China utilizó su poderío comercial para resistir los aranceles de EE.UU. ¿Podrá mantener su ventaja?

A principios de este año, cuando los aranceles de EE.UU. a las importaciones chinas fueron aumentando cada vez más, Derek Wang se preparó para una importante perturbación.

Ante la paralización de los pedidos estadounidenses, Wang, de 36 años, que vende utensilios de cocina inteligentes desde la provincia de Guangdong, en el sur de China, buscó alternativas para cubrir la demanda.

Tras encontrar nuevos compradores en Brasil, Japón, Malasia y Camboya, aprendió lo que él describe como una lección fundamental: “Nada es más importante que los mercados cercanos”.

Historias como la de Wang se han repetido en toda la vasta economía china, donde empresas, grandes y pequeñas, se apresuraron a llenar el vacío después de que los aranceles temporales de tres dígitos —y la amenaza de su regreso— trastornaran las exportaciones chinas al mercado más rico del mundo.

El resultado ha supuesto un gran triunfo para el gigante comercial chino.

En lugar de ver cómo las exportaciones flaquean por la pérdida de negocios en EE.UU., el mayor fabricante del mundo las ha impulsado hacia otros mercados en todo el planeta, aprovechando la presencia económica global del país y las coberturas que las empresas realizaron durante la primera guerra comercial de Trump.

Esta resiliencia infundió confianza a Beijing en sus negociaciones, que se prolongaron durante meses, con Estados Unidos y que culminaron en octubre cuando los líderes Donald Trump y Xi Jinping se reunieron y acordaron una tregua que reduce los nuevos aranceles sobre los productos chinos al 20 %.

Pero este impulso también encamina a China a superar el enorme superávit comercial mundial de casi US$ un billón del año pasado, un equilibrio que ha irritado a Gobiernos de todo el mundo y que, en primer lugar, desencadenó la guerra comercial de Trump.

Ya existían dudas sobre la sostenibilidad del auge exportador de China antes de que los datos publicados la semana pasada mostraran que las ventas al exterior se contrajeron inesperadamente en poco más del 1 % interanual en octubre, la primera caída desde febrero.

Que China pueda mantener su nivel de exportaciones al resto del mundo —y volver a expandirse en el mercado estadounidense tras la reciente tregua— es una cuestión trascendental para la segunda economía más grande del mundo, que sigue luchando contra la débil demanda de sus propios consumidores, pero que redobla sus esfuerzos en la manufactura como pilar de su economía.

Hasta ahora este año, el cambio en los flujos de exportación de China ha sido marcado, y ha enviado un mensaje claro de que, para China, Estados Unidos no es insustituible.

Si bien las exportaciones a Estados Unidos cayeron casi un 18 % en los primeros diez meses de este año en comparación con el mismo período de 2024, aumentaron más de un 7 % a la Unión Europea, un 14 % a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y un 26 % a África, según datos de aduanas chinas publicados la semana pasada. En general, las exportaciones crecieron un 5,3 %.

En el sudeste asiático, este comercio se vio impulsado por un aumento considerable en las exportaciones de máquinas herramienta, autopartes y componentes informáticos.

En África, la maquinaria de construcción y las tecnologías verdes han sido exportaciones clave, de acuerdo con los analistas, mientras que algunas regiones de América Latina han experimentado un crecimiento significativo en vehículos eléctricos, fertilizantes químicos y electrónica, entre otros sectores.

Este motor comercial ya estaba en marcha antes del inicio de la guerra comercial.

China, que ya es la superpotencia manufacturera mundial, ha experimentado un rápido ascenso en el dominio de tecnologías verdes como los vehículos eléctricos, las baterías de iones de litio y los paneles solares, lo que ha impulsado la demanda de países que buscan una conversión económica a las energías renovables, y ha generado preocupación entre quienes acusan a China de competencia desleal con productos subvencionados.

Algunos de esos productos, como los vehículos eléctricos y los paneles solares, ya estaban prácticamente excluidos del mercado estadounidense debido a los altos aranceles impuestos en los últimos años, y los exportadores chinos han estado desarrollando su comercio en los mercados emergentes.

“(China) se ha preparado bastante bien para esto”, comentó Jacob Gunter, quien dirige el programa de economía e industria del centro de estudios MERICS en Berlín.

“No fue un milagro de clarividencia predecir que Estados Unidos intensificaría con el tiempo su conflicto comercial y tecnológico con China, pero el país ya estaba expandiendo sus mercados antes de que comenzara la guerra comercial y tecnológica, y desde que empezó, esa tendencia se ha acelerado enormemente”, indicó.

Aunque en los últimos meses muchas empresas se han visto obligadas a desviar sus negocios del mercado estadounidense, los expertos afirman que el terreno para este cambio se sentó gracias al impulso que Beijing ha dado durante décadas para ampliar su presencia económica mundial, expandiendo el comercio y financiando a la vez puertos, terminales y autopistas en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de Xi.

También se ha apoyado en un impulso anterior de las empresas chinas para trasladar las cadenas de suministro y los centros de producción fuera de China a zonas que van desde el sudeste asiático hasta México, adonde se envían las mercancías desde China para su fabricación o acabado.

“Esa es la clave de la llamada resiliencia de las exportaciones chinas”, dijo Yao Yang, decano del Instituto de Finanzas Avanzadas Di-shui-hu de la Universidad de Finanzas y Economía de Shanghai, quien señaló que estas inversiones comenzaron durante el primer mandato de Trump.

“Sin esas inversiones en el extranjero, no creo que China pueda hacer frente al impacto”, sostuvo.

Pero la resiliencia comercial de Beijing también ha suscitado temores de que una avalancha de productos chinos en otros mercados aniquile las industrias nacionales.

Los países han respondido con investigaciones sobre productos chinos. Estados Unidos e India, así como México y Brasil, iniciaron conjuntamente 79 investigaciones antidumping y compensatorias contra productos chinos en la primera mitad de este año, un aumento significativo con respecto a antes de 2024, según datos de la Organización Mundial del Comercio.

También se pide que las exportaciones o la reubicación de fábricas vayan acompañadas de mayores niveles de inversión local, transferencia de conocimientos y un comercio más equilibrado.

Para algunos países latinoamericanos, “la desindustrialización es un gran problema cuando las empresas chinas comienzan a invertir… porque solo traen el ensamblaje, no realizan transferencia de tecnología ni de conocimientos”, apuntó Diego Rodríguez, líder de la práctica logística e industrial de Americas Market Intelligence, una firma de investigación en Miami, señalando que países como Brasil están resistiendo a esto.

En el sudeste asiático, el mayor flujo de mercancías es motivo de preocupación, según Rebecca Sta Maria, ex directora ejecutiva de la secretaría de la Cooperación Económica Asia-Pacífico.

“Nos sentimos abrumados. Recuerdo que una economía hablaba de un ‘tsunami de productos chinos que llegaban a la ASEAN’. Por supuesto que eso nos preocupa”, declaró Sta Maria, actual directora del Instituto para la Democracia y los Asuntos Económicos en Kuala Lumpur.

Pero no todo era negativo, añadió, ya que las pequeñas y medianas empresas estaban utilizando componentes de alta gama procedentes de China, lo que hacía que sus productos fueran más competitivos.

“Sé que el Gobierno chino ha reconocido (la preocupación) hasta cierto punto, así que ahora la cuestión es cómo gestionamos esto”, manifestó.

Beijing niega las acusaciones de que sus productos están inundando los mercados. Sus funcionarios, en cambio, han aprovechado la reestructuración del comercio mundial impulsada por Trump para promocionar a China como un socio comercial fiable, al tiempo que se comprometen a abrir aún más su vasto mercado a exportadores e inversores de todo el mundo.

Los observadores señalan que algunos países podrían mostrarse reacios a levantar barreras a China en un momento en que se enfrentan a aranceles más altos sobre sus propios productos que entran en Estados Unidos. Esto es especialmente cierto cuando existe una demanda real en muchos países.

En África, “es una relación de doble vía”, afirmó David Omojomolo, analista de mercados emergentes de Capital Economics.

“Estos países (de África) quieren industrializarse… hay una enorme brecha eléctrica en todo el continente. Los paneles solares son baratos y China tiene un exceso de capacidad… necesitan enviarlos a algún sitio, así que, por supuesto, África se va a beneficiar”, analizó.

Aun así, los fabricantes de toda China han tenido dificultades para llenar el vacío dejado por la caída de las exportaciones estadounidenses.

En los últimos meses, empleados de fábricas han descrito a CNN la cancelación de turnos, los permisos obligatorios y la pérdida de puestos debido a que los empleadores han decidido trasladarse fuera de China.

La fabricante de prendas de vestir Zhang Peipei, de la provincia de Jiangxi, declaró a CNN que ha logrado mantener a flote su negocio, con 20 años de trayectoria, gracias a los ingresos, aunque menores, provenientes de fuera de Estados Unidos.

Sin embargo, afirma que las impredecibles políticas arancelarias estadounidenses ya han causado un impacto grave e irreversible a largo plazo, sin que existan alternativas claras.

Con su negocio ahora en vilo, dependiendo de si logra cerrar un trato con compradores en México, Zhang dijo que no se sentía “muy segura”, incluso a pesar de un posible regreso de algunos negocios estadounidenses, “ya ​​que Estados Unidos ha estado revolucionando el panorama del comercio exterior, el mundo entero está en caos en este momento”.

Y surgen dudas sobre si los sólidos datos comerciales de China este año reflejan una demanda real o un impulso a corto plazo para sacar productos del país, almacenarlos o enviarlos a Estados Unidos a través de un tercer país con aranceles más bajos.

Un análisis de los datos comerciales de Estados Unidos y China desde abril hasta julio —incluido el punto álgido de la incertidumbre comercial— sugiere que poco menos de una cuarta parte del comercio chino desviado de Estados Unidos probablemente terminaba finalmente en Estados Unidos, mientras que el resto de los productos encontraban mercados alternativos, según Gerard DiPippo, investigador principal del Centro de Investigación de China de RAND.

“Aun así, no estoy del todo seguro de que la demanda final de todas esas (otras) exportaciones que se dirigen al Sur Global vaya a permanecer realmente en esos países”, comentó, señalando que los exportadores también podrían estar acumulando inventarios en el extranjero mientras esperaban a ver cómo se desarrollaban las negociaciones comerciales de los países con Estados Unidos.

“La gran salvedad”, añadió, “es que los márgenes de los exportadores chinos casi con toda seguridad se están reduciendo… mantienen altos volúmenes en términos reales, pero lo hacen recortando los precios”, explica.

La reciente tregua entre Xi y Trump deja los aranceles sobre los productos chinos en torno al 47 % de media, pero podría propiciar el regreso de más negocios estadounidenses.

Pero ante la incertidumbre que persiste en la economía mundial, una prioridad para quienes están en China, tanto en las fábricas como en el Gobierno, será aumentar la cantidad de productos fabricados en el país que compran sus propios consumidores.

Ese es el caso de Wang, el fabricante de utensilios de cocina de Guangdong. A pesar de haber encontrado nuevos clientes fuera de Estados Unidos, también está dando otro giro a su estrategia, dirigiendo una mayor parte de su negocio al mercado interno chino y una menor parte al extranjero, según explicó.

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