friday, quien ganó 14 de los 15 escaños del Parlamento.

En su momento de máximo poder y popularidad en Venezuela y América Latina, Chávez contaba con una larga lista de aliados, desde Argentina, Brasil y Paraguay hasta Ecuador y Bolivia, pasando por históricos socios como Cuba y Nicaragua.

Ahora, aún aquellos países donde gobiernan presidentes de izquierda o centro izquierda, como es el caso de Brasil, con Lula da Silva; Chile, con el saliente Gabriel Boric; México, con Claudia Sheinbaum e, incluso, Colombia, con Gustavo Petro, han marcado distancia y límites en su relación con la Venezuela de Maduro, especialmente tras las elecciones de 2024 —que Maduro dice haber ganado— cuya legitimidad ha sido cuestionada.

Washington asegura que su operación bélica es contra el narcotráfico, y acusa al Gobierno de Venezuela de estar cooptado por los cárteles. Caracas rechaza estas acusaciones, y asegura que el despliegue de EE.UU. no busca otra cosa que la salida de Maduro del poder.

La relación de Venezuela con Colombia, con quien comparte una extensa frontera terrestre y un problema transnacional de narcotráfico, ha sido siempre muy tensa. El actual presidente, Gustavo Petro, marcó distancia con Maduro, pero al mismo tiempo se encuentra en medio de un conflicto creciente con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuyo gobierno acusa a Bogotá de no hacer nada por frenar al narcotráfico.

La semana pasada, Petro dijo a CNN que Maduro no tiene vínculos con el narcotráfico, como argumenta Washington, pero consideró que el problema del presidente de Venezuela es “la falta de democracia y de diálogo”.

En octubre, Maduro dijo que “si tocan a Colombia nos tocan a nosotros”.

Pero hay otros países donde la historia reciente ha estado marcada por un progresivo deteriorio.

Tal es el caso de Argentina. Durante la presidencia del peronista Néstor Kircner (2003-2007) y luego su esposa Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), Caracas y Buenos aires vivieron un renacimiento de sus relaciones diplomáticas, con creciente comercio y apoyos.

Pero la llegada a poder de Mauricio Macri, un empresario de centroderecha, en 2015, quien fueno de unos los impulsores del Grupo de Lima —una instancia multilateral de países que buscó sin éxito una salida a la crisis política en Venezuela—, y aún más tras la elección de Javier Milei, un autodefinido libertario que dice odiar el socialismo, en 2023, prácticamente han cercenado todo diálogo.

Algo similar pasó con Brasil. Durante los gobiernos de Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Roussef (2010-2016), ambos del Partido de los Trabajadores, la relación con Caracas prosperó, pero la llegada de Michel Temer y luego del derechista (y trumpista) Jair Bolsonaro a la presidencia cortaron el vínculo. Con el retorno de Lula al poder, sin embargo, el vínculo no se ha restaurado del todo.

En Ecuador el expresidente Rafael Correa fungió como uno de los aliados ideológicos más claros de Chávez, pero el derrotero del país, que atraviesa sus propios problemas de narcotráfico y tensiones internas, en los años siguientes allanó el camino para la eventual llegada del derechista Noboa.

Bolivia fue un caso parecido: Evo Morales ofició como un aliado importante de Venezuela. Pero el reciente balotaje entre dos candidatos de derecha, del cual emergió Rodrigo Paz como ganador, dio por tierra, al menos temporalmente, con esa versión del país andino.

En estos años ha sido usual que los países de la región oscilen entre políticos de izquierda y derecha. Venezuela, sin embargo, lleva ya 25 años de chavismo sin ese vaivén y es uno de los pocos que ha permanecido en el mismo lugar.

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Si la situación en el Caribe finalmente estalla, Venezuela tiene solo dos amigos remanentes en la región. Es poco probable que ninguno de ellos sea de utilidad.

Cuba, enemiga histórica de Estados Unidos, ha sido un aliado fiel de Venezuela desde la llegada de Chávez al poder, que significó un quiebre de las relaciones entre Caracas y Washington.

“Cuba apoya de manera total y completa al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela”, dijo el canciller Bruno Rodríguez a CNN a fines de septiembre.

Pero cuando se le preguntó si Cuba respondería a un eventual ataque de EE.UU. a Venezuela, el canciller evitó responder directamente: “Es un caso hipotético. Cuando usted me informe que ha ocurrido una intervención militar estadounidense, yo le contaré”.

La golpeada isla comunista de Cuba, que atraviesa una de sus más grandes crisis económicas en medio de crecientes críticas al Gobierno de Miguel Díaz-Canel, no está en condiciones de prestar ayuda militar a Venezuela, y más allá de las declaraciones de Rodríguez se ha mantenido al margen de esta crisis.

El otro amigo de Venezuela es la pequeña Nicaragua de Daniel Ortega, el cuestionado y sancionado presidente que inició en 2022 su quinto mandato en medio de detenciones a opositores y violaciones de derechos humanos, que Ortega ha rechazado enérgicamemente.

Ortega habló poco en medio de esta crisis en el Caribe, y no ofreció ayuda a Venezuela. Pero a fines de septiembre dijo que Estados Unidos estaba buscando “adueñarse del petróleo venezolano inventando que la coca llega de ese paíse del sur”.

“Condenamos el desplazamiento de fuerzas militares que hace el gobierno de los Estados Unidos aquí en la región latinoamericana con el cuento de que Venezuela es la gran exportadora de la cocaína”, agregó.

Aunque Maduro está cada vez más aislado en Latinoamérica y sus viejos amigos están ahora preocupados por sus propios problemas, los efectos de un eventual conflicto entre Venezuela y Estados Unidos son muy difíciles de prever en términos de apoyos y rechazos en una región dominada por una relación de amor-odio con Estados Unidos, especialmente entre los países más grandes.

“Me preocupa mucho el aparato militar que Estados Unidos ha desplegado en el mar Caribe. Estoy muy preocupado. Y tengo la intención de hablar con el presidente Trump sobre esto, porque me preocupa”, enfatizó Lula da Silva días atrás en la Cumbre de Líderes del G-20 en Sudáfrica. “Es importante que encontremos una solución antes de que empiece. Estoy muy preocupado y no quisiera que ocurriera nada militar en Sudamérica”, agregó.

Por su parte, Sheinbaum ha defendido la “autodeterminación de los pueblos” y rechazado “el injerencismo y la invasión”, señalando que son valores esablecidos en la Constitución de México.

La última vez que Washington realizó una acción armada a gran escala en Latinoamérica fue en 1989, cuando invadió Panamár para derrocar del general Manuel Noriega.

Fue justo al final de la Guerra Fría, pocos meses depués de la caída del Muro de Berlín y dos años antes del derrumbe de la Unión Soviética, hechos que dieron inicio a un período de hegemonía estadounidense.

El escenario actual es muy distinto. Pero una frase atribuida a Charles Darwin dice que “la historia se repite, y ese es uno de los errores de la historia”.

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