Meses antes de convertirse en primera ministra de Japón, Sanae Takaichi afirmó que había sido invitada a reunirse con el presidente de Estados Unidos Donald Trump.
Era noviembre, justo después de la victoria electoral de Trump y varias figuras cercanas al republicano la habían instado a visitar Washington, publicó Takaichi en su cuenta oficial X.
Pero ella se negó, insistiendo en que el entonces primer ministro Shigeru Ishiba debería ser el primer legislador japonés en reunirse con el nuevo líder estadounidense.
“Sin embargo, mi objetivo es trabajar duro para mantener una posición que me permita conocerlo de manera digna algún día”, escribió.
Ese “algún día” ha llegado.
La primera gran prueba para Takaichi en el escenario mundial llega con su viaje a la cumbre de la ASEAN en Malasia y a la reunión de la APEC en Corea del Sur, citas que revelarán cuánto de su característico discurso conservador incorporará al cargo.
Pero el momento más esperado se producirá entre ambas cumbres, cuando Trump visite Tokio para reunirse con el emperador Naruhito y sostenga conversaciones con Takaichi por primera vez este martes.
A bordo del Air Force One camino a Asia, Trump elogió a Takaichi.
Ambos líderes hablaron por teléfono el sábado, en lo que Trump calificó como una conversación “muy buena”. “Es estupenda, hermosa… Es muy amable”, declaró a los periodistas a bordo del Air Force One tras la llamada.
Para la nueva líder de Japón, hay mucho en juego.
Si bien la alianza entre Estados Unidos y Japón es una de las más sólidas del mundo, la limitada experiencia diplomática de Takaichi y la imprevisibilidad de Trump convierten su primera reunión en una prueba crucial.
Se espera que sus conversaciones aborden los aranceles, la seguridad regional y el gasto de defensa de Japón, todos puntos de tensión en los últimos meses.
Dentro del partido gobernante conservador japonés, algunos temen que el compromiso de Washington con el Indopacífico se esté desvaneciendo, a medida que exige más de sus aliados.
En casa, Takaichi enfrenta sus propios desafíos. Su Partido Liberal Democrático aún se recupera de los escándalos de corrupción, y su desempeño en el extranjero podría definir tanto su futuro político como la recuperación de su partido.
Su índice de aprobación se sitúa en un sólido 71 %, una cifra que su equipo estará deseoso de mantener.
La defensa encabezará la agenda.
Bajo el mandato del exprimer ministro Fumio Kishida, Japón se comprometió a aumentar el gasto en defensa al 2 % del PIB para 2027.
Takaichi ahora quiere acelerar ese plazo hasta marzo de 2026, instando a Japón a “impulsar proactivamente el fortalecimiento fundamental de sus capacidades de defensa” en su primer discurso ante el parlamento del país.
Sin embargo, aún no está claro cómo se financiará este aumento. Con el debilitamiento del yen y la presión de Takaichi para recortar impuestos, podría tener dificultades para financiar sus ambiciones.
El comercio podría resultar igualmente espinoso. Desde su regreso al poder, Trump ha reavivado sus guerras arancelarias, incluso atacando a aliados de larga data.
Tras meses de negociaciones, los aranceles sobre los productos japoneses se redujeron del 25 % al 15 %, mientras que Tokio acordó invertir US$ 550.000 millones en industrias estadounidenses. Sin embargo, muchos detalles siguen siendo imprecisos, y se espera que Takaichi busque mayor claridad.
También ha incorporado a veteranos para que la ayuden a desenvolverse en Washington. Su nuevo gabinete incluye al negociador Ryosei Akazawa, quien lideró las recientes conversaciones arancelarias, y a varios exasesores de la administración del exprimer ministro Shinzo Abe, figuras que forjaron una sólida relación con Trump.
“Es un mensaje claro tanto para el público nacional como para el internacional de que ella está tratando de continuar la línea de pensamiento de Abe, en lugar de la de Kishida o Ishiba”, manifestó Rintaro Nishimura, asociado senior con sede en Tokio de The Asia Group, una firma de consultoría.
También se espera un aumento en el suministro de energía. Japón aún importa alrededor del 10 % de su gas natural licuado de Rusia, una dependencia que Washington quiere reducir. Tokio se ha comprometido a reducir esta dependencia, pero advierte que un corte abrupto podría amenazar su seguridad energética.
La gestión que Takaichi haga de las relaciones regionales también determinará su éxito con Trump.
Es conocida desde hace tiempo por sus posturas intransigentes: critica la creciente presencia militar de China en la región y adopta un tono conservador y nacionalista en asuntos pasados con Corea del Sur, donde la historia de colonialismo y esclavitud sexual japonesa durante la guerra aún afecta las relaciones.
Sus visitas al controvertido Santuario Yasukuni, considerado por sus vecinos más cercanos un homenaje a las agresiones bélicas de Japón, también han indignado a ambas naciones.
Sin embargo, desde que asumió el cargo, ha insinuado un enfoque más suave.
En su conferencia de prensa inaugural como primera ministra, buscó aliviar las preocupaciones sobre una postura anti-Corea del Sur, elogiando algunas de sus exportaciones más reconocidas.
“Parece que hay varias preocupaciones, pero me encantan las algas nori coreanas. También uso cosméticos coreanos y veo series coreanas”, indicó.
Mantener lazos positivos con el presidente de Corea del Sur, Lee Jae Myung, daría continuidad a la política exterior reticular impulsada por Washington, que prioriza la cooperación multilateral entre países afines por encima de la dependencia bilateral.
“Cada vez hay más conciencia de que la cooperación entre Japón y Corea del Sur es necesaria en este mundo incierto”, afirmó Nishimura. “Si estos dos aliados de EE.UU. profundizan sus lazos en materia de defensa, contribuirán a reducir la carga de Estados Unidos en la región”.
El mayor acto de equilibrio para Takaichi puede ser China.
“Japón está caminando por la cuerda floja entre Estados Unidos y China”, sostuvo Misako Iwamoto, profesora emérita de la Universidad de Mie, especializada en política y estudios de la mujer.
China sigue siendo el principal socio comercial de Japón. Líderes anteriores, como Yukio Hatoyama en 2009, se acercaron a Beijing, lo que provocó la oposición de Washington.
“Pero a diferencia de Hatoyama, Takaichi es vista como una firme defensora de la derecha”, apuntó Iwamoto. “Si logra mejorar las relaciones con China de una manera que no parezca antiestadounidense, podría no causar demasiadas fricciones”.
Tanto Trump como Takaichi mantienen una postura agresiva con Beijing, en particular respecto a Taiwán. A principios de este año, Takaichi visitó la isla y pidió cooperación con Taiwán para abordar conjuntamente los desafíos de defensa.
Beijing condenó el viaje como una provocación peligrosa y advirtió que Japón se encontraba en una encrucijada bajo su liderazgo.
Incluso antes de su elección, la tensión entre ambos países vecinos ya estaba en aumento. Los buques chinos han intensificado su actividad en torno a las disputadas Islas Senkaku, conocidas como Diaoyus en China, mientras que el documento de defensa de Japón de 2022 calificó oficialmente a China como su “mayor amenaza para la seguridad” por primera vez.
En su primera conferencia de prensa como primera ministra, Takaichi prometió llevar las relaciones entre Estados Unidos y Japón a nuevas alturas, calificando la alianza como la piedra angular de la política exterior y de seguridad de Japón. Concluyó su discurso con una frase contundente: “No hay tiempo para quedarse quieto”.
Tiene razón. Takaichi se encuentra inmersa en un mar de desafíos, desde restablecer la confianza interna hasta encontrar el equilibrio entre Washington y Beijing. La forma en que los supere no solo definirá su mandato como primera ministra, sino que podría influir sutilmente en el tono y la profundidad de la alianza entre Estados Unidos y Japón en los próximos años.
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