La paradoja económica de una Venezuela desigual: entre anaqueles llenos y bolsillos vacíos

En un supermercado del este de Caracas, un hombre de unos 70 años se queja del precio de la carne. Murmura que cada vez que va a comprar, el kilo sube uno o dos dólares. “Ya no se podrá comer carne”, concluye mientras deja el paquete en el mismo estante donde lo tomó.

En otro pasillo, una mujer de mediana edad coloca varios productos importados en su carrito. No luce preocupada. A pocos metros, en una de las cajas, otra persona devuelve parte de lo que pensaba llevar. “No hay dinero que alcance”, comenta con frustración.

La realidad económica de los venezolanos es compleja, varía según la ciudad porque no luce igual la capital que el resto del país y, en ocasiones, incluso los cambios se evidencian de una calle a otra. O en un mismo supermercado, entre caja y caja, la experiencia de compra puede ser muy distinta.

Es habitual escuchar conversaciones en los pasillos sobre la tensión entre Venezuela y Estados Unidos, así como comentarios sobre los posibles escenarios que podrían derivarse. Al mismo tiempo, muchos admiten que no cuentan con el presupuesto para hacer compras nerviosas o preventivas “por si acaso”. Esto en medio del despliegue de ocho buques y un submarino estadounidenses en el mar Caribe en lo que Washington dice son maniobras de lucha contra el narcotráfico que Venezuela ha considerado como amenazas a la paz.

La foto actual de los supermercados en la capital es diferente a la de hace una década, cuando la escasez era la preocupación central. Hoy es común ver productos importados de Colombia, Brasil, Europa, Asia y también de Estados Unidos. Sin embargo, buena parte de ellos están fuera del alcance de la mayoría. Algunos precios aún se marcan en bolívares, pero cada vez más productos llevan etiquetas en dólares, solo que se utiliza el símbolo “REF” para indicar que la referencia de precio es en la divisa extranjera.

En los anaqueles comienzan a aparecer, incluso con anticipación, hojas de hallaca y pan de jamón, dos clásicos de las fiestas decembrinas, después de que el presidente Nicolás Maduro anunciara que, como en años anteriores, las celebraciones se adelantarían a partir del 1º de octubre.

Desde el gobierno aseguran que existe una sólida recuperación económica con 17 trimestres consecutivos de crecimiento. Según Maduro, el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzará alrededor de 9 % en 2025, destacando el impulso de sectores como el turismo, la minería y el petróleo, que aumentó su producción significativamente en el primer semestre del año. Destacan que este repunte tiene lugar pese a las sanciones internacionales y aseguran que siguen trabajando en diversificar la economía nacional.

Por su parte, la vicepresidenta Delcy Rodríguez ha enfatizado la importancia de mantener el ritmo de expansión y afirma que el país está en capacidad de producir el 97% de los alimentos consumidos internamente.

El economista Asdrúbal Oliveros explicó a CNN que la economía venezolana está marcada por la brecha cambiaria, la inflación en dólares y bolívares así como un consumo desigual. Según detalló, las empresas deben fijar sus precios a la tasa oficial, por mandato legal, aunque sus costos reales están determinados por el dólar paralelo. Esa diferencia genera una distorsión en la estructura de precios, explica.

Mientras en junio de 2024 el diferencial entre ambas tasas rondaba el 10 %, hoy supera el 50 %, lo que se ha convertido en el principal dolor de cabeza del sector privado, según Oliveros. Para la población, esa brecha se traduce en un mayor costo de vida y en una escalada inflacionaria que golpea de frente la cotidianidad. La tasa paralela o mercado negro se determina por la oferta y la demanda, los operadores de cambio y un componente especulativo.

Esto impacta los precios porque el acceso a dólares oficiales, controlados por el gobierno, es restringido por lo que para seguir operando deben recurrir a divisas en el mercado paralelo, señala el economista. Es por eso que los comerciantes para compensar al momento de vender suelen aumentar precios en dólares o ajustar la referencia cambiaria a la cotización más costosa que publica a diario el BCV, que generalmente es el euro. Al mismo tiempo resulta confuso porque si pagas en bolívares se cobra el equivalente a la tasa en euros, pero si se paga en dólares se mantiene el monto.

Un ejemplo es el cartón de 24 huevos: en el mercado puede rondar los US$ 5. Si se paga en bolívares a la tasa oficial, su equivalencia sería de apenas US$ 3,2. En la práctica, las familias deben decidir entre ganar más en divisas para mantener sus compras o reducir su lista de productos. Para quienes perciben ingresos en bolívares, llegar a fin de mes es cada vez más cuesta arriba: el salario mínimo integral en el país alcanza el equivalente a unos USD 160, de acuerdo con Reuters.

Según Oliveros, el consumo privado creció cerca de 4 % en el primer semestre de 2025, sobre todo en alimentos, medicinas y productos de cuidado personal. En cambio, rubros como recreación, ropa, calzado y mantenimiento del hogar muestran una clara contracción. Es decir, el gasto sigue concentrado en lo básico, en un país mayoritariamente empobrecido. El Banco Central de Venezuela aún no ha reportado cifras de consumo privado para este año, mientras que un reporte de la ONU señal qeu 2024 registró una subida del 5,9 %.

La dueña de una tienda de damas en el este de Caracas dijo a CNN que la última semana solo vendió dos prendas en ocho días. Mientras otros incrementan las ventas con ofertas especiales para quienes paguen en dólares en efectivo o transferencia internacional. Aclarando que no se aceptan billetes rotos o gastados.

En cuanto a los medios de pago, el bolívar se ha consolidado frente a las divisas: hoy cerca del 90 % de las transacciones minoristas se realizan en moneda local y apenas un 10 % en dólares, dice Oliveros, quien explica que muchos consumidores han entendido que actualmente les conviene pagar en bolívares. Al mismo tiempo, el uso de efectivo en divisas cayó cerca de 37 % entre noviembre de 2024 y abril de 2025.

Sobre la inflación, Oliveros señaló que, aunque el Banco Central no publica datos desde octubre de 2024, estimaciones privadas la ubican por encima del 200 % interanual en bolívares, muy por encima del 45 % registrado en 2024, que había sido la tasa más baja en 15 años.

CNN está intentando contactar al Banco Central de Venezuela para consultar por la tasa de inflación y otras variables macroeconómicas, pero al momento no ha tenido respuesta.

A diferencia de años previos, explica Oliveros, hoy no existe un problema de escasez severa, dado que el gobierno ha flexibilizado los controles y canaliza divisas hacia empresas de alimentos y medicinas. No obstante, la limitante sigue siendo la capacidad de compra de los hogares. Oliveros subrayó que, incluso en picos de consumo, como los registrados antes y después de las elecciones de 2024, cuando algunos ciudadanos realizaron compras nerviosas, el abastecimiento fue suficiente.

El economista advierte, sin embargo, que la Venezuela actual es profundamente desigual: mientras sectores como alimentos, medicinas, telecomunicaciones, servicios profesionales y petróleo mantienen dinamismo, áreas como la construcción, la metalmecánica y buena parte de la manufactura permanecen en declive.

Así, mientras los adultos mayores reciben menos de un dólar mensual de pensión y dependen de remesas o de las cajas de alimentos subsidiados que distribuye el gobierno a través de las misiones sociales, en Caracas es frecuente ver la apertura de restaurantes de lujo, aunque muchos cierran poco después. En centros comerciales que antes fueron ícono del consumo exclusivo, abundan los locales cerrados, mientras en otros las áreas de comida lucen llenas de clientes. Algunos de ellos recurren a aplicaciones para pagar por cuotas un par de hamburguesas en un país donde las posibilidades de créditos, incluidas las tarjetas, son escasas.

En lo social, Oliveros estima que alrededor del 40 % de los venezolanos vive en condiciones precarias, con un alto peso de adultos mayores, que forman parte del 36 % de la población dependiente de ayudas estatales. Se trata de un grupo con una capacidad muy limitada de consumo afirma. Por ello insiste en que “no hay una única foto del país”: las burbujas de consumo en Caracas representan solo una parte de una Venezuela marcada por realidades múltiples y desiguales.

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