A pocas semanas de asumir el cargo, la nueva líder de Japón se ha enfrentado a las consecuencias de cruzar la línea roja de China respecto a Taiwán.
Desde que Sanae Takaichi sugirió que su país podría responder militarmente si China toma el control de Taiwán por la fuerza, Beijing ha desplegado su estrategia de presión económica: advirtió a sus ciudadanos que no viajen ni estudien allí, insinuó que no habrá mercado en China para las exportaciones japonesas de mariscos y desató una ola de fervor nacionalista generalizado dirigida a la primera ministra.
Este revuelo parece cuidadosamente calibrado para advertir a Japón —y a otros países de la región— sobre lo que podría suceder si siquiera consideran adoptar una postura contraria a la de China respecto a Taiwán, la isla democrática autogobernada que Beijing reclama como territorio propio.
Pero la disputa, que no muestra señales de amainar tras casi dos semanas, también revela algo más: la profunda preocupación de Beijing por potenciales cambios en las posturas militares en Asia, a medida que los aliados de Estados Unidos incrementan el gasto en defensa y la coordinación ante su creciente poderío militar.
Ningún otro país despierta estas preocupaciones como Japón, cuyo Ejército Imperial —en el siglo XX— invadió, ocupó y cometió atrocidades contra China y, décadas antes, colonizó Taiwán. Varios elementos clave del llamado “siglo de humillación” que China ha sufrido fue a manos de potencias extranjeras.
El sentimiento antijaponés ha estado latente en el país desde entonces, intensificándose y ganando terreno en los últimos años, con la creciente influencia de los nacionalistas radicales en China bajo el liderazgo de Xi Jinping.
Reforzando la antigua determinación del Partido Comunista gobernante de garantizar que la historia no se repita, Xi ha modernizado rápidamente las fuerzas armadas chinas y ha aumentado su influencia global.
Ahora, a ojos de Beijing, los comentarios de Takaichi revelan que Japón no respeta el profundo reequilibrio de poder que ha posicionado a China como una superpotencia en ascenso, y que alberga ambiciones militares que podrían amenazar dicho ascenso.
“Por primera vez, un líder japonés ha expresado su ambición de intervenir —armas mediante— en Taiwán y ha lanzado una amenaza militar contra China”, afirmó un comentario publicado a principios de esta semana en el Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista. “Tras eso, subyace el peligroso intento de las fuerzas de derecha japonesas de liberarse de las limitaciones de la constitución pacifista y aspirar al estatus de ‘potencia militar’”.
En los últimos años, Japón ha dado un giro radical a su postura de seguridad, alejándose de la constitución pacifista que le impuso Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, con el fin de aumentar su presupuesto de defensa y adquirir capacidades de contraataque.
Esto se produce en un contexto en el que Beijing ha intensificado sus actividades militares en la región, incluyendo las inmediaciones de Taiwán, y en el que Estados Unidos ha presionado a sus aliados para que compartan más la carga del gasto en defensa.
Los anteriores líderes japoneses evitaron hablar de Taiwán en el contexto de una respuesta militar, pero los políticos, especialmente entre los miembros de derecha del partido de Takaichi, son cada vez más cautelosos ante las implicaciones para Tokio si Beijing ataca Taiwán, que ocupa una posición estratégica al sur de Japón. Este sentimiento ha generado un creciente impulso para aumentar aún más el gasto en defensa de Japón e incluso para reformar la constitución.
Ahora, Takaichi, una figura de línea dura que ya ha provocado la ira de Beijing al cuestionar algunas de las narrativas sobre la culpabilidad del Japón imperial en sus atrocidades de guerra, ha dado el paso de hablar abiertamente sobre el tema de Taiwán. En los primeros días de su mandato, también abogó por estrechar los lazos de seguridad con Estados Unidos y está tomando medidas para acelerar el fortalecimiento de la defensa del país.
Según una cuenta de redes sociales vinculada al ejército chino, a ojos de Baijing, tales acciones conllevan el riesgo de que resurja “el ‘fantasma’ del militarismo” “para sembrar el caos en el mundo”. Por eso, algunos en Japón creen que Beijing está reaccionando ahora con dureza “para acorralar a Takaichi y ponerla a la defensiva desde el principio, de modo que sea más reacia a impulsar la inversión japonesa en defensa”, según Chong Ja Ian, profesor asociado de la Universidad Nacional de Singapur.
Las tropas japonesas asesinaron a más de 200.000 civiles desarmados durante la ocupación y violaron y torturaron a decenas de miles de mujeres y niñas en la conocida como Masacre de Nankín, una de las atrocidades más infames de la Segunda Guerra Mundial. Japón se ha disculpado repetidamente y ha expresado su arrepentimiento por las atrocidades cometidas durante la guerra.
Sin embargo, esa época ha ocupado un lugar central en China este año, ya que Beijing conmemora el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando la rendición de Japón ante las Fuerzas Aliadas liberó al país de la ocupación y Taiwán fue entregado al Gobierno chino nacionalista.
El Partido Comunista Chino estableció la República Popular China en 1949 tras salir victorioso de una guerra civil, mientras que los nacionalistas derrotados se replegaron a Taiwán. Beijing ha aprovechado el aniversario para justificar su reivindicación sobre la isla y para expresar su preocupación por lo que considera un giro militarista de Japón.
China considera que tomar el control de Taiwán es una pieza clave de la “rejuvenecimiento nacional” que debe completar para mediados de siglo; un objetivo que, si Beijing decidiera alcanzarlo por la fuerza, podría verse seriamente complicado por un Japón más fuerte.
Para Beijing, los comentarios de Takaichi se pueden resumir como “la persona equivocada, hablando del tema equivocado” en el “momento equivocado”, según Wang Yiwei, director del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad Renmin de Beijing.
A pesar de que Tokio envió un emisario a Beijing a principios de esta semana para apaciguar la disputa, China no ha dado muestras de moderar su discurso beligerante.
En cambio, insiste en que Tokio se retracte del comentario, una postura que no ofrece a ninguna de las partes una salida fácil.
Mientras tanto, China ha seguido avivando el nacionalismo, incluyendo la retórica beligerante de su ejército, que el miércoles publicó un vídeo titulado “No sean tan arrogantes”. Sin mencionar a Japón por su nombre, incluye una canción de rap que dice: “Hemos perfeccionado nuestras habilidades mediante un entrenamiento riguroso, ¿cómo podemos permitir que sean tan arrogantes?”.
Pero quizás sea una imagen del enviado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, Masaaki Kanai, y su homólogo chino, Liu Jinsong, tras su reunión en Beijing a principios de esta semana, la que mejor explique por qué China no querrá aflojar la presión todavía.
Esa imagen, que muestra a Liu de pie, con las manos en los bolsillos, hablando con Kanai, quien inclina la cabeza hacia adelante mientras escucha, se ha viralizado en las redes sociales chinas.
Los comentaristas describieron al diplomático japonés como si estuviera haciendo una reverencia, al tiempo que elogiaron la elección de vestuario de Liu: un traje cuyo estilo se asocia con el movimiento antiimperialista del Cuatro de Mayo de 1919 en China.
El simbolismo, al parecer, no fue casual: “La postura de China en defensa de su soberanía se mantiene inalterable desde hace un siglo”, rezaba un pie de foto en una publicación de la cadena estatal CCTV.
Con información de Hanako Montgomery, de CNN en Tokio.
The-CNN-Wire
™ & © 2025 Cable News Network, Inc., a Warner Bros. Discovery Company. All rights reserved.